domingo, junio 4

Daba la impresión de que AMLO quería comerse a besos a Delfina. Por Jesús López Segura

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Bastaron unos segundos de apapacho para saber que la suerte de Ale del Moral está echada

Me llamó mucho la atención la forma tan empalagosa con la que el Presidente de la República restregaba con sus manos el rostro de la maestra Delfina Gómez, a través de la valla de metal que los separaba en el zócalo capitalino. Primero la besó en la mejilla, con ansiedad desbordada. Parecían dos amigos entrañables o familiares cercanos que tenían mucho tiempo sin verse.

La aparente cordialidad que AMLO le profesa a gobernadores “adversarios” como Alfredo del Mazo, por ejemplo, y que a muchos les hace jurar que hasta son amigos y se llevan de a cuartos, palidece frente a la emotiva muestra de cariño verdadero, sincero y salivón (Borola Tacuche de Burrón dixit) que le prodiga a la texcocana.AMLO apapacha a Delfina Gómez

El protagonismo compulsivo y el inocultable culto a la personalidad que le profesan sus huestes de incondicionales fanáticos, no me deja otra alternativa que poner el 90% de mi atención al desempeño de un Presidente de la República que fija la agenda noticiosa, no tanto porque su monumental esfuerzo cotidiano en materia de comunicación se enfile a resolver los problemas que le plantean los periodistas, sino porque, inequívocamente, parece aplicarse a su encubrimiento.

En el otro extremo del ring electoral del Estado de México, bastión del otrora invencible Grupo Atlacomulco, yace una candidata abandonada por su mentor y padrino político. Y ello no significa que -como dicen los lambiscones de la prensa mercenaria- la muy avispada y chambeadora abanderada del bloque conservador tire la toalla. El que ya pactó la entrega de la plaza es, precisamente, el que se siente muy orgulloso, con sus hordas mediocres de políticos oportunistas, de llevar “buena relación” con quien no los baja de ladrones. Requiescat in pace.

 

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