miércoles, agosto 27

Narcos mexicanos ganan casi un billón de dólares en 20 años. AL GRANO. Por Jesús López Segura

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Narco-Estado: del contubernio y control prianista a la rendición y descontrol morenista

En dos décadas, los cárteles mexicanos han amasado casi un billón de dólares, según cálculos conservadores del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Una cifra que no solo exhibe la dimensión industrial del negocio criminal, sino también la impudicia con que sucesivos gobiernos —del PRI, del PAN y ahora de Morena— han pactado, tolerado o, en el mejor de los casos, se han hecho de la vista gorda frente al poder corrosivo del narcotráfico.

El informe binacional de 2010 ya hablaba de hasta 29 mil millones de dólares cruzando anualmente hacia México como producto del tráfico de drogas. Hoy, con el auge de las metanfetaminas y el fentanilo, el cálculo se disparó: entre 37 y 58 mil millones de dólares por año solo en efectivo, lo que en veinte años suma una fortuna que oscila entre 740 mil millones y 1.16 billones. Un festín criminal que ninguna “guerra contra el narco” logró contener, pero que con la política morenista de “abrazos, no balazos” terminó convertido en una rendición total.

Porque no nos engañemos: si con Calderón el país ardió bajo la ficción de un combate frontal, y con Peña Nieto se administró el conflicto con pactos y silencios, con López Obrador el Estado mexicano optó por retirarse del campo de batalla. La consigna no es ya enfrentar ni negociar, sino desistir. Y en ese vacío, los cárteles mutaron en corporaciones químicas globales: producen metanfetaminas con pureza de laboratorio, fabrican pastillas de fentanilo por miles de millones y diversifican sus ingresos con el tráfico de migrantes y el robo de combustible.

El saldo es brutal: entre 70 y 80 mil millones de dólares anuales de ingresos criminales, suficientes para financiar ejércitos privados, corromper estructuras completas de gobierno y desestabilizar cualquier intento de Estado de Derecho. Y mientras Washington documenta con minuciosidad las ganancias, aquí se normaliza la convivencia: un narco que ya no se esconde, sino que compite en poder territorial, en capacidad de fuego y hasta en legitimidad social con los gobiernos electos.

La sentencia contra “El Mayo” Zambada —15 mil millones de dólares en indemnización— tiene un carácter simbólico. El mismo que en su momento se aplicó al “Chapo” Guzmán. Estados Unidos sabe que jamás recuperará esas fortunas evaporadas en lujos, sobornos y estructuras de lavado. Pero insiste en mandar el mensaje de que el crimen no puede conservar sus ganancias. Un gesto moral que contrasta con la abdicación mexicana: aquí ni se confisca, ni se castiga, ni se envía mensaje alguno, salvo el de que el Estado ya se rindió.

En resumen, el narco en México ha dejado de ser un “problema” para convertirse en el verdadero sistema económico paralelo, un poder fáctico que, tras décadas de complicidad priista y panista, encuentra en el morenismo no un enemigo, sino un gobierno que decidió bajar los brazos y entregar la plaza.

Mientras el narcotráfico mexicano abastecía las ansias incontenibles de los gringos con estupefacientes recreativos, como la marihuana y la cocaína, relativamente inocuos, no hubo mayor problema. Algunos gobiernos priistas combatían solo a los competidores de sus cárteles asociados para simular “una lucha frontal contra el narco” y recibir por debajo del agua miles de millones de dólares en efectivo de sus cárteles protegidos, dinero que usaron para comprar a líderes sindicales y medios de comunicación, o en el caso de Salinas financiar la compra de empresas paraestatales con prestanombres, por ejemplo.

Fox se hizo de la vista gorda y dejó hacer y dejó pasar, embotado como estaba desde los pies hasta la cabeza con Prozac. Calderón hizo gala de una mojigatería ridícula que lo llevó a patear el avispero y engendrar la peor matanza de la historia. Y AMLO los abrazó y los llamó a comportarse con civilidad so pena de acusarlos con su abuelita, a cambio de una pequeña ayuda para las campañas.

Pero cuando los voraces narcos mexicanos, convertidos ya en empresas globales, empezaron a asesinar a cientos de miles de norteamericanos con el veneno del fentanilo, entonces las cosas cambiaron y con un desquiciado como Donald Trump en el poder todo puede suceder. Por lo pronto bastó con instalar un submarino nuclear frente a Venezuela para que los militares locales, hartos ya de las locuras de Maduro, se dispongan a entregarlo. Al tiempo.

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