¿EU prepara una invasión a México? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Miles de soldados, aviones espía, drones, helicópteros y hasta destructores navales nos acechan
Con el pretexto de frenar una “invasión” de migrantes y narcóticos, Donald Trump ha transformado la frontera sur de Estados Unidos en un espectáculo bélico que haría sonrojar a cualquier general latinoamericano de antaño. Miles de soldados, aviones espía, drones, helicópteros y hasta destructores navales patrullan no solo la línea divisoria, sino también las costas mexicanas. ¿Operación defensiva o ensayo general de una futura intervención militar?
Lo que comenzó como una excusa para proteger a la patria ha devenido en una masiva movilización que rompe con décadas de cautela en el uso del ejército dentro del territorio estadounidense. A diferencia de sus predecesores, que mantenían una presencia limitada y simbólica en la frontera, Trump ha elevado el número de soldados activos a 8600, más del triple de los que dejó Joe Biden. Y con vehículos blindados Stryker recorriendo el desierto, el mensaje es claro: esto va mucho más allá de contener migrantes.
La frontera está, en los hechos, militarizada. El Pentágono ha delimitado zonas restringidas en Texas y Nuevo México que operan como verdaderas bases militares donde los migrantes pueden ser arrestados por soldados, una maniobra legal de dudosa constitucionalidad. A pesar de que un juez federal ha desestimado cargos por falta de señalización clara, el mensaje persiste: quien cruce será tratado como un enemigo. Y el gobierno mexicano permite que su espacio radioeléctrico se utilice, también, para intimidar con ese mensaje.
Más preocupante aún es que esta demostración de fuerza se acompaña de una retórica cada vez más beligerante. Trump ha declarado haber presionado a la presidenta de México para que permita la entrada de tropas estadounidenses al país con el objetivo de “combatir a los cárteles”. Incluso acusó a la mandataria “de tenerles tanto miedo a los narcos que no puede pensar con claridad”. Su propuesta revela una intención: normalizar la idea de que México puede y debe ser intervenido militarmente.
La narrativa de Trump, respaldada por un despliegue sin precedentes, coquetea peligrosamente con la idea de una guerra preventiva contra el sur. La historia ha mostrado que las operaciones militares, cuando se ensayan lo suficiente, tarde o temprano se ejecutan. En esta frontera, el enemigo ya tiene rostro: el migrante, el narcotraficante, el mexicano.
No es descabellado pensar que lo que hoy se presenta como una operación de “seguridad fronteriza” pueda escalar hacia una intervención directa en territorio mexicano. Si ya hay tropas, armas, drones, aviones y buques apostados frente al país, lo único que falta es una justificación formal. Y, todo parece indicar, ya se trabaja intensamente en ello:
Tim Golden confirmó en ProPublica lo que ha venido difundiéndose en multitud de comentarios de prensa sobre la existencia de una lista de funcionarios y exfuncionarios y militares mexicanos del más alto nivel (Marco List) que están en la mira de agencias norteamericanas como el FBI, la DEA y el Departamento de Justicia, para enjuiciarlos como socios del narcotráfico.
“La revisión sobre la corrupción vinculada al narcotráfico en México [dice Golden] fue iniciada por un pequeño equipo de la Casa Blanca que solicitó información a agencias de seguridad e inteligencia sobre políticos, funcionarios gubernamentales y militares mexicanos con vínculos criminales…”
“Los dos exfuncionarios de la DEA en Ciudad de México que supervisaron la creación de esa lista, Terrance Cole y Matthew Donahue, también propusieron que el Departamento de Estado cancelara las visas de algunos de los políticos mencionados. Los diplomáticos estadounidenses de más alto nivel, sin embargo, rechazaron entonces esa propuesta. Actualmente, Cole espera la confirmación del Senado como nuevo director de la DEA bajo la Administración Trump“.
En el ocaso de su administración, Andrés Manuel López Obrador reiteraba casi a diario que su retiro total de la política -en su muy bien pertrechado refugio de Palenque– estaba completamente garantizado. Sugirió también que solo una circunstancia extraordinaria -como una guerra- lo haría abandonar ese retiro, para liderar la resistencia del pueblo de México ante una eventual invasión. Las circunstancias actuales sugieren una profecía que se cumple a sí misma.
Pero lo que no dijo el que se consideraba a sí mismo Peje, pero no Lagarto, es que planeaba dejar a incondicionales suyos en Gobernación, el Congreso, el Partido, el Ejército y la Marina, así como eliminar el único contrapeso que limitó su inconmensurable ambición de poder durante su mandato, es decir, la Suprema Corte de Justicia, y dejar en agonía a la escasa prensa independiente.
La nada sorpresiva presencia hoy de Julio Astillero en La Mañanera del Pueblo para acusar al Gobierno de Sheinbaum de litigar en contra de los indígenas que defienden su tierra en Sinaloa y San Luis Potosí, lo que llevó a la presidenta a acusarlo de mentiroso, en plena cara, no una, sino dos veces, aunado a la campaña contra la mandataria de los últimos días en el diario dirigido por la comadre de López Obrador, Carmen Lira, para minar la narrativa soberanista de Sheinbaum frente al Presidente KU Klux Klan, revela con gran nitidez que se está cocinando el retorno del Peje al liderato formal de la República (que informalmente nunca ha perdido) ante lo que se avecina.
La soberbia cobarde con la que los porritos de AMLO en el Congreso, Adán Augusto y El Noroñas atacaron a la valiente -aunque atropellada- Lilly Téllez, señalándola de loca solo porque adopta una actitud de sabotaje ante la farsa del mayoritarismo oficial de Morena, revela -aparte de una flagrante violencia política de género- que “los hombres del Presidente” por no decir los machones del tabasqueño, se aprestan a regresar al poder absoluto que doña Claudia -leal a López, pero más leal a los principios- les ha obstaculizado. ¿No cree Usted?