Sí me encabroné con lo de Coahuila: Xóchitl. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Lo dicho, a Ana Lilia Herrera parece importarle un bledo la campaña de su candidata presidencial
La presidenta del PRI del Estado de México, Ana Lilia Herrera Anzaldo, abre su columna de El Universal con un recuento de la enorme trascendencia que, en efecto, tiene el priismo en la entidad, frente a la disyuntiva histórica que se presenta en este 2024, consistente en “continuar con un proyecto que no cumplió con el objetivo de pacificar al país, que desmanteló el de por sí insuficiente sistema de salud y desarticuló un sistema educativo enfocado en la calidad; o bien, elegir un cambio que dé respuesta a las aspiraciones de una ciudadanía que ha sido denostada y excluida durante más de cinco años”.
Cualquiera podría pensar que con esa introducción, la inteligente priista intentaría influir en el electorado para optar por Xóchitl Gálvez como la alternativa para alcanzar el cambio que pueda corregir el desastre planteado en la primera opción, la de la continuidad, pero no es así.
A lo largo de su exposición editorial hace un recuento pormenorizado no de las cualidades de Gálvez respecto de las limitaciones de Claudia Sheinbaum, por ejemplo, sino de la trascendencia del Estado de México por su número de habitantes y de municipios gobernados por su partido. Solo al final menciona, de pasada, a la candidata oficial de la coalición que presuntamente respalda a la hidalguense, en los siguientes términos:
“Por su parte, las y los priistas mexiquenses han cerrado filas [nótese que no dice “hemos” cerrado filas] con la candidata a la Presidencia de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, quien es también un activo importante de las campañas que comenzarán en unas semanas”.
“Un activo importante”, no el activo fundamental para enfrentar a la doctora Sheinbaum.
En un artículo periodístico en el que podría medir muy bien sus expresiones, no puede disimular Ana Lilia que su tarea estará centrada en la conquista, para el PRI, de diputaciones y alcaldías, y solo marginalmente se impulsará la candidatura presidencial de Xóchitl, quien es obvio que enfrenta el reto mayúsculo de bregar no solo contra el aparato de Estado comandado desde Palacio Nacional, con el poderoso instrumento de contrapropaganda política de La Mañanera, sino también a las burocracias de los partidos que supuestamente deberían apoyarla, pero que a todas luces están más interesadas en conservar sus privilegios con el reparto de huesos, como lo puso en evidencia, en Coahuila, el panista Marko Cortés.
Una “encabronada” Xóchitl tuvo los arrestos de deslindarse y hasta confrontar públicamente al cuentachiles líder de los panistas que, sin rubor alguno, balconeó públicamente sus vergonzosos regateos con el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas, para reclamarle las migajas prometidas de poder. “Si no ayudan, al menos no salpiquen”, ruega una mujer valiente rodeada de ineptos y corruptos.
Eso se respeta. No cabe duda de que Xóchitl es una espléndida candidata que enfrenta una elección de Estado, encabezada por un mandatario que evita realizar (para que no lo “cepillen”) propaganda a favor de su movimiento. Lo que don Andrés Manuel despliega con toda la fuerza de una inocultable delincuencia electoral, es una escandalosa contrapropaganda para disminuir a sus “adversarios”, día con día, en las narices de un árbitro electoral ciego y sordo al que, previamente, detractó y amenazó con desaparecerlo.
El presidente arrasa con sus adversarios -“que no enemigos”- y no los baja de ladrones. Relata cotidianamente infinidad de anécdotas, que se han repetido a lo largo de más de 5 años, como discos rayados, sobre la forma en que la pandilla de neoliberales se las ingeniaba para atracar a la nación, corromper instituciones, inventar organismos de la sociedad civil para simular transparencia, defensa de Derechos Humanos y multitud de otros caros valores sociales usados, efectivamente, como mascaradas para el saqueo.
Ni las grandes universidades del país, como la UNAM, se han salvado de la diatriba cotidiana de un hombre que usa cuantiosos recursos públicos para una intensísima contrapropaganda electoral de tiempo completo, a la luz pública, sin que nadie le corrija la plana.