miércoles, mayo 21

“En el puro chismerío”: Sheinbaum. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Yasmín Esquivel lidera encuesta para la Corte. El insólito encanto de una presunta plagiaria

Según una encuesta de Mitofsky difundida por El Universal, Yasmín Esquivel encabeza las preferencias para ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la elección a realizarse el próximo domingo 1 de junio. Los primeros cinco lugares entre probables electores para ministras los encabezan Yasmín Esquivel, con 20.6%; Lenia Batres, con 16.6%; María Estela Ríos, con 15.7%; Loretta Ortiz, con 15.4%, y Ana María Ibarra, con 15.2%.

Resulta inconcebible que una figura como Yasmín Esquivel, ampliamente señalada por plagio en su tesis profesional —acusación respaldada por investigaciones de la UNAM y no por “el chismerío” de los opositores, como dijo esta mañana la Presidenta Sheinbaum refiriéndose a la Lista de Marco—, encabece las preferencias ciudadanas para ocupar la presidencia de la Suprema Corte, a menos que la ciudadanía no estuviera decidiendo libre e informadamente.

Se plantean enseguida algunos puntos clave para fundamentar el argumento de que hay un sesgo partidista en la elección judicial promovida por Morena:

1.- El caso de Yasmín Esquivel como símbolo del descrédito

Esquivel fue acusada de plagiar su tesis de licenciatura y su defensa ha sido ampliamente cuestionada por carecer de sustento. La pura sospecha en un régimen presuntamente regido por el humanismo era razón suficiente para su renuncia.

Pese a este escándalo, Morena ha respaldado públicamente su permanencia en la Corte y su promoción, lo que demuestra una postura de blindaje político, no jurídico ni ético.

Que una persona con ese historial lidere encuestas supuestamente ciudadanas para ocupar un puesto de alta legitimidad moral (como ministra presidenta) no es verosímil en una democracia informada, lo que sugiere intervención o manipulación partidista.

2.- Encuesta en un entorno de desinformación masiva

Según la misma encuesta de Mitofsky, más del 80% de los encuestados admiten estar poco o nada informados del proceso, y 63.7% dicen no estar interesados en los detalles de esta elección judicial.

Esto implica que las preferencias reportadas carecen de sustento en un conocimiento real del proceso o los candidatos, lo cual mina su legitimidad democrática.

En este contexto, la imagen pública está fácilmente manipulada por estructuras de poder —como Morena— que controlan la narrativa en medios afines y redes sociales.

3.- El sesgo político en la terna y en las campañas

Morena ha impulsado figuras abiertamente afines al proyecto de AMLO (Lenia Batres, Loretta Ortiz, María Estela Ríos y la propia Yasmín Esquivel) para cargos en la Corte.

La presencia de personas cercanas al Ejecutivo y sin independencia judicial es una estrategia clara de colonización institucional. En un entorno donde el Ejecutivo interviene en el Poder Judicial, la promoción de ciertos perfiles no obedece a méritos jurídicos, sino a lealtades políticas, como quedó ampliamente demostrado en el caso de la elección judicial en Bolivia.

4.- Dudas sobre la mecánica de la encuesta como reflejo de las preferencias populares

Aunque Mitofsky afirma un margen de error bajo y alta confiabilidad, el diseño de la encuesta está viciado desde el origen por el desconocimiento generalizado del electorado y la falta de campañas imparciales e informativas.

Conclusión

La encuesta no refleja una auténtica voluntad ciudadana, sino un simulacro de legitimidad para validar decisiones ya tomadas por el poder político dominante, en este caso Morena. Y ahí radica la compulsiva obcecación en “democratizar” al Poder Judicial: El Obradorismo y el Claudismo (que ya no son necesariamente la misma cosa) podrían haber impuesto a los ministros que les viniera en gana, simplemente limitándose a seguir la tradición del dedazo de sus antecesores prianistas, pero dada su intención de anteponer lealtades a capacidades (lema fundamental del obradorismo) prefirieron ceder al pueblo la responsabilidad histórica de imponer personajes tan cuestionables como Esquivel y Batres en la cúpula del Poder Judicial. Se lavan las manos de antemano ante ridículo internacional que se avecina con la conformación del supremo poder judicial con personajes, digamos, fallidos.

El hecho mismo de que una figura ampliamente desprestigiada como Esquivel lidere las preferencias demuestra sin lugar a dudas que el proceso está amañado o profundamente sesgado a favor de los intereses del oficialismo. Lejos de ser una expresión democrática, la elección judicial propuesta puede ser un mecanismo de control autoritario disfrazado de participación popular.

¿De verdad alguien cree que el pueblo mexicano, libre e informado, elegiría como presidenta de la Suprema Corte a alguien célebre no por su rigor jurídico, sino por haber calcado su tesis profesional como quien copia la tarea en la secundaria?

¿Cómo no sospechar que hay un sesgo partidista —uno obscenamente descarado— cuando el personaje más quemado del elenco judicial aparece, cual Ave Fénix, liderando la “encuesta”?

Es como si, en plena competencia por el Nobel de Literatura, los lectores votaran entusiastas por el que más libros piratas ha vendido en el Metro. La farsa es tal que ni siquiera disimulan: la mayoría de los nombres con mayor “preferencia ciudadana” son leales soldados de la 4T, muchos de ellos reciclados del gabinete presidencial. ¿Mérito? ¿Independencia judicial? ¡Por favor!

“En el puro chismerío de que hay… quién sabe qué cosas”

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