El negocio de las factureras en tiempos de AMLO. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Juraba combatir a las empresas fantasma, pero les otorgó 182 millones de pesos en contratos
La cruzada anticorrupción del sexenio obradorista terminó convertida en uno de sus más grandes actos de ilusionismo. Mientras en las mañaneras se exorcizaban los demonios del pasado con discursos encendidos, en las sombras del presupuesto público seguían danzando los mismos fantasmas de siempre: las empresas fachada, revela un amplio reporte de Proceso con base en una investigación de Quinto Elemento Lab.
Andrés Manuel López Obrador prometió exterminarlas, acusó a gobiernos anteriores de fomentar su proliferación y hasta les puso nombre y apodo: “plaga”, “crimen organizado”, “hongos después de la lluvia”. El presidente moralista, el que venía a barrer la corrupción “como se barren las escaleras: de arriba para abajo”, convirtió a las EFOS (Empresas que Facturan Operaciones Simuladas) en el símbolo del viejo régimen corrupto que prometía enterrar.
Pero los enterró mal. Muy mal.
Una investigación de Quinto Elemento Lab y el Observatorio de la Corrupción e Impunidad revela que, entre 2018 y 2022, el gobierno de la Cuarta Transformación otorgó 87 contratos a 34 proveedores fantasma por un monto que asciende a 182.8 millones de pesos. ¿La paradoja? Mientras el SAT detectaba menos EFOS que en sexenios anteriores, el gobierno les seguía firmando cheques. Esta matemática del cinismo se traduce en 100 mil pesos diarios entregados a empresas inexistentes durante los primeros cinco años de gobierno.
Todo esto ocurrió bajo la batuta de un presidente que juraba estar limpiando la casa
Las empresas beneficiadas son viejas conocidas: muchas ya habían recibido contratos durante gobiernos anteriores. El modus operandi, igualito que antes: compras por excepción, contratos ocultos, facturas enterradas, empresas sin personal, sin registro fiscal ni seguridad social. Solo papel y simulación. Y mientras tanto, hospitales sin equipo médico y carreteras inconclusas. La realidad desangrándose mientras el discurso oficial se regodeaba en su supuesta pureza.
La gran diferencia entre el sexenio de AMLO y los anteriores no fue el fin de las factureras, sino su capacidad para operar con el aval del gobierno que prometió erradicarlas. Porque aquí no hubo transformación, solo maquillaje.
La 4T, al final, resultó ser un espejismo con facturas falsas. ¿Y los fantasmas? Más vivos que nunca, cobrando del erario sin necesidad de existir.
Los fantasmas del peñismo que AMLO adoptó como propios
López Obrador no se cansó de exhibir a Enrique Peña Nieto por sus escándalos de corrupción. En más de una mañanera, alzó la voz contra el uso de facturas falsas en sexenios anteriores, y con ese tono solemne que le gusta adoptar cuando se autoproclama adalid de la honestidad, sentenció: “esas que ahora estamos prohibiendo”. Pero la realidad fue más terca que su retórica: los mismos fantasmas que operaban con Peña siguieron facturando bajo la 4T.
Dos nombres brillan entre los espectros beneficiados por ambos regímenes: Interacción Biomédica y Credimosa, empresas que no sólo sobrevivieron el cambio de sexenio, sino que gozaron de salud financiera envidiable durante el gobierno que prometió acabarlas. Nada mal para compañías que, en teoría, no existen.
Interacción Biomédica, por ejemplo, fue fundada en 2012 a unos metros del ISSSTE en Toluca, una vecindad conveniente para quien quiera facturar sin levantar sospechas. Según Impunidad Cero, esta empresa fantasma acumuló más de 1,600 millones de pesos en contratos públicos hasta 2019, convirtiéndose en la reina del desfalco en el sector salud. Y aunque AMLO prometió cortar de raíz estas prácticas, su gobierno le asignó contratos por 14.5 millones más. El mismo cuento, con diferente narrador.
Pero el surrealismo no termina ahí. En el Estado de México, la Universidad Politécnica de Tecámac decidió que una empresa de marketing y redes sociales, HV MN Tecnología México, era la indicada para venderles equipo de cómputo con recursos federales. Porque claro, ¿quién necesita experiencia técnica cuando se tiene una página bonita en Instagram?
La FGR, institución supuestamente encargada de perseguir delitos, le confió a una empresa fantasma la elaboración de box lunches. Mientras tanto, el Instituto Mexicano del Transporte le pidió que manejara su comedor, y el Servicio Postal Mexicano la contrató para labores de limpieza. Una compañía multitalento, que lo mismo arma un sándwich que barre una oficina o dirige un comedor, pero que no puede demostrar su existencia más allá de un par de papeles.
Y como era de esperarse, ninguna dependencia ni universidad involucrada quiso dar la cara. El silencio institucional es la respuesta preferida cuando se revuelca el lodazal.
La 4T heredó las factureras del peñismo, pero en lugar de combatirlas, las mantuvo en nómina. Porque, al final, la honestidad valiente tiene excepciones cuando conviene. Y los fantasmas, lejos de desaparecer, siguen cobrando del presupuesto… con facturas bien simuladas.