Debate sobre corrupción: La que no cae, resbala. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López S.
El principal tema del debate pondrá a parir chayotes a ambas candidatas, pero solo una podría salir ilesa
Andrés Manuel López Obrador ha caracterizado a la corrupción como el principal problema de México. Entre sus primeras órdenes al Legislativo figuró el tipificarla como un delito grave. Todos los días pontifica sobre el tema y no baja de corruptos a sus adversarios políticos y a los periodistas e intelectuales que tengan la osadía de criticarlo. Es su tema favorito y, sin embargo, salvo su incontenible diarrea verbal para condenar la corrupción en el ámbito meramente discursivo, no ha hecho nada efectivo, es decir, en el ámbito judicial, para honrar sus folklóricas e inocuas diatribas cotidianas.
Así, don Andrés ha construido una fortaleza inexpugnable de impunidad alrededor de los personajes que él mismo define como los jefes de la mafia del poder. Diseñó la farándula de una “consulta popular” para que fuera el pueblo quien decidiera si se les juzgaba, y no escatimó saliva para oponerse al enjuiciamiento “porque los suyo no es la venganza” y otras patrañas encubridoras por el estilo, como aquella de que lo importante no es castigar judicialmente a los corruptos, sino evitar que esas conductas vuelvan a repetirse. De esa manera honró el evidente pacto de impunidad que le abrió la puerta a la Presidencia, impidiendo que el nivel de la votación alcanzara el status de “vinculante”.
La maestra Delfina Gómez se está preparando seguramente para afrontar las consabidas acusaciones sobre los diezmos texcocanos y las regadas en la SEP, reto del que podría salir ilesa porque, en comparación con el saqueo de sus adversarios -del que la única forma válida que tendría Ale de deslindarse, sería renunciando al PRI– es indudablemente una mujer honesta, bien intencionada y que mantiene un nivel de vida de clase media a todas luces aspiracionista.
Si Ale del Moral quiere realmente ganar el debate y acortar la enorme distancia que la rezaga en las encuestas, va a tener que atacar al proyecto de nación que arropa a su contrincante, no directamente a la maestra y no solo porque violaría el pacto de sororidad que le ofreció, sino porque es don Andrés quien impuso a Delfina en la candidatura y es él y nadie más, quien sostiene su cruzada simulada contra la corrupción.
Pero de ninguna forma sería suficiente que la priista rompiera lanzas contra el Presidente. Tendría que hacerlo también, en primerísima instancia, contra un líder nacional de su partido que no es corrupto, sino corruptísimo y si piensa que con haberle pedido que no le hiciera mosca en sus actos de campaña es suficiente, está muy equivocada. También tendría que renegar de sus lazos con el Grupo Atlacomulco, acaso el priismo más corrupto de la historia de México, es decir, precisamente con aquéllos que sostienen su candidatura, lo cual nunca va a suceder, desde luego. Y si piensa que con decir que no comparte los malos hábitos de la pandilla que la impulsa es suficiente, sigue muy equivocada.
Así pues, en el debate de las candidatas mexiquenses sobre el tema de la corrupción, como en la casa del jabonero, la que no cae, resbala.