AMLO admite la posibilidad de complacer al El Chapo de ser trasladado a México

El juicio de Genaro García Luna podría desatar testimonios inauditos: New York Times
Por Jesús López Segura
Mientras Genaro García Luna dirigía la versión mexicana del FBI, de 2001 a 2005, abatió personalmente a narcotraficantes importantes como Arturo Guzmán Loera, hermano de Joaquín Guzmán Loera, “el infame capo conocido como El Chapo“, comentan para el New York Times, Alan Feuer y Natalie Kitroeff, los autores de un largo reportaje sobre el juicio de García Luna.
Como secretario de Seguridad Pública de México, el brazo derecho de Felipe Calderón utilizó la tecnología y medidas frontales para capturar a otras figuras de los cárteles. Desde su puesto como titular de esa secretaría, García Luna desencadenó una nueva ola de violencia en todo el país.
Pero mientras tanto, en medio de los encabezados de prensa y los elogios de sus socios en Washington, según unos fiscales estadounidenses, García Luna llevaba una doble vida. A pesar de su imagen pública de agente de la ley, aseguran que en secreto recibía sobornos de la misma banda de narcotraficantes a la que tenía fama de perseguir.
El juicio de García Luna presentará varios de estos aspectos: se espera que hasta una decena de testigos del cártel suban al estrado y digan al jurado que el acusado, entre otras cosas, aceptó maletas llenas de dinero en efectivo de operativos desde Sinaloa.
Al ser interrogado el Presidente López Obrador en La Mañanera de hoy sobre la petición de El Chapo de ser trasladado a una cárcel mexicana para cumplir su condena, solicitud que Marcelo Ebrard había considerado “muy poco probable” de complacer, AMLO dejó abierta la posibilidad de evaluarla, remitiéndose a conceptos vagos sobre Derechos Humanos“. Y cuando la reportera de Contralínea intentaba recordarle las atrocidades del delincuente, es abruptamente interrumpida por el presidente mexicano, con el estribillo de que “hay que esperar”.
“García Luna va a juicio poco más de dos años después de un intento fallido de los fiscales federales de la misma oficina de Brooklyn de presentar un caso de corrupción contra otro importante funcionario mexicano: Salvador Cienfuegos, antiguo secretario de Defensa del país. Cienfuegos fue detenido en el aeropuerto de Los Ángeles a finales de 2020 por un cargo en la que se le acusaba de recibir pagos lucrativos del cártel H-2, una violenta rama de la organización dirigida por los hermanos Beltrán-Leyva“, recuerda el reportaje del New York Times y agrega:
“Sin embargo, tras la presión ejercida por México, los fiscales estadounidenses retiraron los cargos, alegando motivos diplomáticos, y devolvieron a Cienfuegos a su país, donde finalmente se le permitió reanudar una vida normal. La debacle puso fin al deseo y la capacidad de las fuerzas de seguridad estadounidenses de investigar las acusaciones de corrupción en México, incluidas algunas contra objetivos aún más importantes que Cienfuegos”.
Interrogado el mandatario mexicano por enésima vez sobre su obsesión de confundir la simple y llana aplicación de la ley en la lucha anticorrupción, con el concepto de “venganza política“, López Obrador insiste esta mañana en su insostenible hipótesis de que meter a la cárcel a los corruptos no representa la mejor forma de evitar que esos actos de corrupción -que tanta saliva gasta en denunciar públicamente, pero sin mover un dedo para castigarlos-, se repitan.
Pone el ejemplo de que una vez platicó con un danés y éste desconocía por completo el concepto de corrupción, que no existe en Dinamarca. Con base en esa anécdota, AMLO insiste en que lo importante es la denuncia y no el castigo, como garantía de la no repetición.
El hecho concreto de que cualquier joven de secundaria entendería, sin el menor esfuerzo intelectual, que aplicarle la ley a los corruptos no solamente es la mejor y quizá única garantía de que se arrepientan y no vuelvan a delinquir, sino que además el Presidente está obligado por su juramento a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan, resulta claro que don Andrés usa esas tonterías de que “lo suyo no es la venganza”, como un parapeto para encubrir, de una forma nada lúcida por cierto, un evidentísimo pacto de impunidad con los expresidentes. No se necesita ser ningún genio para comprenderlo.