jueves, noviembre 21

Astillero, el naufragio de un periodista. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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AMLO y sus huestes de plumas oficialistas intentan quemar en leña verde a Anabel Hernández

Muy lamentable ver sucumbir a un gran comentarista de prensa como Julio Hernández López, el famoso Astillero, ante la valentía y profesionalismo de una gran periodista de investigación como Anabel Hernández García. Muy triste porque no se trata de que los argumentos de una fueran de mayor peso que los del otro. No. Un irreconocible Julio Hernández puso, sin ningún recato, sus poderosas habilidades verbales al servicio de un oficialismo compulsivo del que había logrado apartarse durante muchos años de ejercicio periodístico impecable.

La “entrevista” -que duró aproximadamente media hora-, fue en realidad un larguísimo forcejeo entre ambos destacados personajes de la comunicación, uno empeñado en demostrar -con la pura fuerza de su argumentación, aparentemente sólida, pero finalmente abstracta- y la otra tratando de explicarle -en los raros momentos en que no era interrumpida- que el cierre de la investigación emprendida en 2011 por el Departamento de Justicia gringo, sobre el presunto financiamiento del narco, de entre 2 y 4 millones de dólares, a la campaña del Presidente López Obrador en 2006, no constituye, de ninguna manera, una exoneración.

Julio Hernández y Anabel Hernández

Sin muchas interrupciones, Anabel había logrado explicar, en entrevista anterior con Azucena Uresti, que los delitos de financiamiento ilegal de campañas prescriben en los Estados Unidos en 5 años, y que ése fue uno de los motivos que le impidieron al Departamento de Justicia de ese país (no a la DEA como insistía un confundido Julio Hernández) continuar con la investigación. El otro fue que Estado Unidos trató de evitar ser acusado de intervenir en el proceso electoral mexicano del 2012, dado que enviaron a uno de los acusados (Mauricio Soto Caballero), ya como testigo colaborador, a grabar con micrófono oculto a otro presunto delincuente miembro de la campaña de López Obrador (Nicolas Mollinedo) en la oficina de la Colonia Roma del eterno candidato, y por eso decidieron suspender las investigaciones.

Anabel trataba de explicar esto pero Julio la interrumpía continuamente con la obsesión de que ella reconociera dos cosas:

1.- Que no había pruebas contundentes de que el Cártel de Sinaloa hubiera financiado esa campaña, sino únicamente testimonios de narcos y de colaboradores segundones de AMLO que ahora niegan haber declarado lo que dicen los 3 periodistas que revivieron, en nado sincronizado, un asunto “tan viejo como obsoleto”.

2.- Que al dar por concluido el caso, la DEA y el Departamento de Justicia admitían que las acusaciones no eran sostenibles.AMLO amigo de los narcos

Nada más falso. Anabel sostiene, por ejemplo, que el caso de Genaro García Luna (destapado por ella, por cierto) se basó en declaraciones de testigos, y que en ese escándalo ningún periodista de la talla de Julio Hernández andaba exigiendo “pruebas sólidas” como ahora, cuando el acusado es el mandatario que le paga mil 200 millones de pesos al periódico del que don Julio es socio y colaborador (esto último no lo menciona Anabel porque es mucho más gentil que Julio).

Como sostiene el analista Marco Levario, de “Etcétera“, hay una campaña de linchamiento contra la investigadora prácticamente exiliada en Italia, por cuenta nada menos que de los “zánganos” del obradorismo que antes la elogiaban y admiraban, cuando enfocó su demoledora estrategia de investigación para exhibir a los prianistas corruptos. En esa intención cobarde de quemarla en leña verde, participa el propio Presidente López Obrador, demoledor en sus críticas contra los neoliberales, pero más quebradizo que un jarrito de Tlaquepaque cuando el señalado de corrupto es él o sus familiares y allegados.

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