Trump exige a Israel retirar los cargos por corrupción de Netanyahu, su agradecido aliado

El pacto de impunidad de un par de fascistas, sellado con sangre palestina
Por Jesús López Segura
Mientras el mundo contempla horrorizado la masacre en Gaza y la temeraria provocación contra Irán, Benjamin Netanyahu aprovecha el caos que él mismo ha desatado para intentar sepultar otro frente que lo amenaza: el judicial. El primer ministro israelí agradeció efusivamente a su viejo aliado Donald Trump por exigir —sin el menor pudor— la cancelación del juicio por corrupción que lo acorrala desde 2020.
“Gracias, presidente Trump, por su conmovedor apoyo a mi persona”, escribió Netanyahu en X, el nuevo púlpito de los impresentables. Y no perdió la oportunidad para envolverse, una vez más, en la bandera del pueblo judío, como si las acusaciones por fraude, abuso de confianza y sobornos fueran ataques antisemitas y no lo que son: el retrato de un político que ha hecho del poder su escudo personal.
Trump, por su lado, cumplió su parte en esta grotesca coreografía de impunidad: calificó el proceso contra Netanyahu de “ridícula cacería de brujas” y exigió que se cancelara de inmediato o que se le concediera un indulto, por ser —según él— “un gran héroe que tanto ha hecho por el Estado de Israel”.
Habría que preguntarse si con “héroe” se refiere al carnicero que ha llevado a cabo una de las ofensivas más brutales y desproporcionadas contra la Franja de Gaza en la historia reciente, con miles de civiles muertos y barrios enteros reducidos a polvo. O al mandatario que arrastra a su país a una peligrosa confrontación regional con Irán, en lo que parece una huida hacia adelante para evitar sentarse ante un juez.
Como si todo esto no bastara, el abogado del primer ministro, Amit Hadad, pidió formalmente que se suspendan los testimonios de su cliente ante el tribunal por al menos dos semanas, alegando que Netanyahu está “demasiado ocupado” atendiendo asuntos de seguridad nacional. Es decir, masacrando civiles, desatando una crisis humanitaria sin precedentes, y desafiando las normas del derecho internacional… todo sea por no responder ante la justicia.
Lo cierto es que el juicio, que comenzó en mayo de 2020, documenta tres escándalos de corrupción, siendo el más grave el Caso 4000, donde se acusa a Netanyahu de utilizar su posición para favorecer a un magnate de las telecomunicaciones a cambio de cobertura mediática favorable. Un clásico intercambio de favores corruptos, disfrazado hoy de gesta patriótica con el respaldo de un presidente, Donald Trump, que también enfrenta múltiples procesos judiciales en su país.
Netanyahu y Trump, dos líderes en desgracia cortados con la misma tijera, se aferran a su alianza tóxica para esquivar la justicia y seguir vendiendo al mundo una épica de guerra que sólo encubre su desesperación por evitar la cárcel y enmascarar la decadencia terminal de su imperio. Mientras tanto, en Gaza y Teherán, los muertos pagan el precio de su impunidad.