“Me están besando el culo” dice Trump sobre países que buscan paliar el problema de los aranceles

La grotesca burla del mandatario no impide que le lluevan a él aranceles desde Europa
Por Jesús López Segura
Donald Trump ha vuelto a subirse al escenario con su habitual combinación de megalomanía y vulgaridad. Con esmoquin, pajarita y micrófono en mano, el Presidente de Estados Unidos no solo presumió de tener al mundo de rodillas, sino que se burló abiertamente de los países que intentan frenar la maquinaria arancelaria que ha desatado como si fuera una pistola de feria: disparando a todo lo que se mueva.
“¡Me están besando el trasero!”, gritó Trump con su característico tono fanfarrón, en una cena del Comité Nacional Republicano, mientras imitaba a líderes extranjeros suplicando: “Por favor, señor, haré lo que sea, señor”. Y entre carcajadas de los suyos, presumió de haber creado la “transacción más grande en la historia de nuestro país”. En su mundo alterno, lo que para los demás es diplomacia y comercio internacional, para él es un espectáculo de humillación global… con él como domador.
Pero la realidad —esa señora que Trump suele ignorar con descaro— le ha devuelto la grosería con intereses. La Unión Europea, cansada de recibir escupitajos tarifarios de Washington, ha contraatacado con una lluvia de aranceles por 23 mil millones de dólares a productos estadounidenses. ¿El blanco? Estados sensibles políticamente para los republicanos: soja de Luisiana, motocicletas, diamantes, productos agrícolas. Donde más duele.
La guerra comercial ya no es solo contra China, que ahora enfrentará tarifas del 104% en sus exportaciones a EE.UU., sino contra medio planeta. La UE ha aprobado impuestos que entrarán en vigor entre abril y diciembre y que amenazan con dinamitar cualquier posibilidad de entendimiento transatlántico.
Y mientras Trump lanza más amenazas (como gravar productos farmacéuticos, semiconductores o madera), los aliados tradicionales de EE.UU. se organizan para responder con un mensaje claro: el matón del vecindario ya no intimida como antes. Su show de “besos en el trasero” puede entretener a sus fanáticos, pero en los salones de negociación, su arrogancia ha puesto en pausa cualquier avance.
Así que, mientras el expresidente cree que impone respeto, el mundo simplemente le está cobrando la factura de su insolencia, y con aranceles bien calibrados. Porque sí, señor Trump: la diplomacia no es un show de humillación. Y usted, aunque se disfrace de negociador imbatible, está cada vez más solo… y más caro.