miércoles, diciembre 10

Cabeza de Vaca y el uso selectivo de la justicia como garrote. AL GRANO. Por Jesús López Segura

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De acusador, el exgobernador panista tamaulipeco pasa a perseguido judicial y político

El huachicol fiscal tiene proporciones tan monstruosas que a nadie debería sorprender que la maquinaria pesada de Morena trabaje a marchas forzadas para distraer la atención y simular combate frontal contra ese cáncer. Este 8 de diciembre, una delegación morenista se plantó en la FGR para presentar otra denuncia contra Francisco Javier García Cabeza de Vaca por huachicol fiscal, ¡aunque usted no lo crea! —un episodio típico de patos tirándole a las escopetas—, agregando al menú del día extorsión y delitos en materia de hidrocarburos

Y para dejar claro que vienen con la espada desenvainada, los denunciantes anunciaron que también llevarían más de 100 mil firmas a la Suprema Corte, directamente a manos de Lenia Batres, exigiendo la revocación del amparo que impide su detención y reactivando la orden de aprehensión. El PAN, de bote pronto, corrió a nombrar a Cabeza de Vaca representante del partido en América del Norte, blindaje diplomático exprés de dudosa eficacia.

Lo que Morena evita recordar es que Cabeza de Vaca no es el villano del huachicol fiscal: fue el primer denunciante. El exgobernador asegura haber entregado, en mano, a Andrés Manuel López Obrador una carta con nombres, datos y rutas de una red criminal de facturación ilegal que operaba en Tamaulipas. Confiaba —iluso— en que el autoproclamado “paladín anticorrupción” reaccionaría. Y sí reaccionó: Mandó el expediente al sarcófago de Gertz Manero.

El huachicol fiscal se diferencia del huachicol a secas, ése que practicaban y practican todavía bandas de civiles perforando ductos de Pemex, pues consiste en contrabandear millones de litros de gasolina desde Estados Unidos, donde cada litro cuesta 10 pesos, para venderlo aquí en más del doble, sin pagar IVA, ni IEPS.

Quien se propusiera emprender semejante negociazo de cientos de miles de millones de pesos, tendría que contar con muchísimas pipas, tractotanques, buquetanques, y ¿por qué no? una refinería en Texas, así como un control absoluto de las fuerzas armadas en aduanas y caminos, y finalmente, acuerdos con gasolinerías, felices de participar en el negocio del siglo. Adivine usted quién tuvo esa capacidad.

Lo que hoy se ejecuta contra Cabeza de Vaca es un experimento sin escrúpulos: medir hasta dónde puede usarse la ley como garrote partidista, mientras se protege a los verdaderos beneficiarios del saqueo. Porque si denunciar con evidencias termina convirtiendo al denunciante en acusado y perseguido, habremos normalizado un monstruo jurídico: la perversión del denunciante criminalizado.

Y no se equivoquen: aquí no se juzga la inocencia del panista —ese expediente tiene lo suyo—, sino la obscena asimetría en la aplicación de la justicia.

Morena está tratando a Cabeza de Vaca con una brutalidad que ni siquiera sus compañeros de partido se atreven a condenar con firmeza. La mayoría de los medios callan como momias (Cabecita de Algodón dixit). Eso sí debería asustar a todos, más allá de fobias partidistas. Porque los operadores civiles del huachicol fiscal no andan huyendo en Texas. Están sentados en oficinas alfombradas del gobierno morenista.

Y a cualquiera que apunte hacia arriba lo intentan desaparecer política, mediática o físicamente.

Carlos Manzo responsabilizó a Leonel Godoy y a otros de lo que pudiera sucederle, lo que lamentablemente no ha servido más que para grabar en la conciencia de millones de mexicanos que su cobardía es la única responsable de vivir con una bota de tiranía sobre su cabeza —¿de vaca o de algodón?—.

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