viernes, julio 26

Apuntes sobre la democracia en México. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Elecciones 2021: No todo lo que brilla es oro… ni todo lo que apesta es caca

La historia universal nos enseña que el mundo de la política ha estado básicamente dividido en dos grandes bandos que incluyen en sus filas matices que terminan invariablemente por inscribirse en alguna de las dos tendencias fundamentales: liberales y conservadores, denominándose con diferentes siglas en todas las latitudes del planeta.

Otra enseñanza básica que a menudo nos resistimos a aprender es que no todo en la política es lo que parece. Incluso a menudo los partidos políticos y los grupos de presión resultan ser en realidad todo lo contrario de lo que aparentan, inconsciente o intencionalmente.

En lo que se refiere a la militancia, hay generalmente también dos grandes tendencias de afiliados: los que creen en principios, están dispuestos a defenderlos -incluso a veces con la vida- y condicionan su participación partidista a las coincidencias con esos principios. En el otro extremo, están los que carecen sorprendentemente de convicciones y negocian agendas políticas en función de las probabilidades de éxito en las urnas de cada partido; se dedican, por lo tanto, a chapulinear alegremente a lo largo y ancho de su pintoresca y lucrativa “carrera política”.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre de principios, indudablemente. Pero ello no implica necesariamente que sepa cómo instrumentarlos en el ejercicio del poder. Si a eso añadimos que tiene rasgos muy evidentes de tozudez y no es muy proclive escuchar a nadie a su alrededor, calificando a las personas según están “con él o en su contra”, podemos entender que su ejercicio de Gobierno se limite a la monótona repetición verbal de esos postulados sin que necesariamente la perorata cotidiana se traduzca en acciones concretas y congruentes de go-bier-no

Como opositor siempre hizo gala de su apego irrestricto a esos lineamientos que él consideraba innegociables desde cualquier posición pragmática. Pero luego de dos intentos fallidos por acceder a la Presidencia hizo gala de un pragmatismo insospechado que lo llevó a un triunfo inobjetable, es decir, imposible de robar nuevamente.

Sin embargo, como efecto secundario, ese pragmatismo lo indujo a cobijar, dentro de la gran ola del obradorismo, a una serie de rufianes que se enlistaron en las filas de Morena por puro interés pragmático, es decir no programático, de acceso al poder. Son los oportunistas de siempre que carecen de principios. Y son muchos y le han hecho más daño a “la cuarta transformación” que algunos opositores formales, aunque usted no lo crea.

Si algún día los diputados mexicanos empiezan a votar no en función de lo que les ordena su pastor, sino conforme a su conciencia y sus principios -cuando los tengan- lograremos por fin las mejores leyes posibles y la gente votará en función de la calidad de las personas y no de la buena o mala reputación de los partidos que las postulan.

Todo este rollo viene a cuento para justificar un principio que los ciudadanos mexicanos que decidan votar no deben olvidar: Que no todo lo que brilla es oro (ni todo lo que apesta es caca), es decir no porque se afilien a Morena necesariamente van a defender los principios que abandera su líder máximo y que tan hondo calan en el ánimo popular. Ni tampoco, desde luego, porque alguien la juegue con el PRI e incluso con el PAN, es automáticamente un conservador.

En este sentido me complace mucho la votación de ayer, en términos generales, aunque lamento algunos resultados concretos que me hacen ver que el electorado mexicano, contra lo que piensa López Obrador (o dice pensar) es tan inmaduro que resulta incapaz de valorar el oro que representa un candidato de la talla de Daniel Serrano Palacios, en Cuautitlán Izcalli, por ejemplo, al que considero el más congruente y elocuente expositor del obradorismo en la entidad y quizá el que realizó la mejor campaña.

Olvidé decir al principio de estas líneas que los conservadores (que los hay en todos los partidos) son aquéllos que desean mantener el estado de cosas porque ello conviene a sus intereses personales y de grupo. No piensan jamás en el bienestar de la mayoría y están perfectamente conformes con la desigualdad social, la miseria, la criminalidad y todo aquello que les reporte beneficios.

En Cuautitlán Izcalli votaron por una mujer que chantajeó con una presunta violencia de género falsa -que me consta porque dialogué con ellos- y que probablemente favorecerá a los grupos de interés económico que la patrocinan, en detrimento del bienestar general. Allá ellos con su voto. Quizá la gente en México es tan fácilmente manipulable que termina por obtener el gobierno que se merece.

Otro caso notable por la cercanía de mi residencia, es el de Metepec. Pudo más la difusión ilegal de una grabación telefónica pautada con mucho dinero en medios nacionales concesionados a los conservadores, que las acusaciones de enriquecimiento ilícito contra un empresario que presuntamente desvió, con el apoyo de gobiernos priistas, alrededor de mil millones de pesos de las arcas públicas.

¿Ésa es la calidad de nuestra democracia, o sólo ilustra algunos casos aislados?

Finalmente, me consta que el presidente municipal de Calimaya, Oscar Hernández Meza, postulado para reelegirse por el PAN, es un hombre de palabra que cumple sus compromisos y gobierna escuchando a la gente. ¡Enhorabuena por su holgado triunfo!

Así pues, de todo hay en la viña del señor. Reitero, por lo tanto, que debemos fijarnos en las personas y no tanto en las siglas de las burocracias partidistas que las impulsan. ¿No cree usted?

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