jueves, noviembre 21

FRACASO ROTUNDO DE LA MARCHA DE LAS TELEVISORAS / LA VERSIÓN NO OFICIAL: POR JESÚS LÓPEZ SEGURA

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Escasa, ridícula la asistencia, mezclada con consignas anti Peña

https://www.youtube.com/watch?v=Sz-iaVPcu4U&feature=youtu.be

 

Unas 20 mil personas, cuando mucho, acudieron al llamado insistente de televisoras para protestar contra un personaje tan odiado como Donald Trump. Esta combinación (millonaria publicidad y objetivo incuestionable) que hubiera generado en otros tiempos un contingente de cientos de miles de gargantas enardecidas, en esta ocasión fracasó por completo ¿por qué?:

1.- En primerísimo lugar, el pobre y contradictorio resultado de esta convocatoria fallida -por cuanto perseguía la “unidad” y lo que proyectó lamentablemente ante el mundo fue la profunda división entre los mexicanos- habla elocuentemente de la pérdida irreparable de la credibilidad de televisoras y radiodifusoras puestas al servicio de un modelo de comunicación institucional anacrónico y obsoleto, tendiente a retirar del aire espacios críticos como el de Carmen Aristegui y Brozo, para favorecer tendencias informativas castradas, donde se simula una apertura inexistente en la que se intenta incorporar voces críticas que luego son cuidadosamente retiradas, como ha sido el caso de Álvaro Delgado y pronto el de Julio Hernández López que no creemos dure mucho tiempo aguantado que lo traten al aire como a un patiño de Ciro Gómez Leyva.

2.- El fortalecimiento de las redes sociales, a pesar del pésimo servicio de Internet que priva en nuestro país -al nivel de las naciones bananeras más atrasadas del mundo- arrebata audiencia a las televisoras a una velocidad superior que la de los propios medios hegemónicos para adaptarse a las nuevas circunstancias. El esplendor del HD y las superproducciones noticiosas no alcanzan para tapar la verdad.

3.- Pero más allá de las explicaciones mediáticas sobre el fracaso de este llamado a “la unidad”, resalta un factor político fundamental: el rechazo al Presidente Enrique Peña Nieto ha alcanzado proporciones simplemente inmanejables. Si bien los niveles cuantitativos de desaprobación son enormes, inéditos, pues 9 de cada diez mexicanos se manifiesta negativamente, los cualitativos son todavía más sorprendentes. Puede suceder que cierto número de personas expresen en las encuestas un rechazo hacia la figura de cualquier político, pero lo que no miden estos instrumentos estadísticos es la intensidad de ese rechazo que, en el caso de Peña, es francamente alarmante.

El nivel en que la gente se expresa sobre Peña Nieto en la calle y en los comentarios en redes sociales, en el seno de las familias y en los espacios educativos y laborales es tan intensamente agresivo que ha dado por resultado que el propio mandatario se cierre, argumentando que hay un exceso de libertad y que, por lo tanto, hay que acotarla o ignorarla, que el pueblo de México no está preparado para ejercer ni la democracia ni la libertad de expresión en medios “sin control” gubernamental.

 

La secuela de este rechazo tan intenso contra Peña es que éste lo ignora, en una suerte de mecanismo de defensa. Debe ser doloroso pensar que se actúa por el bien de México y que el país lo deteste y descalifique en forma tan intensa.

Muy mal aconsejado -los asesores que deberían ubicarlo, lo engañan- el mandatario actúa como si fuera un presidente popular. Sus funcionarios en el área de comunicación social lo siguen exhibiendo en soliloquios sobre los más diversos temas, rodeado de su corte, como si tales puestas en escena dieran “certidumbre” y calmaran la ansiedad social sobre gasolinazos y masacres cotidianas, o escándalos inauditos de corrupción que Peña aborda como si su voz fuera la más calificada para apaciguar los ánimos, para brindar certeza en un futuro promisorio, con los resultados desastrosos sobre la popularidad de un presidente prácticamente impedido para seguir gobernado un país que lo rechaza en forma casi unánime.

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