miércoles, junio 25

“¡Ahhh, quiero mucho a Beatriz!”: Sheinbaum. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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“La verdad, es una mujer extraordinaria, inteligente, muy culta, eh… así que, más bien le agradezco la felicitación.”

Uno de esos reporterillos que cargan su acordeón de preguntas con jiribilla mañanera —para no desentonar con el espectáculo cortesano de Palacio Nacional— interrogó a la Presidenta sobre el agravio que le endilgó, por escrito y sin fe de erratas (o de ratas), doña Beatriz Gutiérrez Müller. En su publicación, la esposa del expresidente insinuó que a doña Claudia “no le sobra” inteligencia. Es decir, que le falta. Es decir, que la considera tonta.

Y lo llamo reporterillo porque, como tantos de su especie —los del elenco estable de la farándula del oficialismo matinal—, abordó el asunto con la maledicencia característica de quienes usan la mañanera para denostar a la prensa verdaderamente profesional: “Por ahí creo que se le fue una palabrita… Hubo mucha controversia, incluso muchos adversarios a usted (sic) lo utilizaron. ¿Qué puede comentar de esto?”
“¡Ahhh, quiero mucho a Beatriz! La verdad, es una mujer extraordinaria, inteligente, muy culta, eh… así que, más bien le agradezco la felicitación.”

Tal fue la respuesta de la PresidentA —con “A”, como insiste en decirle el tlaconete Lord Molécula—, quien, por cierto, esta vez no permitió que el susodicho le impusiera el delirio de bautizar con el nombre de AMLO a un nuevo satélite.

La respuesta de Sheinbaum revela una estatura moral inusitada y una exquisita discreción ante el lapsus brutus de la esposa (separada en lo físico, pero no en lo político) del expresidente. Una agresión imperdonable no sólo por haber dejado escapar una frase reveladora —que, en términos psicoanalíticos, delata lo que realmente piensa—, sino por el hecho aún más grave de no haber ofrecido disculpa alguna hasta ahora.

Con la excelencia de su respuesta, doña Claudia reafirma su voluntad de conciliación frente a la doble afrenta de la futura autoexiliada en España, además de exhibir una admirable disciplina y lealtad hacia quien aún considera jefe político de su movimiento.

Y, en fin, con una sola frase, la Presidenta de México nos dejó entrever una serie de cualidades que los halcones que la rodean le impiden mostrar frente a la oposición y la prensa crítica. Ojalá que algún día esas virtudes se orienten genuinamente en favor de los mexicanos de bien —sean o no opositores y críticos (que no es lo mismo)—, y deje de prodigarse tan generosamente hacia un hombre que, sí, tuvo el innegable mérito de reducir al prianismo corrupto a su mínima expresión, pero que lo hizo, en demasiadas ocasiones, con métodos dignos de los peores exponentes de ese mismo régimen: arribistas sin escrúpulos que hoy desplazan, sin pudor, a los verdaderos luchadores sociales que AMLO debió haber reivindicado.

¿En qué cabeza cabe reclutar a personajes como el Chapitas Ávila, con la cauda de corrupción que arrastra y la desvergüenza típica del villano de caricatura? ¿O enviar al consulado de Boston a otro impresentable, mientras se confirma el desprecio oficial hacia la heroína mexicana Lydia Cacho, al permitir que el marinismo —su verdugo— retome el control del gobierno de Puebla?

Si la Presidenta aplicara frente a la oposición y a la prensa crítica esa fina sensibilidad que hoy ha demostrado, crecería como verdadera estadista. Pero al reservarla exclusivamente para exaltar a AMLO, a quien sigue reconociendo como su jefe político, se encoge, se limita, se subordina.

Centrarse en complacer a los fanáticos ignorantes —que por desgracia abundan— y desdeñar a los amplios sectores del pueblo mexicano al que le sobra inteligencia, evidencia que doña Claudia está mal asesorada. Y lo está, precisamente, por quienes la mantienen maniatada desde Palenque: los Monreales, los Chuchos, los Adanes y los Ñeroñas de la política nacional.

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