Responsabiliza AMLO a EE. UU. de violencia en Sinaloa. AL GRANO. Por Jesús López Segura
El repentino giro retórico “antimperialista” de AMLO, ¿un nuevo plan con maña?
A escasos días del fin de su mandato formal, Andrés Manuel López Obrador echa más leña al fuego en la relación con su principal socio comercial –de por sí muy deteriorada con la aprobación de una reforma judicial que afecta de raíz las reglas del T-MEC–, acusando abiertamente que la operación en la que fue capturado y trasladado a Estados Unidos el narcotraficante Ismael “El Mayo” Zambada –acción concertada sin el conocimiento ni el consentimiento de su gobierno, insiste–, es la causa principal de las gravísimas confrontaciones armadas entre los Chapitos y los Mayitos en Culiacán y municipios conurbados.
Con ese reclamo inédito, López Obrador ratifica su inamovible y fatídica creencia de que la “normalidad” en materia de Seguridad en México (no solo en Sinaloa) depende no de las acciones concretas del Estado mexicano contra las organizaciones criminales que tienen en jaque a la República, sino de la buena voluntad de esos cárteles de las drogas y de la colaboración de las fuerzas de seguridad (civiles y militares) para dejarlos trabajar en paz, es decir, que no se moleste a los líderes de los grupos criminales, pues ellos son los únicos capaces, según expuso sin rubor el militar de mayor rango en Mazatlán, Francisco Jesús Leana Ojeda, de terminar con las confrontaciones para devolver la normalidad a la ciudadanía, “normalidad” en la que los asesinatos y extorsiones se realizan con discreción y en lo obscurito.
Al afirmar que “no puede haber una relación de cooperación cuando se toman medidas unilaterales”, el presidente mexicano apunta a un desequilibrio en la relación bilateral, donde Estados Unidos parece actuar con total independencia, a pesar de las implicaciones en territorio mexicano, sin detenerse a pensar jamás en la muy alta probabilidad de que el gobierno de Joe Biden le haya perdido por completo la confianza.
Extremadamente molesto, López Obrador no solo cuestiona la legalidad de la operación, calificándola como “irregular” y como un “secuestro” disfrazado de justicia, sino que también critica el impacto real que esta acción tendrá en el narcotráfico. ¿Realmente contribuye la captura del señor Zambada [dice AMLO con respeto] a frenar el tráfico de drogas o es simplemente un movimiento propagandístico de Estados Unidos para mostrar que están abordando la crisis del fentanilo, que mata a cien mil de sus ciudadanos al año?
El mandatario mexicano ¿saliente? parece enviar mensajes nada encubiertos a los criminales de que él no tuvo nada que ver con el secuestro del Mayo y definitivamente no está de acuerdo con el extremadamente eficaz operativo que cualquier país civilizado estaría festejando con bombo, platillo y felicitaciones compartidas, pero aquí da la impresión de que se rompieron acuerdos inconfesables.
Como si estuviera empeñado en afectar la relación bilateral antes de la entrega del mando formal, AMLO no ha escatimado discursos inflamados de grandilocuencia antimperialista, remitiendo a la Doctrina Monroe, así como a las intervenciones norteamericanas y la pérdida de la mitad de nuestro territorio, en una docena por lo menos de mañaneras cargadas de pomposas reminiscencias de los largos monólogos castristas de la revolución cubana de mediados del siglo pasado.
Amlo ha jurado, en repetidas ocasiones, que se retirará a una vida de asceta en su muy bien pertrechado (hasta con una terminal del Tren Maya) retiro paradisiaco en Palenque, y ha dicho en solo una ocasión -que se recuerde- que esa calidad de ermitaño solo podría ser interrumpida por el llamado de su sucesora por alguna circunstancia excepcional, como un grave conflicto internacional.
Quizá las incomprensibles agresiones a los poderosos vecinos del norte constituyen, como todo lo que hace este pícaro tabasqueño, un gran plan con maña para el futuro inmediato, lo que explicaría, por añadidura, su irracional obsesión en fortalecer a las fuerzas armadas mexicanas, como nunca antes se había hecho, y militarizar la seguridad pública del país, a pesar de sus reiteradas promesas de campaña en contrario.
¿Nos está preparando López para insertarnos -sin una obligada consulta previa- en el bloque chino-soviético, como meta final, o segundo piso de lo que llaman la “cuarta transformación nacional?
¿De qué otra forma se explica que, tanto al mandatario saliente, como a la entrante, les valga completamente madre cualquier llamado urgente de sus socios comerciales sobre los graves riesgos que la reforma judicial implican para el T-MEC?