Insólito. Guatemala protege de los cárteles a mexicanos. AL GRANO. Por Jesús López Segura

Compatriotas huyen por la frontera sur mientras el gobierno predica que todo anda muy bien
Inaudito. Mientras el gobierno federal se ufana de tener “todo bajo control”, los focos rojos se multiplican y son olímpicamente ignorados. Ya no hablamos sólo de presidentes municipales como el de Uruapan, Carlos Manzo, que lanza gritos desesperados de auxilio y es tratado como si estuviera loco o como si hablara al vacío. Ahora, el colmo: son los guatemaltecos quienes terminan protegiendo a mexicanos desplazados por la violencia del narco.
Habitantes de Frontera Comalapa, Chiapas, huyen despavoridos de la guerra entre el CJNG y el Cártel de Sinaloa, y ya son 248 mexicanos los que han cruzado la frontera para pedir refugio en Guatemala. Sí, en Guatemala, ese país al que en México solemos mirar por encima del hombro, resulta que su gobierno atiende, documenta, alimenta y protege a nuestros compatriotas desplazados. Incluso muchos de ellos han sido recibidos en hogares guatemaltecos, mientras aquí tratamos a los migrantes centroamericanos como apestados. Y peor aún: el responsable del Instituto de Migración durante el mandato de AMLO, Francisco Garduño, cree que, con una disculpa tardía, se borrará el crimen de lesa humanidad que propició con su autoritarismo vil.
En México, las “estrategias de seguridad” se reducen a declaraciones huecas y a enviar guardias que, como en Santa Teresa Llano Grande, montan centros de operaciones incapaces de contener a los criminales, con los que pareciera haber pactos de complicidad.
El Instituto Guatemalteco de Migración, en cambio, informó que ha brindado atención médica, psicológica y humanitaria a los refugiados mexicanos, en su mayoría familias completas. Incluso han sido acogidos en casas particulares y escuelas, bajo la figura de “Permanencia por Razones Humanitarias”. Guatemala, con recursos infinitamente más limitados, hace lo que el gobierno mexicano no quiere —o no puede— hacer: proteger a los desplazados, ya no digamos a su propia gente.
El éxodo forzado no es anecdótico. Es síntoma de una región —y de un país— donde la disputa entre cárteles es más poderosa que cualquier “plan” oficial. Los discursos presidenciales presumen control, pero la realidad es que México ya exporta desplazados… y que es Guatemala la que termina dando la cara por ellos.
Un retrato brutal de la incongruencia: mientras la propaganda repite que todo va bien, son los vecinos quienes asumen la responsabilidad de cuidar a los mexicanos.