Acapulco ha vuelto a la normalidad, como prometió el Presidente
Criminales golpean en el rostro y dan palazos en las nalgas a transportistas, a la luz del día, en plena vía pública
Acapulco ha vuelto a ser escenario de terror y violencia desenfrenada, donde los transportistas son víctimas de la impunidad y la brutalidad de presuntos criminales. Esta semana, un video perturbador comenzó a circular, mostrando a individuos que, con total desfachatez, golpean salvajemente a dos choferes de transporte público en la zona conurbada de la ciudad.
En las imágenes, se observa a un hombre agrediendo con una tabla a un conductor de avanzada edad, mientras otro es forzado a sentarse en una silla y recibe fuertes bofetadas en el rostro por parte de uno de los agresores. La brutalidad de los ataques es evidente, y lo más alarmante es la ausencia total de autoridad para detener estos actos de violencia flagrante.
Los presuntos delincuentes exigen a los choferes información sobre sus rutinas diarias, solicitando detalles como el horario de salida y llegada a sus rutas. Esta intimidación descarada refleja el control absoluto que ejercen estos grupos criminales sobre la ciudad, sembrando el miedo y la inseguridad entre los trabajadores del transporte público y la población en general.
La impunidad reina en Acapulco, a pesar de los presuntos esfuerzos del gobierno federal por enviar más agentes de la Guardia Nacional “para contener la creciente ola de violencia”. A pesar de la presencia de 10 mil agentes, las autoridades no han logrado frenar los ataques y la intimidación perpetrados por estos grupos criminales, dejando a la población vulnerable y desamparada, quizá simplemente porque la instrucción de “abrazar a la delincuencia” no puede tener otro resultado
Esta escalada de violencia no solo amenaza la seguridad de los ciudadanos, sino que también paraliza la vida cotidiana en la ciudad, con cientos de taxis, camiones y camionetas de pasajeros deteniendo sus operaciones debido al temor a ser víctimas de asesinatos y ataques a sus unidades. La falta de una respuesta efectiva por parte de las autoridades solo perpetúa este ciclo de terror e impunidad, dejando a Acapulco sumido en el caos y la desesperación.