jueves, noviembre 21

Se desata el proceso sucesorio en el Edomex. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Invaden las calenturas a la prensa mexiquense. Dan por hecho mitos insostenibles

Los análisis dan por hecho que el Presidente López Obrador impulsará nuevamente a Delfina Gómez, su delfina para la gubernatura en el Edomex y que ello beneficiará al GAP, comandado por el senador Higinio Martínez.

El primer supuesto descansa en premisas que podrían ser muy difíciles de sostener. No digo que sea imposible, pero Delfina deberá superar la prueba del reto educativo postpandemia.

Esteban Moctezuma tiró el arpa cuando se percató finalmente de que don Andrés está demasiado aferrado a un modelo educativo que resultó funcional como aparato ideológico de Estado en la etapa que va de la educación socialista del cardenismo, hasta el surgimiento de Internet.

Ese modelo está caduco y la pandemia aceleró en forma definitiva su obsolescencia fatal y necesaria. Delfina es un dinosaurio prófugo del pupitre, condenada, junto con el aula tradicional, a desaparecer. Claro que don Andrés es tan, pero tan persistente, que podría jugarse la vida por un capricho.

El segundo supuesto, que Delfina iría como cuña del GAPismo, es para morirse de la risa. Los analistas siguen pensando que cuando don Higinio deje la senaduría, podría seguirse presentando como el mandamás por algún arte de magia o por su enorme carisma -ya despojado de la curul y abandonado por AMLO-, algo ciertamente improbable. Su incapacidad de negociación con las tribus de la izquierda real y con sectores progresistas del PRI -que los hay- así como con la prensa crítica, será su ruina.

Por muchas razones y a menos que la riegue en serio en Aduanas, el prospecto de López Obrador será con toda probabilidad, Horacio Duarte, quien tendrá forzosamente que aplicarles la aplanadora a sus viejos correligionarios del GAP y negociar con grupos locales y nacionales de poder, como Alejandro Encinas y lo que resta de un prianismo relativamente ajeno a la inmensa corrupción del peñismo.

Sería un ejemplo mundial de sobrevivencia política si se le permite a Marcelo Ebrard, después del ballenazo del Metro, seguir metiendo la mano en la joya de la corona mexiquense.

En lo referente al delmacismo, todo dependerá de los resultados de la consulta popular y no me refiero a si se aprueba o no que se juzgue a ex presidentes, porque todo el mundo sabe la respuesta, sino a si realmente existirá la voluntad política de AMLO para culminar esa consulta con acciones legales contundentes, aunque también ahí todo el mundo sabe la respuesta: el Presidente no desea juzgar a sus antecesores más allá de las condenas verbales cotidianas de las Mañaneras.

De cualquier manera, el delmacismo podría sobrevivir dependiendo de hasta qué grado alcance el evidente pacto de impunidad acordado con Peña, específicamente en el caso del Estado de México. Lo más probable es que tal acuerdo -de existir- sobreviva hasta antes del inicio de la crucial sucesión estatal del 2023, cuando ya se verán los resultados concretos de la consulta -como decía- de la revocación del mandato, del aeropuerto de Santa Lucía y del Tren Rápido a la Ciudad de México.

Finalmente habría que evaluar el deterioro creciente de la imagen presidencial en su bastión fundamental de la Ciudad de México, que podría contagiar al Edomex -sobre todo en la zona metropolitana y del Valle de Toluca- así como en varios estados de la República -incluidos los que ostentarán gobernadores del “nuevo Morena” que, como en el caso de los del “nuevo PRI” podrían significar una grave decepción, y, por lo tanto, debilitar al Presidente en su propio proceso sucesorio. Ya veremos.

Ignoro si Horacio Duarte puede llegar a convertirse en el gran líder que requiere la entidad para aglutinar alrededor suyo a todos los sectores progresistas, independientemente de sus siglas de partido o de facción empresarial, sindical o de cualquier grupo de presión. Pero eso es lo que se necesita y claramente ni la maestra Delfina, ni Higinio Martínez, ni ninguno de los consentidos de Alfredo del Mazo ha demostrado, en la práctica, esa capacidad.

El delmacismo es sinónimo de intolerancia ante todo lo que no deslumbre en su corte nobiliaria y frente a la prensa crítica. Su desprecio hacia el periodismo independiente choca con la tradición que en el Estado de México defendieron los gobernadores desde su padre, don Alfredo del Mazo González, hasta César Camacho, pasando por todos los demás, destacando a Ignacio Pichardo y Emilio Chuayffet.

La ruina para la tolerancia en la entidad la inauguró el nefasto Eruviel Ávila quien, desgraciadamente, contagió al tercero de una dinastía mucho más inteligente y preparada en ese delicado tema.

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