viernes, marzo 29

AMLO encubre a asesinos de Martha Erika y Moreno Valle, dice el líder panista Marko Cortés: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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“El guardadito de AMLO. Gasolina debería costar 4 pesos menos”: Carlos Loret de Mola/Historias de Reportero

La polarización del país se acentúa día con día. Chairos y fifís blanden sus armas y abonan a su causa, no a la de todos. No a la de la mayoría.

En esta jornada informativa tendríamos que haber dado cuenta en esta síntesis de prensa y televisión de las gravísimas acusaciones del líder nacional del PAN, publicadas por la revista Proceso:

“El presidente Andrés Manuel López Obrador encubre a quienes asesinaron a la gobernadora Martha Erika Alonso y a su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, acusó Marko Cortés, dirigente del Partido Acción Nacional (PAN), y afirmó que en Puebla “se prepara una elección de Estado“.

“Para nosotros deja de ser ya esto un accidente, al no encontrar la forma de poder explicar cuáles fueron las razones que provocaron el suceso”, afirmó Cortés sobre el desplome del helicóptero en el que viajaba la pareja y que, según él, sólo explica el encubrimiento de los responsables.

“Claro que hay falta de voluntad, claro que hay opacidad, claro que parece que hay encubrimiento en lo que ocurrió este 24 de diciembre”, expresó el panista sobre la tardanza del gobierno de López Obrador para esclarecer el caso.

Por otro lado, Televisa, la televisora más importante, concesionada por el Estado mexicano acusa, por voz de Carlos Loret de Mola (en su columna de El Universal) que “de haber seguido López Obrador con la fórmula peñanietista, el litro de Magna y Diésel estaría hoy cuatro pesos más barato. Como el presidente López Obrador tiene 75% de popularidad y no siente presión ciudadana, se puede dar el lujo de mantener alto el precio de la gasolina“.

Loret se explica:

“Si hubiera respetado la regla de precio de la gasolina establecida cuando el impopular gasolinazo de Peña Nieto, el litro estaría cuatro pesos más barato. ¿Por qué? Sencillo: el petróleo ha bajado diez dólares por barril y el tipo de cambio está menos caro”.

“El precio de la gasolina que pagamos los usuarios contiene un impuesto. Se llama Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, IEPS por sus siglas. Cuando la administración Peña Nieto dio el golpe del gasolinazo, publicó una fórmula a través de la cual el precio fluctuaría en función de los precios internacionales del petróleo, pero anunció que para ‘suavizar’ las subidas y bajadas del precio, el amortiguador sería un subsidio al impuesto que cobra el gobierno, el IEPS“.

“Así, desde enero de 2017 y hasta el final de su administración, los economistas de Peña Nieto ensanchaban y adelgazaban la recaudación del IEPS y su subsidio para mitigar el golpe a los consumidores. Por ejemplo, cuando aplicaron el ‘gasolinazo‘ cobraban 4.3 pesos de IEPS por litro de gasolina Magna, pero subsidiaban ese mismo litro con 3.2 pesos. En números redondos, recaudaban 1 peso de impuestos por cada litro de gasolina. Curiosamente, la nota indignante con la que se despidió ese sexenio fue que en su última quincena ya de plano les valió y cobraron el IEPS completo, no suavizaron nada: cobraron los 4 pesos completitos. Fue noticia de primera plana”.

“Y entró la “Cuarta Transformación”… y se siguió por ahí: sin suavizar nada, cobrando el IEPS completito, recaudando con ello una nada despreciable partida presupuestal. Y no sólo eso, tampoco tomó en cuenta que ahora el dólar está más abajo y el barril de petróleo más barato. Ambos datos deberían significar una gasolina más barata bajo la fórmula del sexenio anterior. No en el actual”.

Cuestionado el Presidente esta mañana en su conferencia de prensa, respondió con evasivas. No fue bien formulada la pregunta sobre si realmente tenía un “guardadito con la eliminación del subsidio al IEPS“, y de plano no leyó ni le informaron sobre lo que afirmaba Loret en su columna esa misma mañana.

No faltarán quienes despedacen al conductor de noticias de Televisa por su planteamiento crítico, aunque cien por ciento objetivo. En realidad, el Presidente se hubiera apuntado un diez si al iniciar su administración hubiera eliminado el IEPS, como se lo exigían los histéricos panistas. Y quizá hubiese evitado con esa medida las terribles crisis de desabasto y la tragedia de Tlahuelilpan provocadas por los huachicoleros.

Que unos cuantos gandallas se enriquecen hasta la ignominia, eso todos lo sabemos. Salta a la vista su cínica e insaciable voracidad. Sólo hay que ver el cochinero que dejaron. Que muchísimos se mueren de hambre y no cuentan ni con lo más elemental, eso también es una evidencia estadística. El meollo del asunto es a quién quitarle para darle a esas huestes de miserables abandonadas a su triste suerte.

Las clases medias son las que, parece, vamos a pagar el pato, o el ganso -cansado o no-. Si la Cuarta Transformación consistiera en instaurar un modelo económico que distribuya equitativamente la riqueza, es decir, que los ingresos de los muy capaces y trabajadores no fueran abrumadoramente mayores, descomunalmente grandes en comparación con los de quienes realizan trabajos humildes, ya sea por falta de oportunidades o por huevones o por lo que usted quiera, este modelo tendría forzosamente que grabar las fortunas inmensas con impuestos altísimos y garantizar ingresos decorosos para todos los trabajadores del país. Todos, desde un ‘cerillo’ en la tienda de autoservicio, o una trabajadora doméstica y un campesino, hasta el más alto ejecutivo de una empresa transnacional.

Pero parece que el Presidente López Obrador no contempla cambiar el modelo económico, porque está convencido y ha logrado convencer a la mitad de la población de que no es necesario. Piensa que acabando con la corrupción se allegará los recursos suficientes para sacar de su miseria a esas huestes desposeídas.

Si no se condenara a la más absoluta pobreza a muchos mientras se concentran riquezas fastuosísimas en cada vez menos familias, si todos viviéramos en la honrada medianía, sin diferencias abismales de ingresos por la sofisticación o destreza del trabajo realizado, o la experiencia y calificación, el país no estaría polarizado hasta el extremo en que hoy se perfila como una venezuelización de México.

El Presidente debería pensar también en las clases medias, porque somos las que estamos pagando el ganso de su franciscana devoción por los pobres, aunada a su temor de castigar con todo el peso de la ley a los saqueadores de la nación y a los millonarios neoliberales salvajes.

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