¿México se blinda rumbo al BRICS? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Eso explicaría la militarización obsesiva del obradorismo, como una medida “preventiva”
La reciente aprobación de la reforma a la Ley de la Guardia Nacional, que formaliza el dominio absoluto de la Sedena sobre este cuerpo armado y le entrega además funciones de espionaje, operaciones encubiertas e incluso la llave para postular candidatos militares a puestos de elección popular, va más allá de un simple viraje autoritario. Podría formar parte de una estrategia mayor y mucho más ambiciosa: el rediseño del aparato estatal mexicano para blindarse frente a los intereses de Estados Unidos… en un contexto donde el bloque geopolítico del BRICS comienza a coquetear discretamente con México y abiertamente con Cuba.
Parece una hipótesis atrevida, pero cobra sentido al analizar el patrón de acumulación de poder castrense bajo los gobiernos de la Cuarta Transformación con las funciones de inteligencia y vigilancia atribuidas al Ejército, lo que dibuja un Estado que se está preparando para controlar no sólo la seguridad pública, sino también el aparato electoral, los sistemas de información y las decisiones estratégicas del país.
¿Pero por qué tanto poder, justo ahora?
Una posible respuesta es geopolítica. Con el debilitamiento de la hegemonía estadounidense y el ascenso de polos alternativos —como China, Rusia, India y Brasil—, el BRICS se presenta como un contrapeso al orden internacional dictado por Washington. No es secreto que México ha mostrado interés creciente en este bloque: el discurso soberanista de López Obrador, su simpatía por regímenes como el de Putin o Lula, su desdén por la OEA y su abierto rechazo al intervencionismo norteamericano son señales inequívocas en esa dirección.
Si México realmente considera dar el salto y buscar su ingreso al BRICS —y con ello romper con la lógica de subordinación tradicional al norte—, es lógico pensar que el gobierno se esté preparando para una reacción hostil de su vecino. No es una fantasía: Estados Unidos ha intervenido en múltiples ocasiones, directa o indirectamente, en países de su “patio trasero” que osaron desalinearse de su órbita. Por tanto, una militarización de la vida nacional no sólo garantizaría el control político interno, sino que también funcionaría como disuasión ante una posible presión externa, por mucho que el hijo más tonto de Trump considere que nos aniquilarían en no más de 4 segundos.
La Guardia Nacional, entonces, no sería ya un cuerpo híbrido de policía con formación civil, sino el ariete de un nuevo modelo de Estado: uno militarizado, vertical, con vigilancia sobre la población y control absoluto de la narrativa pública. Un Estado listo para resistir presiones externas, sofocar descontentos internos y consolidar, bajo el pretexto de la “transformación”, un régimen de partido único vestido de democracia.
Los aplausos y las mañanitas cantadas en San Lázaro al finalizar la aprobación de la reforma —con una manta que decía “Feliz Cumpleaños, Presidenta”— sólo hacen más grotesco el contexto. El oficialismo celebra no una victoria jurídica o técnica, sino un avance político que transforma la esencia misma de la República.
La pregunta es: ¿quién manda ahora realmente en México? ¿El Congreso? ¿La Presidenta? ¿Palenque? ¿O la Sedena? Y más importante aún: ¿estamos presenciando la antesala de un reacomodo geopolítico en el que México se coloca, por primera vez en su historia reciente, fuera de la órbita de Washington?
Si la apuesta es por el BRICS, la militarización no es una anomalía. Es el blindaje preventivo. Porque ningún país puede romper con el imperio en decadencia sin esperar consecuencias, y menos ante el mandato de un hombre desquiciado como Donald Trump, tan ansioso por disparar sus juguetes bélicos, y una cuarta transformación que parece haber perdido ya el pudor democrático, preparándose para la guerra.
El hundimiento del carguero Morning Midas en el Pacífico, con una carga de 3,000 vehículos procedentes de China rumbo a México —incluyendo 70 autos eléctricos y 680 híbridos—, pone de relieve los crecientes riesgos e intereses monumentales de la guerra comercial entre las superpotencias.
Aunque no hubo víctimas y las 22 personas a bordo fueron rescatadas sin lesiones, el hundimiento del buque, bajo bandera liberiana, representa una pérdida logística significativa para el comercio entre China y México, y plantea interrogantes sobre la seguridad en la cadena de suministro de vehículos asiáticos al mercado latinoamericano.