Las cifras alegres de AMLO y Sheinbaum. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
¿Y si los secuestros que terminan en asesinato son enmascarados como “desapariciones”?
Esta mañana, el Presidente López Obrador fue cuestionado por un periodista oaxaqueño sobre si su política de “abrazos y no balazos” podría considerarse un fracaso, dadas las cifras de homicidios dolosos que, en lo que lleva su administración, superan ya los 182 mil cadáveres. Ignoro si la pregunta fue espontánea o inducida por Jesús Ramírez, debido a la tranquila reacción del mandatario quien, habitualmente, se engorila de inmediato cuando alguien le recuerda ese vergonzosísimo dato, y en forma automática y pendenciera cuestiona al medio del atrevido periodista, al que termina caracterizando con no poca frecuencia, como un “pasquín inmundo”.
Otro dato sospechoso que me hace dudar de la espontaneidad del periodista es que las famosas gráficas comparativas de asesinatos dolosos desde el sexenio de Salinas, estuvieron puntualmente a la mano para el lucimiento de un sonriente mandatario.
Don Andrés celebró, como siempre lo hace, que su popularidad sigue siendo alta, a pesar de la “guerra sucia” de sus adversarios, entre los que cuenta a quienes le recordamos, de vez en cuando, que 200 mil muertos al finalizar su sexenio de ninguna manera pueden significar, ni aquí ni en el mismísimo infierno, un logro meritorio.
Don Andrés pasó de inmediato a “analizar” las gráficas referidas que, en resumidas cuentas, plantean que los niveles de asesinatos durante el salinato eran relativamente bajos, disminuyeron con Zedillo y se mantuvieron prácticamente con Fox. Repentinamente con Calderón crecieron casi un 200% y luego con Peña otro 59%, lo que dio pie a que don Andrés recibiera el mandato con cifras perfectamente calificables como un auténtico genocidio.
Así las cosas, el Presidente López considera un logro haber contenido el crecimiento espeluznante de muertes e incluso haberlo disminuido en un discreto 22% en los últimos años de su, no por ello, menos sangriento sexenio. Y lo celebra en grande: Presume por enésima vez sus juntas madrugadoras del Gabinete de Seguridad, hábito “inédito en el mundo” que solo Jorge Ramos y Reyna Haydee Ramírez tuvieron la valentía de replicarle que no sirven para nada, habida cuenta de sus pobres resultados.
Presume también con gran orgullo el mandatario mexicano haber atacado “las causas de la violencia“, porque “la tranquilidad es fruto de la justicia” y “la violencia no se puede combatir con más violencia”… y todas esas muletillas con las que seduce a los ignorantes. Se jacta muy especialmente de haber construido ya 377 cuarteles de la GN, desde donde los soldados disfrazados de civiles se limitan a observar, mientras los delincuentes hacen lo que les da la gana.
Asegura don Andrés que nunca como ahora el gobierno ha apoyado a los jóvenes a los que antes se limitaban a señalar como “ninis” y jura que, con sus becas, se los arrancó de las manos a los delincuentes. Una forma muy silvestre por parte de este señor Presidente de México de culpar a los jóvenes, y no a los delincuentes -independientemente de su edad- de los incontables hechos de violencia en el país.
Finalmente, el Jefe del Ejecutivo mexicano presumió, con sonrisa de oreja a oreja, la importante disminución que, según él, han mostrado las cifras del secuestro en el país y retó a los incrédulos a que recordaran los casos de famosos, como los hijos de Alejandro Martí y de Vicente Fernández, o el caso del Jefe Diego, entre otros -incluso mencionando en su festiva confusión, otros hechos delictivos escandalosos que no se relacionan con secuestros, como los “accidentes” aéreos de dos secretarios de Gobernación del calderonato. ¿Con eso es suficiente o les menciono más casos? preguntaba con la satisfacción del deber cumplido en esa materia.
No mencionó don Andrés las cifras de desaparecidos, donde él mismo se ha encargado de crear un desorden, por no decir que un desmadre con las madres de desaparecidos, a las que tanto don Andrés, como Claudia Sheinbaum, han tratado con un imperdonable desprecio.
Nada más hay que recordar el caso de la valiente y creativa Ceci Flores quien, con más tino mediático que Xóchitl Gálvez, primero intentó entregarle al Presidente la “pala de mando“, burla que seguramente le cayó a la receptora del falso “bastón de mando“, doña Claudia, como patada de mula, lo que la habría llevado a cometer la pifia terrible de exhortar a la heroica madre buscadora a “formular propuestas y no solo críticas”.
Al día siguiente Ceci se aventó la puntada de ir de nueva cuenta a pararse ante la puerta de Palacio Nacional disfrazada de beisbolista, a ver si así la pelaba el beisbolero Presidente, porque le había mandado decir que dejara la pala para que se la entregaran. La incansable mujer le respondió que se la quería dar directamente, sin intermediarios, e incluso le adelantó que su siguiente hazaña sería llegar hablando como argentina, a ver si así la recibía, como lo hizo muy solemnemente con la representante de las Abuelas de la Plaza de Mayo del país sudamericano.
Violeta Huerta, una espléndida reportera de El Sol de Toluca, plantea hoy en ese medio que, según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, en el Estado de México, entre enero del 2022 y enero del 2023 el número de desapariciones de mujeres aumentó en 580% en varios municipios mexiquenses, mientras el año pasado la entidad registró el mayor número de feminicidios en el ámbito nacional y El Oro se ubicó como el tercer ayuntamiento con más incidencia.
Ese solo dato me obliga a formular la pregunta: ¿Y si la presunta disminución de secuestros durante el obradorato no es tal, sino una consecuencia de clasificar los secuestros que terminan en asesinato como “desapariciones“?
Quizá ello podría explicar el incalificable desprecio que les provoca a don Andrés y a doña Claudia la tenacidad de las madres buscadoras y, por qué no, ya en el colmo de la irracionalidad, la de los padres de Ayotzinapa.