¿Quién necesita salud cuando hay elecciones que financiar? AL GRANO. Por Jesús López Segura

Mario Delgado y el sospechoso intento de SEP por revivir la comida chatarra en las escuelas
En una jugada que huele más a transa que a tamal de cooperativa, Mario Delgado —el flamante titular de la SEP y viejo operador electoral de Morena— parece dispuesto a sacrificar la salud de millones de estudiantes en el altar de la anemia y la obesidad. ¿La razón? Un proyecto de reforma que pretende desmantelar las tímidas barreras que el sexenio pasado levantó contra la invasión de la comida chatarra en las escuelas del país.
El documento, en poder del semanario Proceso, no deja lugar a dudas: el equipo de Delgado quiere permitir que las tienditas escolares vuelvan a surtirse con productos que ostentan los infames sellos negros de advertencia nutricional. ¿Que si esos productos son los responsables de una emergencia epidemiológica de obesidad y diabetes declarada desde 2016? Poco importa, al parecer, cuando hay alianzas que sellar con la industria que engorda tanto cuerpos como bolsillos.
Y si a alguien le sorprende este tipo de maniobra, quizá deba recordar que Delgado ha sido señalado, nada menos, por encabezar redes de huachicol electoral para fondear campañas de Morena. Con ese historial, no sería raro que ahora el nuevo botín venga disfrazado de frituras y panes con sellos, mientras los acuerdos se tejen —como de costumbre— en lo obscurito.
La iniciativa de Delgado no solo autoriza el regreso de los ultraprocesados a las escuelas, sino que además exenta a las universidades de cualquier obligación más allá de organizar campañitas de “concientización” sobre estilos de vida saludable. Porque claro, nada promueve la salud como permitir que las cafeterías sigan vendiendo la misma chatarra, pero con un bonito cartel que diga “come frutas y verduras”.
Pero hay más: se elimina la obligación de vender alimentos saludables a precios accesibles; se recorta la capacidad de Cofepris para fiscalizar y sancionar; y se despenaliza abiertamente a las autoridades escolares que permitan la preparación, venta y distribución de productos basura. Eso sí, cuidado con hacerle publicidad a una soda: eso todavía es pecado. Beberla y venderla en el recreo, en cambio, ya no tanto.
Así, mientras México sigue hundido en cifras alarmantes de obesidad infantil, la SEP parece más interesada en congraciarse con las grandes marcas que en proteger a los estudiantes. Total, siempre será más fácil negociar con Sabritas, Bimbo o Coca-Cola que garantizar alimentos nutritivos en las escuelas públicas.
¿Reforma educativa? No. Reforma del antojo… electoral.