Alito, “un ingrato”: Alfredo del Mazo. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Sale don Alfredo a tapar el pozo una vez ahogada la niña…
Ante la andanada de recriminaciones y gravísimas acusaciones enderezadas ¡desde el PRI nacional! contra Alfredo del Mazo, en el sentido de que “entregó la plaza del Estado de México a Morena“, finalmente el todavía mandatario estatal dio muestras de vida, es decir, abandonó el estatus de “gobernador de holograma” que le atribuye el pícaro columnista Julio Hernández López, Astillero, para responder a lo dicho por Alito, sus voceros y algunos orgullosamente analistas independientes como el suscrito.
Alito no se anduvo por las ramas:
“El gobernador del Estado de México le dio la espalda a la militancia priista y eso está a los ojos de todos. No pueden construir otra narrativa. Jamás pedimos que se violentara la ley, pero hay que tener dignidad y carácter. Si necesitaba carácter, yo le hubiera prestado un poco, pero lo importante es defender a la militancia”.
¡Toma chango tu banana!
¿Lo despertamos? se preguntaban seguramente algunos de los más vivillos asesores del aletargado mandatario que, salvo en el reparto compulsivo de tarjetas rosadas y ocasionales comparecencias mañaneras en Palacio Nacional, francamente don Alfredo dio pocas muestras de vida durante lo que va de su mandato, reacio siempre a entrevistas [sobre todo las que no fueran arregladas de antemano], como le reclamó, al aire, indignada con la derrota del PRI, Azucena Uresti de Milenio TV, luego de la jornada del domingo.
Hizo falta una campaña de linchamiento de sus propios correligionarios para que don Alfredo saliera a la palestra para encarar, con su muy particular estilo fallido (se limitó a decirle ingrato a quien lo acusa de traición), su irremediable debacle personal e institucional.
En primera instancia, le confesó a Joaquín López Dóriga que siempre arropó y acompañó a su candidata, porque él la impulsó en todos los puestos que ha ocupado -incluidos los de elección popular-. Pues qué pena que jamás hizo público ese “acompañamiento”, porque quizá habría significado un estímulo para la solitaria candidata en su desigual lucha contra el poderoso Presidente de la República, que nunca cesó de respaldar a su Delfina.
Otra objeción a ese planteamiento sería que contradice sus afirmaciones de que no intervino en el proceso “por respeto a la ley”. Si afirma que nunca dejó de apoyar a Alejandra del Moral, pero jamás se le vio con ella -ni en domingos, ni en horarios fuera del trabajo-, ¿en qué consistían esos “apoyos”?
“La percepción es que entregaste la plaza, Alfredo“, le dice Joaquín López Dóriga un poco harto de la repetición continua del gobernador, negándolo sin plantear más argumentos que su propia palabra. Aquí va un argumento en sentido contrario:
¿Cómo no creer que le vendió la plaza a AMLO, cuando el único que lo defiende es el Presidente y son sus propios correligionarios los que lo acusan?
¿Cómo no dudar de don Alfredo cuando sale, engallado, a defenderse, pero fue incapaz de respaldar con la misma enjundia a su candidata, cuando era el tiempo de hacerlo, o dicho de otra forma: cuando sale a tapar el pozo una vez ahogada la niña?
Por su parte, Ale del Moral aseguró que seguirá caminando junto al probablemente último cachorro del Grupo Atlacomulco y de la dinastía Del Mazo. ¿Será que también se irá de embajadora?
Finalmente, don Alfredo confiesa con López Dóriga que fue él y nadie más que él quien impuso como candidata a Ale del Moral. Que se trató de un dedazo, pues, pero luego culpa a panistas y perredistas de la derrota, “por no haber cumplido sus cuotas de votos”.