El “Maurilismo”, fase superior del entreguismo. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López S.
Podrían desaprovechar la oportunidad de que una mujer presida el Congreso mexiquense
De la multitud de anécdotas derivadas de un proceso electoral dominado por el crimen organizado, podemos extraer infinidad de ejemplos tragicómicos: Alejandra del Moral diciéndole al vocero de la nueva derecha, Ciro Gómez Leyva, que el Gobierno priista del Estado de México no rindió la plaza del emblemático Valle de Bravo ante los criminales, cuando su candidata secuestrada y amenazada de muerte, Zudikey Rodríguez, tuvo que abandonar la lucha “en acuerdo con el Comité Directivo Estatal, porque prefiere preservar la vida propia y la de su familia”.
Cuando una alcaldesa malhablada, sí, pero muy eficiente en su trabajo, como Gabriela Gamboa, fue derrotada por un priista disfrazado de panista, el triple efe, acusado de desvíos de fondos por alrededor de ¡mil millones de pesos!, y este “héroe que necesita Metepec” derrotó a la morenista con un despliegue publicitario inquisitorial de proporciones monumentales, armado en los medios hegemónicos más costosos no del estado, sino del país, con base en una serie de llamadas telefónicas personales, ¡grabadas y difundidas i-le-gal-men-te!
Cuando el autodestape de Higinio Martínez para la gubernatura, aderezado con cuentas alegrísimas, se plantea como si la debacle de Morena en el Estado de México no existiera y no fuera casi exclusivamente de su absoluta responsabilidad. Luego de ese insólito autodestape este grupo dominante del morenismo perredizado nos obsequia con el apoteósico “mauriliazo“, que no es otra cosa que el consiguiente autodestape del achichincle que imita al del patrón.
Sí. Aunque usted no lo crea, don Maurilio quiere repetir como mandamás (ahora ya no absoluto) del Congreso local, al menos durante el primer año de la próxima Legislatura, y atribuye la estrepitosa derrota (que califica como “triunfo”) al uso y abuso de la famosa Tarjeta Rosa que ignoró -e incluso solapó- durante todo el trienio.
Quiere seguir tronando sus chicharrones en un Congreso local paritario en materia de género, pero solo numéricamente hablando, porque el club de Tobi de la Junta de Coordinación Política ha avasallado la toma de decisiones, incluso aplicando violencia política de género a las legisladoras que no se someten a su línea dictatorial y marginando a las que forman parte de su facción.
“Que quede claro, Morena no perdió este 6 de junio” dice muy orondo don Maurilio en conferencia de prensa destinada a hacerle creer a su disminuido gremio que él puede continuar al frente, porque no todo se perdió y ahora que se verán obligados a negociar con los opositores, él y nadie más -piensa- reúne las características necesarias, pues estuvo ensayando los acuerdos y consensos durante casi 3 años que tuvo la mayoría suficiente para imponerse -como siempre han hecho los prianistas-, pero “prefirió conciliar”.
No parece haberles caído el veinte a los gapistas (gatopardistas), que esta elección ha dado por completo al traste con su hegemonía, gestando nuevos liderazgos dentro del morenismo mexiquense, como son los derivados de los triunfos electorales en Ecatepec y en Neza, entre otros importantes municipios, la consolidación del liderazgo estatal de Daniel Serrano al haber sido traicionado -lo que, lejos de minarlo, lo fortalece-, y el encumbramiento a nivel nacional de los amigos del Presidente López Obrador, Delfina Gómez y Horacio Duarte, lo que les permite bregar al margen del derrotado y nefasto higiniomaurilismo.
Los diputados electos de Morena deberían tomar la sabia decisión de retirar a Maurilio y reivindicar a las mujeres en el liderazgo del grupo parlamentario.
La decisión apunta claramente hacia una legisladora que, por formar parte del GAP, se niegue a emprender una cacería de brujas. Una que puede conciliar perfectamente con personajes como Daniel Serrano y los próximos alcaldes de Ecatepec y Neza para construir las bases del movimiento como un partido político unificado, eficiente y funcional que frene de tajo la inexorable debacle. Alguien que tenga buena relación con toda la prensa de la entidad, incluidos los periodistas críticos marginados por Maurilio. Alguien como Azucena Cisneros.
¡Ya estuvo bueno de maurilear!
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