La consulta, fracaso o éxito, según el cristal con que se mire. Por Jesús López Segura
AMLO feliz. Ahora puede justificar el pacto de impunidad con Peña y cambiar al INE antes de la revocación del mandato
El Presidente López Obrador consideró un éxito la consulta fallida de ayer, cuando no votó ni el 8% del padrón (se esperaba alcanzar un 40% para que el ejercicio tuviera carácter “vinculatorio”, es decir, que por mandato ciudadano, se obligara a las autoridades a juzgar a los corruptos del pasado).
Resaltó AMLO que el hecho de que 6 millones y medio de personas se pronuncien democráticamente no puede ser considerado un fracaso. “La democracia no fracasa nunca”, expresó a manera de slogan publicitario.
Dijo el Presidente que más allá del resultado en términos de la opinión de los participantes (que abrumadoramente votaron por el sí, es decir casi el 97%), lo que importa es el ejercicio en sí mismo, porque se abre la puerta para irnos acostumbrando, poco a poco, a la “democracia participativa”, que constituye algo así como la etapa superior de la democracia.
Don Andrés se veía feliz y muy locuaz en la defensa de un ejercicio que costó más de 500 millones de pesos “tirados a la basura” según los opositores que ahora podrán descansar tranquilos.
Consideró el Presidente que cuando hay voluntad y deseos de hacer las cosas el dinero no importa, refutando a aquéllos que señalan, en defensa de la abúlica participación del INE, que el Congreso no les autorizó la cantidad requerida para una buena organización del evento.
Así que, en términos del mandatario impulsor de la consulta, paradójicamente se trató de un éxito rotundo, pero para quienes teníamos todavía una leve esperanza de que López Obrador se viera obligado a enjuiciar y encarcelar a expresidentes -que él mismo no se ha cansado de denunciar públicamente como ladrones y asesinos-, de un parajódico (sic) fracaso.
De cualquier modo, todo el mundo sabía de antemano cuál sería el resultado de la consulta. Ni modo que los mexicanos no quisiéramos ver en el tambo a los genocidas y rateros que se han burlado de nosotros durante décadas y nos han sumido en la miseria y el horror. Hasta resulta ingenuo (por no decir otra cosa) preguntar si se desea aplicarles la ley a esos “monstruos”, como los retrata a diario el Presidente López en su Mañanera.
Es claro que los únicos que no quieren ver en la cárcel a sus mecenas son los beneficiarios de la corrupción (máximo un diez por ciento de la población). No se necesita ser un genio para ver con claridad este axioma del más puro sentido común.
Con todo respeto, hay una especie de esquizofrenia muy preocupante en los planteamientos, a todas luces insostenibles y contradictorios, del mandatario mexicano. Por un lado, acusa a los 5 personajes que le precedieron en el cargo presidencial de toda clase de infamias (sin presentar pruebas por cierto). Su retórica para demolerlos públicamente es inmisericorde. Pero, por otro lado, don Andrés dice que no quiere que se les juzgue, que porque él no es vengativo -como si la aplicación de la ley en un “Estado de Derecho” fuera materia de inclinaciones personales de quien juró cumplirla y hacerla cumplir- o que porque tienen muy buenos abogados -como si el Estado no pudiera encontrar o financiar muchos mejores-.
Por un lado, AMLO impulsa la consulta pero, por el otro, dice primero que él votaría por el NO y a la mera hora del ejercicio con el que nos ha estado entreteniendo durante tres años, decide simplemente no participar.
Como don Andrés no es esquizofrénico y más bien es un tipo muy inteligente y hábil para manejar a las masas de sus seguidores fieles y fanáticos, lo que pienso es que se inventó este asunto de la consulta con dos propósitos finamente tejidos:
Uno.- Quitarse de encima la presión ciudadana para romper el (ahora sí comprobado) pacto de impunidad con Peña Nieto y su patrón, Carlos Salinas de Gortari.
Y dos.- Tener un muy buen pretexto para deshacerse de los dos machuchones del INE: El Gran Jefe Toro Sentado, Lorenza Córdoba y su patiño consentido, Ciro Murayama, para superar la única y verdadera consulta que le preocupa al Presidente, la del año próximo.
Si en verdad don Andrés quiere escuchar y obedecer al pueblo, bastaría con muy baratas encuestas nacionales, con muestras representativas impecables, aplicadas por el confiabilísimo INEGI, sobre los más variados y delicados temas.
Pero hay una salvedad. No siempre el método democrático conduce por el camino correcto. Preguntar a una masa ciudadana feminicida, como la mexicana -bombardeada durante 7 décadas por medios hegemónicos tributarios de los prejuicios y mojigaterías de la Iglesia Católica-, sobre la despenalización del aborto, por ejemplo, no es ninguna buena idea.
Primero se debe educar a la población sobre los derechos de las mujeres y clarificar los prejuicios que sus explotadores milenarios les han inculcado. Para ello sería necesario revisar y sanear las concesiones televisivas y radiofónicas otorgadas y amamantadas por gobiernos corruptos.
Poner al frente de la Fiscalía General de una República dominada por el crimen organizado (de cuello blanco asociado con el de cuello rojo) a un florero como el señor Gertz, a quien para colmo se le refrenda la confianza públicamente cada vez que vuela una mosca, manda la señal inequívoca de que se sigue fomentando la impunidad y el Estado de Chueco, aunque se grite lo contrario. ¿No cree usted?
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