martes, agosto 5

Sheinbaum fortalece más a su supersecretario. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Propone a Omar Reyes, cercano a Omar García Harfuch, para la UIF ¿Lo ratificará el Congreso?

Claudia Sheinbaum decidió mover una pieza clave en el tablero de seguridad nacional: enviará al Congreso la propuesta de Omar Reyes Colmenares, actual responsable de los penales federales y hombre de absoluta confianza de Omar García Harfuch, para encabezar la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).

La decisión no es menor. Con ella, la presidenta no solo aparta de la jugada a Pablo Gómez —un veterano impuesto por López Obrador que solo se dedicó a perseguir a opositores—, sino que realiza uno de sus primeros nombramientos genuinamente propios en un área estratégica. Es, en los hechos, una señal de que comenzó a sacudirse las herencias incómodas de su antecesor y a colocar a su propio equipo al frente de la lucha contra el crimen organizado.

Omar Reyes no es improvisado. Abogado por la UNAM, con dos décadas de experiencia en seguridad, inteligencia e investigación del delito, ha pasado por Interpol México, la Policía de Investigación, la Policía Bancaria Industrial y el sistema penitenciario capitalino. Con Harfuch como jefe, operó áreas de inteligencia y dirigió la subsecretaría del Sistema Penitenciario de la CDMX antes de asumir el control de los penales federales. Allí impulsó traslados a cárceles de máxima seguridad, programas laborales y otras estrategias para la reinserción social.

En la lectura política, el movimiento tiene doble filo: consolida a Harfuch como “supersecretario” de Seguridad y alinea bajo su control tanto la inteligencia civil (a través de Francisco Almazán Barocio en el CNI) como la inteligencia financiera, vital para rastrear y asfixiar las operaciones económicas de los cárteles. Es la pinza que el propio Harfuch había intentado cerrar desde 2024 y que ahora, con Sheinbaum en Palacio, se concreta.

El contexto no es inocente: el relevo ocurre mientras se cocina el “Acuerdo de Seguridad” con el gobierno de Donald Trump, cuyos detalles se mantienen bajo reserva, pero que previsiblemente implicará un endurecimiento frontal contra las organizaciones criminales catalogadas como terroristas. Todo indica que la Casa Blanca no solo conoce, sino que avala el nombramiento de Reyes, confirmando a Harfuch como uno de sus interlocutores de mayor confianza en México.

Por fuera, el movimiento se interpreta como un golpe de autoridad de Sheinbaum y un fortalecimiento del combate al crimen organizado. Por dentro, en las entrañas de Morena, reaviva viejas resistencias: los sectores duros nunca han visto a Harfuch como “uno de los suyos” y saben que, con la UIF en sus manos, el rastreo de fortunas inexplicables podría alcanzar a más de un morenista que se acostumbró demasiado pronto a la opulencia.

El riesgo es claro: la misma fuerza que hoy lo convierte en el principal ejecutor de la estrategia de seguridad de la presidenta podría proyectarlo como candidato viable a la sucesión de 2030. Y en política, cuando alguien crece demasiado, siempre hay quienes se dedican a cortar las alas.

Aun así, con este movimiento, Sheinbaum envía un mensaje inequívoco: la UIF no será refugio de lealtades heredadas, sino un arma directa contra las finanzas criminales. Y, de paso, marca distancia de un sexenio que prefirió blindar a los suyos antes que asfixiar al crimen. Eso mismo plantea la duda de que el Congreso podría rebelarse contra la mandataria y batear su propuesta, lo que no sería la primera vez, como ocurrió con el tema del nepotismo.

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