Mientras AMLO la desestabiliza, Claudia le jura amor eterno. AL GRANO. Por Jesús López Segura

“Pégame, mátame, pero no me dejes”… Con razón Sheinbaum es fan del Grupo Firme
Claudia Sheinbaum volvió a dejar claro que, sin importar cuánto la empuje, la jalonee o la exhiba su propio “mentor”, ella seguirá jurándole lealtad eterna. Mientras la CNTE le golpea la puerta del Palacio Nacional —esa misma CNTE que López Obrador alimentó durante años y que hoy la desestabiliza con el estilo violento de la casa— la presidenta responde no con autoridad, sino con un estribillo digno de Juanga: “Ni nada, ni nadie nos va a separar”.
En su enésima defensa del amor político no correspondido, Sheinbaum, en su infinita ingenuidad, acusó a una oposición prácticamente inexistente de querer fracturar a la 4T y de obligarla a romper con AMLO, como si la sola idea fuera un sacrilegio. Según ella, sus críticos hacen “corajes” cuando la escuchan proclamar obediencia al fundador del movimiento, porque —dice— lo que buscan es sembrar división.
Nunca se le ha ocurrido pensar a esta buena mujer que lo único que desea todo México —no solo la oposición formal— es que se deslinde de La Barredora, de la militarización compulsiva, del desastre de Segalmex y del huachicol fiscal; que, en suma, anhelamos que el país vuelva a encaminarse por la ruta correcta.
El problema es que mientras Sheinbaum insiste en que “nada nos va a dividir”, la realidad le grita otra cosa: la CNTE le incendia la calle, Morena se le fragmenta por dentro, y López Obrador marca la agenda desde su rancho, dándole un manotazo político cada dos días porque le molesta sobremanera que ella insinúe independencia en materia de seguridad. Pero doña Claudia, disciplinada como en ceremonia de iniciación, repite que la fuerza del pueblo los mantiene unidos. O quizá sea solo la fuerza de la “autoridad moral” del compañero de lucha que no la suelta… ni para respirar.
Durante la mañanera del 13 de noviembre, la presidenta aprovechó para felicitar a López Obrador por su cumpleaños con el tono de quien no solo sigue instrucciones, sino que además agradece recibirlas. Aseguró que su vínculo con él es una “convicción personal y política”, una especie de matrimonio ideológico donde no existe el divorcio, aunque la convivencia ya sea tóxica y claramente desigual.
“Pensaron que por ser mujer nos íbamos a quebrar”, dijo Sheinbaum, mientras planea su viaje de fin de semana a Tabasco y a Campeche—con desviación secreta a La Chingada— para recibir el jalón de orejas correspondiente. Y mientras tanto, las imágenes de la CNTE derribando vallas demostraban que lo que se está quebrando no es ella, sino el equilibrio entre su investidura y la sombra permanente del hombre que se niega a dejarla gobernar.
Ricardo Anaya le lanza una prueba de fuego… y una advertencia
Y mientras Sheinbaum jura amor eterno, Ricardo Anaya le propone un examen de realidad: adelantar la revocación de mandato a 2027. El senador panista se mostró encantado con la idea y la empujó con una mezcla de ironía y cálculo político: sí, que vaya a la boleta… para que termine dejando el cargo.
Y remató con un dardo que duele más dentro de Morena que fuera: también muchos morenistas la van a traicionar, no por ideología, sino porque quieren usarla como ficha en sus propios feudos de poder. Traducido: los gobernadores de la 4T la ven como un trámite, no como una líder.
Anaya agregó que la revocación debe aplicarse también a los gobernadores, un movimiento que, si avanzara, exhibiría la fragilidad del “amor” que Sheinbaum presume desde el templete.
En resumen: mientras el país se debate entre conflictos reales, Sheinbaum sigue cantando baladas de fidelidad política hacia quien, desde Palenque, le mueve la silla sin piedad. Una presidenta que habla de fuerza, pero actúa como si su estabilidad dependiera de un solo hombre. Un romance desigual disfrazado de “convicción”, que empieza a costarle más que cualquier ataque de la oposición.
Entre otras cosas que doña Claudia tiene que “superar” está su pésimo gusto musical:
Chequen otras canciones de este grupo Firme, que son abiertamente misóginas y que de ninguna manera ponen en alto el nombre de México, como se atrevió a deciir Sheinbaum cuando era jefa de Gobierno.





