Claudia, sumergida en una laguna de lodo infestada de pejelagartos. AL GRANO. Por Jesús López S.

Una de dos sopas: o se pliega ante el maximato de Palenque o enfrenta una revocación de mandato
Algunos ingenuos pensábamos que Claudia Sheinbaum terminaría mandando al exilio a AMLO, después de meses y meses de tolerar que el expresidente siguiera metiéndole el pie desde Palenque, a través del ejército de incondicionales que dejó perfectamente posicionados en todas las áreas emblemáticas y operativas del poder: Cámaras de Diputados y Senadores (con mayoría calificada), aparato Judicial a su servicio, Ejército y Marina en un esquema de militarización del país sin precedentes, Secretaría de Gobernación, Secretaría General de Gobierno del Edomex y un largo etcétera que, en teoría, debería abarcar incluso a una jefa del Ejecutivo menos rejega.
Nos alentaba esa esperanza porque veíamos muy activo al brazo derecho de doña Claudia, Omar García Harfuch, actuando como un verdadero secretario de Seguridad, no como Alfonso Durazo, la “viuda de Colosio” que daba fe de los abrazos y no chingadazos a los delincuentes, como parte de una política oficial de tolerancia absoluta y alcahuetería impúdica hacia sus actividades delictivas.
No se explica de otra forma que Adán Augusto no esté nada a gusto con que lo balconeen un día sí y otro también como el peor de los facinerosos de la Cuatroté (incluso peor que Noroña), capaz de poner al frente de la Secretaría de Seguridad de Tabasco al jefe de la Barredora —franquicia del Cártel Jalisco Nueva Degeneración— o de haberse asociado con Andy y los marinos para perpetrar el atraco monumental del huachicoleo fiscal más grande de la historia.
Presionada por Trump —no porque al magnate neofascista le importe un bledo la justicia o la salud de sus compatriotas, sino porque exige su tajada—, Sheinbaum se encuentra entre la espada y la pared. Si realmente pretende sanear al país alejando de los negocios sucios de la política a los cada vez más poderosos cárteles internacionales, tendrá que romper con su mentor, empecinado como está en proteger a sus hijos y a su primo —o hermano— Adán Augusto.
No hay medias tintas en el panorama. O se pliega por completo a AMLO, o la pliegan mediante uno de dos mecanismos: el legal, previsto por el propio expresidente en la figura de revocación de mandato —que ya empieza a promocionarse en una campaña descarada—, o el otro, el “patriótico”, que se puso en práctica en tiempos del Chupacabras el 23 de marzo de 1994 en Tijuana.
No hay de otra para una mandataria sumergida hasta el cuello en una laguna de aguas negras infestada de pejelagartos y amenazada por una presidencia estadunidense dominada por el Ku Klux Klan.
Si las tuviera, también doña Delfina Gómez debería poner sus barbas a remojar.





