Con Trump solo puede esperarse un diálogo de sordos. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López S.
Ya sufrió la Presidenta Sheinbaum la primera escaramuza verbal con un hombre que no tiene palabra
En un mensaje en redes sociales, Donald Trump aseguró que México aceptó combatir la migración con un cierre fronterizo. Minutos después, la presidenta Claudia Sheinbaum negó tal posibilidad.
Más tarde, Trump publicó que la Presidenta había aceptado cerrar la frontera, por lo que Sheinbaum emitió un segundo mensaje en el que, sin hacer referencia explícita a la declaración del republicano, señaló: “Le expuse la estrategia integral que ha seguido México para atender el fenómeno migratorio respetando los derechos humanos. Gracias a ello se atiende a las personas migrantes y a las caravanas antes de que lleguen a la frontera. Reiteramos que la postura de México no es cerrar fronteras, sino tender puentes entre gobiernos y entre pueblos”.
“Acabo de tener una conversación maravillosa con la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo. Ella estuvo de acuerdo en detener la migración a través de México y hacia los Estados Unidos, cerrando así de manera efectiva nuestra frontera sur”, publicó el magnate neoyorquino.
Horas antes, Sheinbaum publicó en su cuenta de la red X que tuvo una “excelente conversación” con Trump en la que le dijo: “Abordamos la estrategia mexicana sobre el fenómeno de la migración y compartí que no están llegando caravanas a la frontera norte porque son atendidas en México”.
Las posturas son diáfanamente i-rre-con-ci-lia-bles. Trump quiere construir un muro infranqueable. Sheinbaum, tender puentes. Jamás podrían ponerse de acuerdo. Luego de cada encuentro, telefónico o personal, sobrevendrá la inevitable serie de desmentidos mutuos. La diplomacia no necesariamente significa ambigüedad. Sabemos cómo se las gasta el próximo Presidente Ku Klux Klan. Lo vimos en campaña insultando a la espléndida dama Kamala Harris. La única posibilidad de entendimiento real, que impida el desastre de la guerra de aranceles, es tomar el toro por los cuernos, para lo cual todos los mexicanos tendríamos que cerrar filas con nuestra presidenta a fin de que, simple y llanamente, haga lo que de cualquier modo en algún momento tendrá que hacer.
México debe adoptar una política drástica de combate a la criminalidad similar –aunque con mucho más cuidado en el respeto a los Derechos Humanos— a la de Nayib Buquele en El Salvador. Acabar con el tráfico de drogas doméstico y hacia otros países. Poner especial cuidado en que no se produzca y mucho menos se exporte el veneno del fentanilo que mata anualmente a cien mil norteamericanos en promedio, lo que constituye el mayor insulto que un pueblo pueda propinarle a otro.
Garantizarles a los jóvenes el derecho a la educación y olvidarse de financiar empresas (como la de Epigmenio Ibarra) con el despilfarro absurdo de “Jóvenes Construyendo el Futuro“.
Regular estrictamente el acceso de migrantes indocumentados en nuestra frontera sur y nuestras costas, para dejar de servir de puente para la invasión de Estados Unidos y de cómplice de polleros desalmados.
Entonces veríamos cómo nuestro país empezaría a crecer espectacularmente por el nearshoring y Donald Trump nos trataría con el respeto que, si tal hiciéramos, mereceríamos.