jueves, noviembre 21

El mito de que AMLO fue derrotado en la Consulta. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López

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Llegó la hora de que el Movimiento de Regeneración Nacional deje de depender de un solo hombre

Se ha estado difundiendo tanto en la prensa crítica, como en la neoliberal -que rara vez coinciden-, la idea de que el presidente López Obrador “perdió en la consulta nacional para juzgar a expresidentes“.

Raymundo Riva Palacio (uno de sus más feroces críticos) vaticina que la escasa capacidad de movilización del mandatario, mostrada en la experiencia del domingo, pone en entredicho su eventual triunfo en la revocación del mandato. De hecho, titula su columna de hoy “Presidencia, ¿en riesgo?”.

En el otro extremo, periodistas y políticos incondicionales del presidente hacen acrobáticos ejercicios de estiramiento conceptual para convencer a sus seguidores de que la consulta fue un triunfo porque, aunque pocos, la inmensa mayoría de los que votaron lo hicieron por el “SÍ”.

La verdad es que AMLO no desea juzgar a expresidentes. Lo ha reiterado hasta el cansancio desde el inicio de su administración. El hecho de que a diario los queme verbalmente en leña verde confunde a sus adversarios y a muchos de sus fieles seguidores, pero no hay duda, el mandatario ni siquiera se tomó la molestia de ir a votar y dejó en claro que si lo hacía votaría por el “NO”. ¿Tiene algo de extraño que los 30 millones que votamos por él en el 18 tomáramos la misma actitud el domingo?

¿Tiene algo de indescifrable que los beneficiarios de la corrupción festejen que solo el 7% del padrón fue a votar?

En tiempos de don Porfirio (Díaz, no Muñoz Ledo), la población en México fluctuó entre los 800 mil habitantes, en 1877, y 1 millón, 469 mil, en 1910. Así que un siglo y una década después, no es muy alentador que 6 millones y pico se hayan lanzado a dar cuerpo a la primera consulta popular constitucional llevada a cabo con una población de casi 130 millones de habitantes, como pretende celebrar don Andrés.

Para que fuera vinculante, deberían haber votado en la consulta 40% de los electores del padrón (más de los 30 millones de habitantes que votamos por Morena en el 2018).

Así pues, el pobre resultado del 7% es un gran triunfo para los expresidentes, pero también para AMLO, que se quita de encima la molesta maledicencia que lo señala como firmante de un pacto secreto de impunidad con Peña y sus secuaces, pues ahora él podrá argumentar que fue el pueblo el que decidió. Que tuvimos la oportunidad de votar para que se les juzgara, pero no lo hicimos. Preferimos no participar, lo que indica que el pueblo bueno y sabio piensa exactamente como don Andrés, es decir, mirar hacia adelante porque “lo nuestro no es la venganza”.

En lo futuro y gracias a la fracasada o exitosa consulta, dependiendo de quién la evalúe, el omiso en aplicar la ley a los “tiranos neoliberales” no será quien juró cumplirla y hacerla cumplir a la hora de tomar posesión del cargo, sino la bendita y costosa “democracia participativa”.

Por eso el presidente está tan contento con Alejandro Gertz Manero y le reitera casi a diario su absoluta confianza. Don Andrés no miente, lo ha repetido mil veces: él no quiere que se meta a la cárcel a nadie, salvo a Rosario Robles, con quien tiene una afrenta personalísima -aunque eso no lo dice-.

Cuando todos entendamos que AMLO está convencido de que con sus peroratas matutinas va a cambiar el rumbo de la corrupción, porque “el hombre es bueno por naturaleza” (como decía Rousseau y quienes creemos más en Summerhill que en El Señor de las Moscas); cuando estemos finalmente ciertos de que “la paz es fruto de la justicia” y asimilemos de una vez por todas que la causa última de la delincuencia es que los chavos no tienen escuela ni trabajo y por eso los recluta el crimen organizado, es decir, cuando finalmente impere en México “la revolución de las conciencias”, la corrupción ya no tendrá lugar entre nosotros y nos abrazaremos todos, ricos y pobres, sin balearnos.

