lunes, septiembre 16

El sistema “democrático” apesta. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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AMLO fue un gran luchador social, pero está por convertirse en la peor versión de aquello contra lo que luchó

Estrictamente hablando, la democracia debería ser el sistema de gobierno en el que se garantiza la prevalencia de los intereses de la mayoría, de forma inequívoca y contundente, pero sin avasallar o aniquilar a las minorías, de modo que florezca una convivencia civilizada y altamente productiva, donde absolutamente todos los sectores o clases de la sociedad tengan acceso a una vida digna y a la felicidad a la que aspira todo ser humano sano, es decir, no pervertido por la maldad.

Para alcanzar tan loable objetivo, se requeriría un aparato de control electoral capaz de instrumentar los mecanismos efectivos para que la meta fundamental de la democracia se consolide a plenitud.

¿Cómo lograr esto? He ahí la pregunta fundamental que deben contestar, exhaustiva, inequívocamente, todos aquellos que aspiren a vivir en un sistema democrático. Pero precisamente en el cómo lograr la verdadera convivencia civilizada es donde muchos países resbalan. Hay que ver el caso de México para constatarlo.

AMLO y el respeto a la democracia

AMLO y el respeto a la democracia

Poco más de 30 millones de habitantes en edad de votar, es decir aproximadamente un tercio de la población total en esa condición, acaba de elegir una opción política que presume, a gritos, desde la tribuna presidencial y sus medios afines, ser la que mejor recoge los intereses de la mayoría en nuestro país, y denuesta a las minorías insultándolas a diario como racistas e hipócritas, emplazándolas a renunciar a sus convicciones para someterse a la imposición autoritaria de ese sector electoralmente mayoritario, pero democráticamente minoritario, de la población total del país.

Con base en el autoconvencimiento “incontestable” de ese numeroso segmento de la población “electoralmente activa”, se pretende imponer, aplicando leyes a raja tabla, una mayoría calificada en el Congreso de la Unión dispuesta a darle la puntilla al equilibrio de poderes en México, y a consolidar una militarización definitiva de la Seguridad Pública nacional –que ha mostrado con creces, durante ya casi 18 años, ser completamente inútil para tal fin–, entre algunos otros despropósitos antidemocráticos como el de desaparecer de un plumazo organismos creados para limitar los abusos del poder contra los ciudadanos, y garantizar la vigencia de los Derechos Humanos de la población, así como el más grave atentado contra el derecho de las minorías de tener una adecuada representación cameral, es decir, la desaparición de los legisladores plurinominales.

AMLO y la militarización en México

AMLO y la militarización en México

Ahora bien, quizá el mayor vicio del sistema “democrático” no solo en México, sino a escala planetaria, sea el del manejo publicitario de los candidatos, convertidos en mercancías de consumo popular en economías y democracias de mercado.

La manipulación del público elector, a través de las cada vez más sofisticadas técnicas publicitarias en las sociedades de consumo, da por resultado que la gente vota no por aquellos que mejor podrían representar y defender sus auténticos intereses, como sería el propósito de la verdadera democracia, sino por los que mejor fingen, actúan y engañan presentándose como campeones del interés popular, cuando en su trayectoria o en sus intenciones, podrían ser, y a menudo lo son, unos reverendos ladrones o peor aún, unos dictadores populistas en ciernes.

Por eso es importante la división y el equilibrio de poderes.

Sobrerrepresentación de Morena en el Congreso

Sobrerrepresentación de Morena en el Congreso

Ningún dictador en potencia debería tener bajo sus órdenes a una pandilla de incondicionales que aprueben, sin modificar una coma, sus iniciativas de ley, por muy bien intencionadas o perversas que fueran tales iniciativas. El Congreso debería estar conformado por hombres y mujeres libres que lleguen a la curul a instancias de un partido, sí, pero una vez sentados ahí trabajen en beneficio de la población en general, y no de sus padrinos políticos o de aspirantes a dictadores.

La Suprema Corte no debería ser otra banda de incondicionales del Presidente que le dejen hacer lo que le venga en gana. Tendría que estar conformada por los hombres y mujeres más ilustrados y de mayor criterio y formación no solo en el ámbito legislativo, sino portadores de una vasta cultura en general y probadísima vocación por la civilidad política y social, para que sean capaces de frenar cualquier intento de excesos derivados de la lucha política o las ambiciones desmedidas de poder.

Andrés Manuel López Obrador fue sin lugar a dudas un gran luchador social que logró sacar de la presidencia a una generación completa de abusivos que se dedicaron a robar y matar a manos llenas, a nombre de la Revolución Mexicana o “del bien común”, promotores de un “progreso” sostenido con base en el sacrificio de un pueblo trabajador explotado hasta la ignominia. Lo mismo podría decirse de personajes como Hugo Chávez en Venezuela.

Informe de 6 meses de AMLO

Desgraciadamente una vez en el poder, que a los inteligentes los atonta y a los tontos los vuelve locos, como el propio AMLO repite hasta el cansancio sin la precaución concomitante de aplicarse la popular máxima a sí mismo, tienden a aniquilar a sus adversarios, olvidando por completo la sabia dialéctica marxista de la eterna lucha de contrarios, convirtiéndose en la peor versión de aquello contra lo que lucharon toda su vida. Por desgracia, no parece haber forma de hacérselos entender, y ello gracias a lambiscones verborreicos como Gerardo Fernández Noroña que servilmente le llaman “compañero presidente”, como si, con todo respeto, López Obrador encabezara una gesta heroica como la de Salvador Allende. Así, con una pequeña ayuda de esa clase de “amigos”, cualquiera pierde el piso.

Es un deber patriótico de los próximos legisladores, independientemente de a quién le deban la curul, impedir a toda costa que se perpetre el asalto a nuestra Constitución.

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