Ana Guevara: “Lo que gano me lo trago, me lo unto y me lo visto como me da mi chingada gana”
AMLO la defiende y culpa al “neoliberalismo” por los vergonzosos resultados olímpicos de México en París
AL GRANO. Por Jesús López Segura
La noticia, lamentablemente, no son las declaraciones de esta finísima persona, doña Ana Guevara, la otrora gloriosa deportista mexicana echada a perder como funcionaria por la 4té, quien no niega la cruz de su parroquia y asume con orgullo bravucón su extrema vulgaridad; tampoco el hecho inusitado de que el Presidente López Obrador la defienda con la gastadísima estrategia de culpar al neoliberalismo, luego de casi 6 años al mando; la noticia es en realidad que el pueblo mexicano, bueno y sabio, ¡todavía se las crea!
Ante las perlas declarativas de la directora de la CONADE luego de haber ocupado el lugar 65 en el medallero olímpico de París, por debajo de naciones como Guatemala, Cuba y Ecuador, superando así las expectativas más mediocres sobre su triste desempeño, y habiendo hecho gala del despilfarro típico de los nuevos ricos, pero con recursos públicos, el presidente Andrés Manuel López Obrador admitió que México tiene potencial en el desempeño deportivo, pero le cargó los resultados de los Juegos Olímpicos de París 2024 al “periodo decadente del neoliberalismo”, y no a la gestión de Ana Gabriela Guevara, a punto de terminar su sexenio.
Quizá envalentonada por las recientes fanfarronerías del mandatario, en el sentido de reconocerse a sí mismo, textualmente, como “naco, chinto y chairo”, la Guevara, molesta ante la presión mediática por su oneroso viaje a París en clase ejecutiva, y sus desplantes de desprecio ante delegaciones deportivas exitosas a pesar de la falta de apoyos de su parte, como cuando dijo “por mí, que vendan calzones” en el tema de las atletas de nado sincronizado, concluyó ante los medios que cubrían la conferencia de prensa: “como diría un expresidente, ningún chile les embona. Si voy porque voy, si no voy porque no voy”.
No tiene la culpa el chinto (Amlo dixit), sino quien lo hace funcionario público (nótese el cuidadoso empeño en librar cualquier acusación facilona de “racismo corriente”).
Muy bien podrían haber dicho Santiago Nieto y César Yáñez que el dinero que despilfarraron en sus respectivas bodas obedecía a una decisión soberana de “su chingada gana”. ¿O qué la austeridad franciscana solo aplica a los hombres?