A esta serie de mitos sobre los que un indudable hombre de buena fe como don Andrés está aferrado, y no hay poder humano (ni divino) que lo haga cambiar de opinión, se suma el de que la pensión universal de adultos mayores “ayuda a los pobres”.

Esa pensión, por el mismo hecho de ser “universal”, la puede recibir hasta Carlos Slim, el adulto mayor más rico de México. Para que realmente fuera una “ayuda para los pobres” como reza la propaganda, tendría, en primer lugar, que incrementarse sustancialmente. Y para financiar eso, en segundo lugar, bastaría con destinarla a quienes realmente la necesitan y no a todo el universo de adultos mayores, entre los que se cuela un gran número de ricachones y muchos más clasemedieros que no le vamos a hacer el feo a quien nos invita una comidita al mes en un restaurante regularsón, o una al bimestre en otro de mayor jerarquía.

Otro mito que difunde profusamente don Andrés es que sus reuniones diarias con el gabinete de seguridad constituyen una medida eficaz para abatir a la delincuencia.

Cada vez que se le pregunta por los magros resultados en el tema más delicado de su gobierno que, efectivamente, heredó -como heredan todos los gobernantes las carencias y traiciones de sus antecesores sin que usen eso como pretexto para justificar su ineficacia- el presidente alude a sus reuniones diarias ¡a las 6 de la mañana!, como para impresionar con esa enorme capacidad de trabajo, cuando lo que se le implora no es constancia y sacrificios, sino ¡re-sul-ta-dos!

Otro mito es el de que la militarización de la Guardia Nacional y su sometimiento al mando de las Fuerzas Armadas es garantía de que esa instancia originalmente planeada como institución civil, “no se echará a perder como ocurrió con las Policía Federal del corrupto García Luna”.

Don Andrés es una buena persona, bien intencionada, pero alguien tiene que explicarle que el Ejército está muy lejos de ser una institución purificadora, ajena a la corrupción que impera en el país.

El hombre no escucha y eso es muy grave para un gobernante. Pero quienes vamos a tener a final de cuentas la culpa de que esto no funcione seremos los que no nos atrevimos a criticarlo con argumentos, sin odio hacia su persona, a diferencia de los malandros que desean el regreso de los saqueadores genocidas.

Monreal tiene la gran oportunidad de oponerse a la militarización plena de la Guardia Nacional, por ejemplo. Y hacerlo seguramente lo proyectará mejor en sus planes personales que si sigue sometido a la voluntad de un buen hombre que ha dejado de ver claro. Sus verdaderos amigos tienen que obligarlo a rectificar, porque de otro modo serán los enemigos abyectos los que reconquisten la voluntad ciudadana, harta no del excelso discurso de don Andrés, a quien respetamos y admiramos, sino de la incongruencia entre el discurso y algunas de sus acciones de Gobierno.

El grupo cercano al Presidente debe insistirle en que rompa el pacto de impunidad con los corruptos, grabe fortunas de mega millonarios, cambie al fiscal Gertz por alguien como Santiago Nieto y ponga a trabajar a la Guardia Nacional, bajo un mando civil, para detener a la delincuencia organizada, entre otras tareas urgentísimas, como la nacionalización del litio y la expulsión inmediata de concesionarios mineros y de Radio y Televisión que no respeten las reglas del juego democrático y nacionalista.

A final de cuentas, son sólo unos cuantos los que quieren reinstaurar el régimen de corrupción que destruye a nuestro hermoso país. La mayoría -hasta los más reaccionarios en lo ideológico, siempre que no sean corruptos- queremos lo mismo, es decir, que esto funcione para todos, independientemente de siglas partidistas. ¿No cree usted?

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