viernes, agosto 8

Harfuch, en la mira de criminales y narcopolíticos. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Alfonso Zárate desliza una advertencia sobre un posible atentado que podría sacudir a todo el país

En su reciente columna (“Poner las barbas a remojar“. El Universal), Alfonso Zárate lanza una advertencia que debería encender todas las alarmas en Palacio Nacional y en las oficinas de seguridad: el secretario Omar García Harfuch, hombre clave del nuevo rediseño institucional en materia de inteligencia y seguridad, podría ser blanco de un atentado que, de concretarse, tendría consecuencias gravísimas para la gobernabilidad del país y la presidencia de Claudia Sheinbaum.

Zárate analiza el viraje forzado del gobierno federal en su estrategia de seguridad. Después de seis años de lo que llama con ironía “complacencia con el crimen”, perseverar en el delirio de los “abrazos, no balazos” resultaba no solo inútil, sino suicida. El cambio —aunque tardío— no solo responde al hartazgo ciudadano y a la urgente necesidad de restaurar la menguada autoridad del Estado, sino también, advierte el autor, a la presión nada sutil del gobierno de Donald Trump, para quien México sigue siendo territorio dominado por cárteles.

En ese contexto, García Harfuch no solo funge como ejecutor de la nueva línea dura, sino como el dique que intenta contener el intervencionismo estadounidense. De ahí su fortalecimiento institucional: ahora controla el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y, de forma insólita, también la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), órganos que concentran un poder descomunal. “Información es poder”, recuerda Zárate, aludiendo a los tiempos dorados del priismo autoritario, cuando Gobernación espiaba a propios y extraños.

El señalamiento más inquietante de la columna, sin embargo, llega cuando el autor plantea —con elegante sobriedad, pero con evidente preocupación— que quienes antes se sentían protegidos por figuras ya desplazadas, como el general Audomaro Martínez o Pablo Gómez, podrían sentirse tan amenazados que lleguen a “intentar una locura”. ¿Está sugiriendo Zárate que la vida de Harfuch corre peligro no solo por parte del crimen organizado, sino también desde las propias entrañas del sistema?

La posdata refuerza el mensaje: el asesinato reciente del delegado de la FGR en Reynosa, a plena luz del día, es interpretado como una ominosa advertencia, una muestra de fuerza de quienes se resisten al nuevo orden. Para Zárate, ese crimen no solo desafía a la nueva estrategia de seguridad, sino que presagia posibles agresiones dirigidas a figuras clave como Harfuch.

En suma, la columna es mucho más que una reflexión sobre cambios en el organigrama de seguridad. Es un grito contenido, una alerta que no puede ni debe tomarse a la ligera: si algo le ocurriera a Omar García Harfuch, el golpe al Estado mexicano y a la presidencia de Sheinbaum sería de una gravedad incalculable. Y eso, por sí solo, ya convierte esta advertencia en una de las más serias lanzadas en el naciente sexenio.

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