Rocha Moya obtiene su credencial de impunidad. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
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A 13 días de que se cumpla el plazo, no hay señales de querer frenar el tráfico de fentanilo
Nada como la bendición de la familia presidencial para borrar los pecados políticos. En medio de un Sinaloa sumido en la violencia y con ciudadanos marchando en su contra, el gobernador Rubén Rocha Mayo, perdón Moya, se apresuró a afiliarse a Morena. ¿Y quién mejor para entregarle su credencial que Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente y operador clave en el partido?
Con la desfachatez que caracteriza al mandatario proclive a la negociación con el narco, Rocha Moya abrazó formalmente al “humanismo mexicano” y compartió en sus redes el evento con entusiasmo desbordante: “Seguimos trabajando con convicción y humanismo, poniendo siempre al pueblo en el centro de las decisiones”. Un mensaje que suena a burla para quienes han sufrido la inseguridad bajo su administración.
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Ciudadanos piden la destitución de Rocha Moya en Sinaloa
La foto con López Beltrán es más que un acto simbólico: es la confirmación de que en Morena no hay filtro moral para sumar cuadros. No importa que su gobierno haya sido señalado por su cercanía con el crimen organizado o que Sheinbaum haya tenido que salir en su defensa más de una vez. Lo que importa es la presunta lealtad al movimiento.
Con un discurso reciclado sobre la lucha por la justicia y la democracia, Rocha reafirma su compromiso con la llamada Cuarta Transformación, como si su historial de omisiones y complicidades quedara automáticamente lavado con una credencial partidista.
La lección es clara: en Morena, la afiliación no es cuestión de principios, sino de utilidad política. Y si esa utilidad es más importante que el bienestar de los sinaloenses, que así sea, mientras -repito- el amenazante reloj de los aranceles sigue su inexorable marcha.