El infantilismo opositor. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Abstenerse de votar por la nacionalización del litio sí que constituye una traición a la patria
La llamada “oposición” en México, está conformada ahora por los conservadores que durante muchas décadas (con algunos paréntesis históricos memorables como los protagonizados por el General Cárdenas y, con cierta ambigüedad, por Adolfo López Mateos) marginaron a los opositores clásicos, tanto de la derecha radical, como de la izquierda.
Se voltearon los papeles con la irrupción de Morena y López Obrador en el lejanísimo y, al mismo tiempo, tan cercano 2018.
La izquierda opositora fue perseguida, marginada, atracada y en ocasiones masacrada por quienes ahora se instalan en una oposición muy cómoda, incluso soberbia, agresiva, mandona que mira con desprecio y se expresa en forma brutalmente ofensiva de un Presidente que los ha tratado con extremada caballerosidad en la práctica, aunque abuse del discurso descalificatorio en su afán de educar a las masas dentro del esquema “didáctico” que don Andrés entiende como “la revolución de las conciencias”.
La toma de conciencia de clase de los oprimidos es un paso fundamental en la estrategia ortodoxa de una lucha marxista desacreditada históricamente en casi todas las experiencias reales del socialismo, del materialismo dialéctico como forma de gobierno, más allá de como método de pensamiento.
López Obrador predica todos los días en sus peroratas matutinas sobre las múltiples (y por cierto verdaderas) atrocidades que cometieron sus antecesores en el cargo, desde la época de Miguel de la Madrid, cuando se empiezan a dar las condiciones en México para la instauración plena de la corriente neoliberal que todavía priva en la mayoría de las potencias mundiales, pero que en países latinoamericanos ha provocado alternancias políticas (que tienden a rectificarse, a menudo con regresiones trágicas como en Brasil) por el hartazgo de poblaciones saqueadas que miran con esperanza hacia una izquierda muy buena para el discurso, pero limitada en su capacidad de brindar resultados verdaderamente alternativos.
En la práctica obradorista, las fortunas de los megamillonarios mexicanos han crecido a un ritmo mucho mayor que el precarísimo sustento de los miserables, con todo y el derroche millonario derramado en programas sociales emergentes que pueden paliar, momentáneamente, pero no resolver en forma definitiva, la tragedia en la que han sobrevivido decenas de millones de mexicanos depauperados por las políticas típicas de la depredación neoliberal.
Los megarricos deberían estar felices y tratar con respeto a quien les ha amarrado las manos, ciertamente, para que no sigan robando a lo bestia mediante los mecanismos de la corrupción con funcionarios públicos de su periodo de jauja incontenible, cuando saquearon más que en los 3 siglos de dominación colonial (como gusta referir el Presidente), pero no los ha metido en la cárcel como ha ocurrido en varios otros países latinoamericanos que vieron renacer una auténtica primavera gracias a la irrupción de las “benditas redes sociales”.
Lejos de ello, los que “no tienen llenadera”, es decir, la oligarquía, prefiere seguir con la asonada mediática, con su odio irracional en los medios que incomprensiblemente todavía se les permite controlar, y que los lleva a mandar a sus legisladores a hacer el ridículo frente a un pueblo que va tomando conciencia, poco a poco y a pesar de todo, de la clase de vándalos que son como para abstenerse de ofrecer a la nación el control del litio, algo que hasta a ellos mismo les conviene como mexicanos.
Quizá ha llegado la hora de que Don Andrés se anime a reconsiderar su inexplicable caballerosidad ante los infamantes insultos de estos apátridas y les deje caer, por fin, todo el peso de la ley, como prometió en campaña mil veces que arrasaría con la corrupción, “el principalísimo problema de México“, como se barren las escaleras, de arriba hacia abajo.
Pero lo que hemos visto con enorme decepción es el respaldo y confianza compulsivos a un fiscal no solamente inútil y descarado cómplice de los corruptos jefes de la mafia, sino corruptísimo él mismo al apoderarse de fortunas a través de mecanismos tan deleznables y vergonzosos como el de abusar de su puesto para torturar a indefensas mujeres que se le cruzaron en su ambicioso camino.
Es tiempo de rectificar. Encarcelar a los verdaderos saqueadores y dejar de condenar verbalmente a los opositores como si todos ellos fueran corruptos, como si el mismo López Obrador no hubiera surgido, como tantos otros morenistas, de las filas de ese priismo revolucionario que se negó a manifestarse el domingo en un arranque de irrecuperable dignidad.
Ya basta de palabrería. Los corruptos a la cárcel y trato digno y respetuoso -como el que se les brinda a los ricos como Slim, e incluso a personajes como la madre de El Chapo– para los opositores y los periodistas. A la chingada con el fiscal florero y con todos los contratos leoninos que comprometieron el 60% del territorio nacional a mineros depredadores, nacionales y extranjeros. Y a trabajar por la reconciliación nacional.
A nada bueno puede conducir que se demonice verbalmente a diario a los opositores, mientras se perdona judicialmente a los únicos y auténticos jefes de la mafia que todos sabemos, menos el fiscal Gertz, quiénes son.
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20 noviembre, 2024