Lo que votaron ayer los diputados no fue la militarización, sino salvarle el pellejo a Alito
Con su muy publicitada abstención, Ana Lilia Herrera logró los reflectores que buscaba
LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Dice Miguel Sámano, el coordinador de los diputados federales mexiquenses del PRI, que los legisladores de su partido no votaron por la militarización del país, sino por extender la presencia de las fuerzas armadas en las calles por otros 9 años, “mientras se terminan de consolidar la Guardia Nacional y las policías estatales y municipales“.
Como en todas las verdades a medias, el discípulo de Arturo Montiel tiene, en parte, razón. La iniciativa original del Presidente López Obrador iba en el sentido de adscribir, de manera definitiva, la Guardia Nacional a las Secretaría de la Defensa, con lo que el mandatario mexicano pretendía -y hará todo lo posible por lograrlo, de una u otra forma- consolidar su proceso inequívoco de establecer una especie de Estado de Sitio militar permanente en México, ¿con qué propósito?: no es difícil imaginarlo.
Pero la otra parte de la verdad es que un desesperado Alito, que había sido expuesto en el balcón de su ignominia por el Presidente -a través de Layda Sansores-, tuvo que idear una forma de esquivar la cárcel, porque del descrédito no lo salva nadie y viendo que don Andrés no alcanzaría los votos para una reforma constitucional y su alternativa de buscar reformitas menores, irremediablemente iba a chocar con la Corte, se le ocurrió negociar los votos de sus correligionarios para alcanzar la ansiada reforma constitucional que dejará a la Corte como los chinitos: “nomás milando”.
La fórmula de “coopelas o cuellos”, o para dejar de hablar en chino, la manita de puerco que le aplicó el Presidente a AMLITO, le funcionó de maravilla, al grado de que, eufórico, festejó y hasta felicitó a los diputados morenistas, disciplinaditos como la borregada de antaño aunque insistan en decir, con toda razón, que “no son iguales”, porque en realidad ¡son peores!
Según cuentas de algunos diarios, la traición de prorratear, cons-ti-tu-cio-nal-men-te, la presencia de los soldados en tareas de Seguridad por casi una década, satisface mucho a un Presidente que se siente confiado en controlar a la milicia y su tendencia natural a la violación de Derechos Humanos, pero sin reflexionar que, en el 2024, podría llegar al poder presidencial, es decir, a la jefatura máxima de las fuerzas armadas, alguno de esos “opositores conservadores” que él mismo asegura son proclives a ordenarle a ese “pueblo bueno uniformado” que perpetren masacres como las de Tlatlaya y Ayotzinapa, entre otras muchas agresiones impunes, contra una sociedad inerme.
¿Cómo puede estar seguro López Obrador de que quien lo releve en el cargo no usará ese Estado de Sitio legal para cometer abusos y prolongar otros 5 años, por lo menos, la crisis humanitaria que padece nuestro país?
Ése es justamente el dilema real. Todo indica que López Obrador, igual que Daniel Ortega y algunos otros dictadores bananeros como Nicolás Maduro (los revolucionarios cubanos se cuecen muy aparte, contra lo que digan Ciro Gómez o Lilly Téllez) puede estar cambiando de opinión respecto de su promesa de irse a La Chingada (su rancho de Palenque) a un retiro “voluntario”.
Solo así se entendería que esté tan obsesionado en contar con el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional, que esté dispuesto a llegar a acuerdos vergonzosos -al menos para alguien que se presenta como el paladín anticorrupción- con criminales confesos como Alito. Dime con quién duermes y te diré quién eres.
P.D. Felicidades por su heroísmo -estilo Belisario Domínguez– a la diputada priista mexiquense Sue Ellen Bernal y a la diputada morenista poblana Inés Parra Juárez, que votaron en contra. Con dos o tres más de su nivel de patriotismo se habría frenado esta iniciativa reaccionaria por donde quiera que se le vea.
En cuanto a Ana Lilia Herrera, que se abstuvo de votar, la felicito también por su habilidad para sacar raja mediática. Ganó los reflectores que buscaba con su ambigua actitud y, al mismo tiempo, se salvó de pasar a la historia, como el resto de sus correligionarios, ahora sí con toda propiedad, con el estigma de “traición a la Patria”.
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