jueves, mayo 16

La confrontación con el fascista de la Casa Blanca, Donald Trump, es inevitable: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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Dialogar con él equivale a tratar de convencer a Hitler sobre los derechos humanos de los judíos

Parece que el gobierno mexicano no ha entendido que, en realidad, Donald Trump “se tomará muy en serio la aplicación creciente de aranceles a los productos mexicanos“, como dijo uno de sus asesores, si el Gobierno de López Obrador no da muestras inequívocas de que va a frenar de tajo la migración centroamericana hacia Estados Unidos a través de su territorio.

Se trata de la principal obsesión de un mandatario fascista, y la historia nos demuestra que ese tipo de gobiernos no flaquean en sus obsesiones. No se dejan convencer. No negocian, exterminan.

El mismo racismo de Hitler contra los judíos anima a Donald Trump contra los migrantes latinos. Se trata de un fenómeno de idéntica naturaleza. Trump está plena y absolutamente convencido de que su misión sagrada en la vida es detener, frenar a toda costa la migración, y no va a reparar en gastos para hacerlo.

La inminente guerra comercial contra México va a perjudicar a los Estados Unidos, pero ello no le preocupa al Presidente Terminator, como no le ha importado el costo de 16 mil millones de dólares que lleva ya perdidos en la guerra comercial contra China.

México va a enviar una gran delegación para hablar de la Frontera”, tuiteó ayer Trump. “El problema es que llevan 25 años ‘hablando’. Queremos acciones, no palabras”.

La respuesta de Ebrard, “no estamos aquí para ‘hablar’, sino para diseñar acciones conjuntas”, revela con preocupante nitidez la absoluta incomprensión del canciller mexicano sobre los alcances catastróficos para el país que su ingenuidad provocará inexorablemente.

Trump jamás va a invertir un centavo de dólar en el desarrollo de Centroamérica y el sureste mexicano. Es incapaz de comprender que ése sería, ciertamente, el muro más eficiente para frenar la migración que tanto aborrece. La racionalidad del planteamiento mexicano es impecable, pero Trump no razona, navega invariablemente en el terreno de la irracionalidad, porque ése es precisamente el rasgo distintivo del fascismo. Y ahí es donde el Gobierno mexicano naufragará una y otra vez.

No estamos tratando con un hombre y la mitad de un pueblo “de buena voluntad”. Enfrentamos a un individuo enfermo de odio y desesperado porque prometió “hacer grande a América otra vez” y ya se acerca su difícil reelección. Si presidentes anteriores han desatado guerras e invasiones para reelegirse ¿quién puede dudar de que Trump hable en serio de una guerra comercial que arruinaría por completo “la cuarta transformación” mexicana?

El objetivo es que Estados Unidos evite pegarse “un tiro en el pie”, insistió el Secretario de Exteriores, con la fe puesta en que la indiscutible racionalidad de sus palabras terminará por convencer a Donald Trump de olvidarse de sus planes.

El presidente Lopez Obrador no pudo ser más afortunado en la racionalidad de su carta:

“De manera específica, ciudadano Presidente: le propongo profundizar en el diálogo, buscar alternativas de fondo al problema migratorio y, por favor, recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato, sino que actúo por principios: creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra. No creo en la Ley del Talión, en el ‘diente por diente’, en el ‘ojo por ojo’, porque, si a esas vamos, todos nos quedaríamos chimuelos o tuertos. Creo que los hombres de Estado y aún más los de Nación, estamos obligados a buscar soluciones pacíficas a las controversias y a llevar a la práctica, por siempre, el bello ideal de la no-violencia”, expuso sin regateos poéticos que conmovieron al mundo.

Pero la postura de Trump es inamovible. Le importa un bledo la racionalidad de sus enemigos. No hay poder humano que lo haga desistir de su convicción expresada en cortísimos tuitazos: “México ha abusado de EU desde hace décadas y el gobierno actual no hace nada para detener la migración“.

Él quiere ver que la inminente crisis humanitaria provocada por el saqueo que las oligarquías locales -inspiradas en la política depredadora del capitalismo financiero impulsado por Estados Unidos– se instale en la frontera Sur de México con Guatemala y no en el Río Bravo. Quiere usarnos como patio trasero de represión migratoria y sólo hay, rectifico, un poder humano capaz de detenerlo: se llama Nancy Pelosi.

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