jueves, marzo 28

Miguel Sámano coordinará a los diputados federales mexiquenses del PRI. Por Jesús López

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¿Un gesto de cortesía delmacista hacia una clase política desdeñada hasta ahora?

La Versión no Oficial

La columna Off The Record del diario digital Plana Mayor, plantea que todos los grupos políticos al interior del PRI “ganan” con el repentino movimiento en la coordinación de los diputados federales mexiquenses, que deja fuera a Gustavo Cárdenas y pone en su lugar a Miguel Sámano Peralta.

Me parece que la columna tiene razón, aunque pone demasiado énfasis en la trascendencia del puesto, como si fuera un instrumento fundamental del dedo sucesorio, apuntando, al mismo tiempo, que los delfines reales de Del Mazo fueron a parar a la Cámara Local. También acierta cuando plantea que “el priismo local ha empezado a desbocarse hacia la próxima elección”.

En la narrativa de esta interesante columna, se puede interpretar que lo que está en juego en la coordinación es quién de los diputados federales se vería favorecido en una presunta carrera por la gubernatura, y menciona a Ana Lilia Herrera y a Ricardo Aguilar, la primera apoyada por Del Mazo (vía Sámano) y el segundo por Amlito, dentro de la supuesta guerra abierta entre el gobernador y el líder nacional de un priismo en franca decadencia, el cada vez más pequeñito y ahora hasta “traidor a la patria” -por irle a lloriquear a Luis Almagro a Washington-, el disminuido Alititito.

En lo personal, no creo que Del Mazo esté pensando en ungir a Ana Lilia Herrera como candidata, aunque tenga mucho mayores méritos que otros, y no solo por ser una exquisita dama (en pleno auge de una suerte de hembrismo burocrático), sino porque ha ocupado todos los puestos imaginables, siempre con profesionalismo, rectitud y buen gusto.

La verdad es que la disciplina priista hace casi intrascendente quién coordine a los diputados federales del PRI y en nombre de qué “grupo político interno”. Todo el mundo sabe que el que manda es el gobernador en turno y que difícilmente la fracción mexiquense en la Cámara de Diputados iría en contra de una votación dominante en el priismo nacional, por mucho que Amlito le pueda caer mal a don Alfredo, o viceversa.

Lo interesante del relevo es que Del Mazo muestra, pone en evidencia, una intención en el sentido de que empieza a ponerse las pilas sobre un hecho fundamental que no parecía tener muy claro hace apenas unos días: No se trata de si quiere ser candidato presidencial o no. De lo que se trata es que, probablemente, él tendrá que ser el candidato a fortiori, a menos que surja, repentinamente, un líder carismático oculto que lo desbanque.

No existe en el panorama político nacional un personaje de cepa pura del priismo tradicional mejor que Alfredo del Mazo Maza para ser candidato presidencial -dicho esto sin intención alguna de halagarlo-, conforme incluso a su propia tradición familiar fijada por su abuelo y seguida por su padre, con los que comparte nombre y primer apellido.

Alfredo del Mazo III recuperó para el prácticamente noqueado PRI, medio centenar de alcaldías y un buen número de curules en el estado electoralmente más importante del país, aunque ese mérito, como he señalado insistentemente, no es ni de lejos de sus desconcertados operadores políticos y mucho menos de sus mediocres operadores mediáticos, sino de la pésima gestión con la que los morenistas de ocasión en alcaldías y en la Legislatura local, han traicionado al electorado mexiquense.

El gesto de nombrar a Sámano, operador muy eficiente de Arturo Montiel, significa que don Alfredo quiere tender puentes con los ex gobernadores inteligentes (quedaría fuera, entonces, el Señor Ávila). Es una cortesía política que le permite al mandatario aglutinar el vasto poder priista tradicional del llamado Grupo Atlacomulco para ponerle un freno al pretencioso Grupo Texcoco, y empoderarse en la aventura de representar a un partido agonizante, en la futura gesta presidencial, con el compromiso de experimentar con éxito en el laboratorio previo estatal.

El reto se tornaría insuperable si se desdeña a la clase política tradicional representada por personajes capaces de disputarle a Morena el lenguaje típico del populismo -o si se quiere del nacionalismo revolucionario- que algunos priistas eran capaces de enarbolar con florituras verbales apoteósicas, antes de que los neoliberales corruptos -encabezados por Salinas– los hicieran a un lado, arrojándolos a los brazos de la “izquierda”.

Hablo de gente como Emilio Chuayffet, César Camacho, Ernesto Nemer, Ana Lilia Herrera, Enrique Jacob, Marcela González Salas y otros muchos priista e incluso ex priistas como Mauricio Valdés Rodríguez, capaces de representar el papel “progresista” en forma mucho más digna y creíble que Delfina Gómez, por ejemplo.

Otros personajes que hicieron de sus respectivas gestiones, en diversos puestos públicos, un ejemplo de intolerancia como fueron Eruviel Ávila, Efrén Rojas Dávila o José Martínez Vilchis, deberían estar descartados, pero siguen vigentes, incluso en las trincheras del gapismo.

Es obvio que Del Mazo no va a romper con su familia. No puede prometer que meterá a la cárcel al corrupto primo que lo hizo gobernador. Ni nadie en su sano juicio se lo pediría. Pero si realmente quieren que al menos el PRI haga un papel mínimamente decoroso en el experimento de laboratorio del 23, tienen que adoptar un discurso de avanzada respecto de la corrupción y dejar atrás a correligionarios que apestan y solo les generan deshonra y desprestigio.

La alternativa es descararse y jugarla con los nefastos cuadros que todo México, hasta los reaccionarios más recalcitrantes, detestan por corruptos -excepto, desde luego, los beneficiarios colaterales de esa corrupción-, definiendo, al mismo tiempo, con absoluta claridad, que existe la posibilidad de ser neoliberal y al mismo tiempo no corrupto, lo cual es perfectamente factible, pero requiere un esfuerzo monumental en materia de comunicación que la gente de Del Mazo en esa área, para empezar, ni siquiera entiende. ¿No cree usted?

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