El presidencialismo mexicano, omnipresente, tomará otra fisonomía, sin contrapesos aparentes

Esta vez las encuestas que daban por ganadora indiscutible a Claudia Sheinbaum, por hasta 30 puntos porcentuales, tuvieron razón. Llegaron a ser descalificadas como vendidas o “cuchareadas” por una oposición desesperada y mentirosa, pero muchos de esos ejercicios demoscópicos incluso se quedaron cortos. La realidad electoral superó todas las expectativas de triunfo arrasador del partido en el poder, comandado tiempo completo por un Presidente que violó sistemáticamente la ley, sin que la autoridad electoral fuera capaz de ponerle una mordaza a su cinismo desbordado.

Pasa nuestro país, así, de una forma de fraude electoral que evolucionó de los ratones locos y la caída del sistema y el fraude cibernético, a otra nueva forma de perversión de la democracia, caracterizada por el liderazgo de un mandatario carismático y aparentemente bien intencionado, pero violador sistemático de la ley que él mismo impuso como “delito grave”.

La buena noticia es que será una mujer, pero además preparada, con un doctorado universitario, que se formó en la última etapa de sus estudios en la maravillosa Facultad de Ciencias de la UNAM, la que toma el relevo. Si fuera un hombre como por ejemplo Monreal, o Adán Augusto, muchos estaríamos pensando en irnos del país, porque estaríamos a centímetros de la consolidación de un liderazgo de corte fascistoide muy peligroso para la gente pensante. Pero no recuerdo que haya sido una mujer la que encabezara en la historia de la simulación política una dictadura “de izquierda” del tipo de Stalin, Nicolás Maduro o Daniel Ortega, afortunadamente.

El fascismo irrumpe cuando priva la irracionalidad generalizada de creer en las mentiras de un dirigente gatopardista que brega en contra de los intereses de las masas a las que dice defender.

Lo que ha ocurrido en México es, sin duda, eso, una irracionalidad colectiva que vota por un proyecto que abraza a la delincuencia y acumula casi 200 mil muertos en 6 años de empoderamiento social y hasta político de peligrosos criminales; la destrucción de los sistemas Educativo y de Salud; la puntilla final a los sectores que sobreviven en extrema pobreza mientras se canturrea a diario el lema demagógico de “primero los pobres”; el uso clientelar descarado del dinero en efectivo que debería haberse usado para mejorar servicios y apoyar la creación de fuentes de empleo, derrochado en paliar temporalmente la miseria de clases medias bajas, con fines descaradamente electorales; y un larguísimo etcétera que alcanza sus niveles más altos de irracionalidad con la militarización compulsiva perpetrada, paradójicamente, “en nombre del humanismo”, no solo en materia de Seguridad -lo que de suyo es un contrasentido condenado en el mundo entero y promovido solo por dictaduras sanguinarias- sino en los más diversos campos de la actividad gubernamental y económica.

La tan cacareada democracia ha sido de nueva cuenta traicionada en México.

¿Estaremos los mexicanos 6 años más a merced de las decisiones de una sola persona, capaz de mangonear a los legisladores, enteramente a su antojo, como vaticinan los sobrevivientes del viejo sistema político al que la ciudadanía le negó una tercera o cuarta oportunidad?

No lo creo. Se trata de una dama preparada, de carne y hueso, no de un megalómano tan engreído en sus sueños de grandeza que puede recetar 3 horas diarias de autoelogios desquiciados a millones de fanáticos. Si Claudia quiere ahondar en el egocentrismo fatídico de su padrino, tendrá que ingeniárselas para dar resultados a una población que ya no estará hipnotizada masivamente por ese monstruo de la comunicación.

AMLO logró finalmente lo que quería, entregará a Claudia un gobierno sin la enorme cantidad de golosos organismos que la dictadura neoliberal creó para simular contrapesos, transparencia, defensa de los Derechos Humanos y todo aquello que los neoliberales salvajes inventaron para crear su propia simulación “democrática”, al tiempo que concedían la conducción de esos millonarios organismos de pantalla -incapaces de quitarle un pelo al omnímodo poder presidencial-, a sus intelectuales orgánicos, familiares y amigos.

Esperemos que la nueva oposición surja con gente decente que disienta de los métodos gubernamentales del PRIMOR desde una perspectiva conservadora, por lo demás perfectamente válida, pero ajena por completo a la corrupción y que confronte y someta a la delincuencia. ¿Es eso mucho pedir?

Esperemos también que don Andrés cumpla su promesa de retirarse y deje gobernar a la mujer que tendrá la oportunidad que le dieron las mayorías del país -haiga sido como haiga sido, luego de 200 años de patriarcado presidencialista-, de por fin consolidar la ansiada transición a una auténtica democracia, con un gobierno decente donde se respete la pluralidad y la forma de pensar de todos, y se erradique para siempre la maldita corrupción ¡pero de veras!, metiendo a la cárcel a los que se atrevan a llamarse a sí mismos “inmaculados”, cuando en realidad encubren y protegen a amigos y parientes que son, a todas luces, unos “reverendos ladrones”.