jueves, octubre 17

Escala Trump su discurso antiinmigrante: ‘Si soy presidente, México no venderá un solo auto en EU’

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Y no esconde su racismo: “Tenemos que vivir con estos animales, pero no por mucho tiempo”

La retórica de Donald Trump en torno a los inmigrantes y el comercio con México muestra una clara intención de consolidar un discurso populista y xenófobo que apela al miedo y al nacionalismo extremo, sin ofrecer soluciones políticas viables. Por un lado, la invocación de la ley de enemigos extranjeros de 1798 como herramienta para deportar inmigrantes y, por otro, su promesa de imponer aranceles desmesurados a las exportaciones automotrices mexicanas, son tácticas diseñadas para captar la atención de su base electoral, pero carecen de sustento legal y económico.

En el caso de la ley de enemigos extranjeros, Trump busca justificar la deportación masiva de inmigrantes aludiendo a la criminalidad entre los indocumentados, un argumento que no solo distorsiona la realidad—dado que la mayoría de los delitos son cometidos por ciudadanos nativos—sino que también ignora las limitaciones legales de esta normativa. Históricamente, esta ley ha sido aplicada en contextos bélicos, como durante la Segunda Guerra Mundial para encarcelar a inmigrantes de origen japonés, alemán e italiano, pero nunca como una herramienta para el control migratorio en tiempos de paz. La manipulación de esta ley refleja el carácter autoritario de las políticas de Trump y su disposición a torcer marcos legales en favor de su agenda política.

Donald Trump  y la historia de su vida

Donald Trump y la historia de su vida

Paralelamente, su amenaza de imponer aranceles de hasta el 2,000% a los automóviles mexicanos en caso de llegar a la presidencia refleja su enfoque antiglobalización y proteccionista, que podría tener consecuencias desastrosas para la economía estadounidense. El comercio automotriz entre México y Estados Unidos es uno de los pilares de la economía de ambos países, con millones de empleos en juego y una cadena de suministro profundamente integrada. Las fábricas estadounidenses dependen de piezas fabricadas en México, y la interrupción de este flujo no solo dañaría a México, sino también a los consumidores y a las empresas estadounidenses. En lugar de proponer una estrategia de negociación o cooperación internacional, Trump recurre a amenazas de sanciones que, en última instancia, pueden ser contraproducentes.

Ambos discursos, tanto el migratorio como el comercial, están impulsados por una visión simplista y peligrosa de la política exterior y la economía. La narrativa que Trump construye asocia inmigración y criminalidad, y plantea una “invasión” extranjera como el principal problema de Estados Unidos, desviando la atención de cuestiones más complejas, como la desigualdad económica o el impacto del cambio climático. Asimismo, sus propuestas comerciales radicales ignoran las realidades de un mundo globalizado, donde la interdependencia económica es una constante.

En resumen, las promesas de Trump de invocar leyes obsoletas y de imponer aranceles punitivos no solo desafían el marco legal y económico actual, sino que también fomentan divisiones internas e internacionales. Estas tácticas reflejan una estrategia política que prefiere el caos y el conflicto antes que el diálogo y la cooperación, lo que pone en riesgo la estabilidad tanto en el ámbito doméstico como global.

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