Sheinbaum y su defensa apasionada de una millonaria en apuros. Al Grano. Por Jesús López S.
Ve la presidenta “odio, cobardía, insidia y misoginia” en redes sociales contra Altagracia Gómez
Claudia Sheinbaum, presidenta de México y adalid de las causas sociales, ha decidido empuñar la bandera de la justicia… pero esta vez no por los marginados oprimidos, sino por una destacada empresaria de 32 años, Altagracia Gómez Sierra, ¿indefensa? ante el “odio, cobardía, insidia y misoginia” en redes sociales.
La controversia surgió cuando Gómez Sierra, coordinadora del Consejo Empresarial del gobierno, llegó a Palacio Nacional luciendo un vestido de diseñador italiano valuado en más de 60 mil pesos. Pero, ¡alto ahí!, la presidenta no permitió que el minúsculo detalle escapara sin contexto. Según Sheinbaum, la joven empresaria gana su dinero como toda hija de una buena cuna empresarial: a través de sus propias compañías y sin depender del erario. Porque, en palabras de la mandataria, “no hay ningún conflicto de interés” en que una millonaria trabaje honoríficamente para el gobierno mientras viste como lo que es: una de las mujeres más influyentes del país según Forbes.
Sheinbaum describió a Gómez Sierra como una “mujer muy inteligente, muy, muy inteligente” (el énfasis es suyo, no mío), que además ha tenido la cortesía de donar su tiempo, esfuerzo e “inteligencia” para desarrollar el Plan México. Al parecer, la mandataria considera que un pequeño gesto de gratitud es suficiente para disculpar el mal gusto de las críticas que abundan en la “red X”, poblada, según dijo, de bots y círculos de odio.
En tono severo, la presidenta no escatimó en epítetos: “Es mucha cobardía, ¿no?, mucho odio, insidia, misoginia”. Aunque suena un poco extraño que justo esos calificativos salgan a relucir para defender a una mujer que, además de abogada con estudios en Oxford y Harvard, es nieta del fundador de Grupo Minsa y heredera de un emporio.
“Que se pongan a trabajar”, espetó Sheinbaum a los críticos, mientras reiteraba que la empresaria no percibe un centavo del gobierno y que todo esto es parte de un acto solidario. Solidaridad que, por supuesto, no está al alcance de la mayoría, pero que parece ser requisito básico para mantener buenas relaciones con el empresariado en esta administración.
Al final, parece que la lucha contra el neoliberalismo no está reñida con la defensa de quienes encarnan el éxito empresarial típico del neoliberalismo salvaje. Después de todo, si hay algo que une a ricos y pobres, es el derecho universal a ser criticado… aunque no todos tengan a la Presidenta de su lado para salir al quite.