viernes, abril 19

Si no les gusta, no me importa!, grita AMLO a multitud que protestaba, ahora, contra el gober de Sinaloa: Por Jesús López Segura/La Versión no Oficial

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¡Monta campaña publicitaria Del Mazo basada en “su buena relación con AMLO”

El Presidente Andrés Manuel López Obrador hace un esfuerzo bárbaro -a costa de su inmensa popularidad- para unir a los mexicanos, reto que no admite -según su percepción política-, ningún tipo de división o confrontación, porque ello llevaría a un “empantanamiento” respecto de su objetivo fundamental: lograr la “Cuarta Transformación Nacional” por la vía del entendimiento pacífico con los “neoliberales” que llevaron al país a la situación crítica en que se encuentra.

Este tozudo empecinamiento en defender ante multitudes que los rechazan a gobernadores priistas de la talla de Astudillo o Del Mazo, y ahora Quirino, además del caso patético de Omar Fayad, a quien no sólo defendió ante la gente que lo identifica como uno de los líderes del huachicoleo que arrebató la vida ya a 115 mexicanos en el estado que mal gobierna, sino hasta le rindió un sentido homenaje en la reunión de la Conago, genera un desconcierto entre quienes piensan que López Obrador es un “líder revolucionario”.

No cuadra que un líder revolucionario actúe de esas manera. Contra todo lo que prometió, va por la línea inequívoca de la militarización de la Seguridad Púbica, por ejemplo, estrategia que los dos Gobiernos “neoliberales” anteriores demostraron, con sobrada claridad, no solamente no sirve, sino que genera resultados contraproducentes.

Quienes creíamos que se trataba de un líder de “la revolución pacífica”, pensamos que “Autodefensas” como el Dr. Mireles e Hipólito Mora, podrían haber ocupado en el nuevo gobierno posiciones relevantes en materia de seguridad pública, aprovechando su experiencia para la creación de una guardia nacional civil -como marca la Constitución– capaz de detener a la delincuencia.

Pero López Obrador no es un líder revolucionario. Es simplemente un político honesto que está convencido de que los malosos pueden cambiar con el ejemplo. Que, si los de arriba dejan de robar, automáticamente los de abajo acatarán la línea y denunciarán a sus jefes corruptos. Por eso López Obrador no quiere meter a los peces gordos a la cárcel. Les prometió impunidad, porque el famoso “Punto Final” no es otra cosa que impunidad disfrazada de “acuerdo político“.

Jamás se va a acabar el huachicoleo si no detienen a quienes lo comandan y se benefician de él. Ningún Ejército del mundo puede vigilar eficientemente 68 mil kilómetros de ductos. Es imposible. La frontera entre México y Estados Unidos mide apenas 3 mil y pico de kilómetros y vean ustedes las que tiene que sufrir Donald Trump para financiar su “muro”.

Ya vamos para dos meses de Gobierno y no ha caído uno sólo de los peces gordos que saquearon al país. Que se asociaron con narcotraficantes y huachicoleros. Es más, que crearon una “reforma Energética” para destruir a Pemex y dejar el gran negocio del petróleo en manos de sus amigos, nacionales y extranjeros.

Todos los que votamos por López Obrador, esperábamos que redujera el precio de las gasolinas, pero lo primero que hizo fue retirar el subsidio al impuesto correspondiente, medida que se amortiguó con la baja de los precios internacionales lo que originó que el costo al público quedara igual.

Ante la magnitud del robo de combustibles, lo que sería de esperar de un líder revolucionario es que bajara el precio de la gasolina lo que pudo fácilmente haber logrado cancelando el impuesto, como le exigían los opositores. Con ello hubiera logrado un fuerte golpe al huachicoleo, pero hizo justamente lo contrario: dejó de subsidiar el impuesto. No hubiera habido desabasto y los ladrones de combustible -los de cuello blanco incluidos- habrían buscado otra forma de actividad criminal, hasta que sus líderes fueran encarcelados, como corresponde hacer a un gobierno apoyado por el pueblo. López Obrador y su equipo se habrían pertrechado con Pipas suficientes y otros medios como tanques de ferrocarril, en forma anticipada, para enfrentar la reacción de los huachicoleros. Pero actuaron impulsiva e irresponsablemente, lo que debería causar la baja del director de Pemex. Pero ahí sigue el señor, aprendiendo a nuestras costillas.

Me da mucha pena ver aquí, en el Estado de México, donde radico, la inercia de cierta prensa servil que trata de venderle a los mexiquenses la idea de que el buen trato que López Obrador brinda al gobernador Del Mazo, es mérito de éste último, y no una política perfectamente definida y clara del presidente de no confrontarse con los mandatarios a los que, en repetidas ocasiones, él mismo ha acusado de ladrones y espurios. Su intención es nítida: sumarlos a la Cuarta Transformación Nacional.

Ciertos columnistas rastreros recurren a un viejo expediente de adulación que ya no cabe en los nuevos tiempos, cuando el talento de administradores públicos honestos y eficientes, dará la medida de su aprobación social -algo en lo que Del Mazo ha estado fallando, hasta ahora-. El elogio gratuito de plumas mercenarias sólo acarrea desprestigio en un contexto en el que las cifras de feminicidios en el Edomex, por mencionar un ejemplo destacado por prensa local responsable el día de hoy, arroja resultados muy preocupantes:

“Vive Edomex la racha más roja en asesinatos de mujeres”, reza el encabezado de una nota firmada por Filiberto Ramos en El Sol de Toluca. Y ya en el cuerpo de la nota, se detalla que “los homicidios dolosos de mujeres cuantificaron en 2018 un total de 396, siendo la cifra más alta del país desde la tipificación de los feminicidios (2011) en el Estado de México, y que ha subido a su máximo histórico, al rebasar la tasa nacional y dejar un saldo en 2018 de 396 hechos”.

El líder revolucionario que espera México y el mundo entero podría ser don Andrés Manuel, siempre y cuando se atreva a castigar a los saqueadores, se apoye en el pueblo armado para la paz -y no en un Ejército hecho para la guerra- y, sobre todo, que cambie un modelo económico impuesto por la globalización y que ha generado que el 21% de familias mexicanas acaparen 3 cuartas partes de la riqueza nacional y en el mundo 1% de la población más acaudalada, iguale la riqueza de la mitad más pobre en su conjunto.

Eso sólo puede lograrse, aquí y en China, gravando más a quienes más tienen y obligando a los empresarios a que paguen salarios justos. No basta con acabar con la corrupción. Ése es apenas un paso que puede llegar a generar desestabilidad terminal en un gobierno que no esté apoyado por el pueblo. Pero no hablo aquí de un apoyo meramente mediático, reflejado en encuestas de opinión. Tiene que ser un apoyo logístico para enfrentar al enemigo que no cederá sus poderosos intereses nada más por “buena voluntad”.

Un apoyo como el que el pueblo cubano le brindó a su revolución para enfrentar, con dignidad, el acoso brutal del país más poderoso del mundo durante ya casi 7 décadas.

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