Militares en la boleta: cuando la toga se rinde ante el uniforme. Al Grano. Por Jesús López Segura

Ricardo Sodi, abogado ligado a la Legión de Cristo, el candidato de la milicia a la Suprema Corte
En su columna “La Sedena en la elección judicial”, Mario Maldonado (El Universal) exhibe con puntería quirúrgica cómo la Secretaría de la Defensa Nacional no solo ha militarizado las calles, las aduanas, los aeropuertos y las constructoras, sino que ahora también busca tomar por asalto las urnas… judiciales. Lo que debería ser un ejercicio de independencia y legalidad —la inédita elección por voto popular de jueces, magistrados y ministros— corre el riesgo de convertirse en una operación de infiltración castrense, donde los uniformes deciden quién porta la toga.
Maldonado revela que el Ejército Mexicano no se conforma con mover los hilos desde la sombra: ya colocó a sus peones en la boleta y prepara el voto corporativo de sus más de 300 mil efectivos y sus familias. ¿El objetivo? Asegurarse al menos un asiento en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Para un proceso que podría movilizar apenas al 10% del padrón electoral, el voto disciplinado de las fuerzas armadas puede inclinar la balanza con la eficacia de una orden de mando.
Entre los candidatos promovidos por la Sedena está Ricardo Sodi Cuellar “un abogado más bien ligado a la Legión de Cristo y a su red de universidades Anáhuac –explica Maldonado–. Se desempeñó como director de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Norte y desde ahí dio el salto para colocarse como la máxima autoridad del Poder Judicial del Edomex. Se sabe que el grupo religioso, fundado por el padre Marcial Maciel, tiene desde hace muchos años un fuerte vínculo con Sedena, a través de un convenio para la formación profesional de los militares y sus familiares”.
No se trata solo de afinidad ideológica: hay un sistema de becas, convenios y transferencias millonarias que une a la cúpula castrense con las instituciones educativas de la Legión, lo cual plantea un conflicto de intereses tan evidente como preocupante.
La otra carta fuerte es Zulema Mosri, esposa del general Rafael Macedo de la Concha, ex procurador de la era Fox, quien no desentona en esta mezcla de viejas glorias del régimen neoliberal recicladas para una justicia bajo tutela militar. Porque si algo ha demostrado el Ejército en estos años es su habilidad para adaptarse: lo mismo sirvió a López Obrador que intenta cooptar el aparato judicial en tiempos de Sheinbaum.
La columna es un llamado de alerta: el Poder Judicial, baluarte de la división de poderes, no puede convertirse en botín de guerra de ningún grupo, mucho menos de uno armado. Si la elección judicial se convierte en una simulación donde los jueces se eligen con el mismo criterio con que se designan generales, la democracia corre el riesgo de ceder su último bastión independiente. En tiempos en que la toga se mancha con camuflaje, no solo peligra la justicia, ¡peligra el Estado de Derecho!