Presidente Habemus: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
Peña se topó de repente con la realidad
https://youtu.be/pSyz2qoKBls
Celebro la forma educada en que el presidente Andrés Manuel López Obrador agradeció al ex presidente Enrique Peña no haber metido las manos en la elección, pero sólo como un preámbulo civilizado para luego darle la repasada de su vida.
Es usted un ladrón. Un pillo. Un nauseabundo corrupto. Usted y toda su pandilla de antecesores desde Miguel de la Madrid, han saqueado al país, pero no lo voy a perseguir porque no alcanzarían las cárceles y perderíamos tiempo precioso que debemos ocupar en reconciliar y rescatar a nuestro querido México.
Peña no hallaba qué cara poner o dónde meterse. Le estaban lanzando en plena cara sus verdades a un hombre acostumbrado a imponer su voluntad, a ser obedecido ciega, sumisamente. Un funcionario demasiado habituado a la lambisconería permanente de su corte. Un casi Dios que perdió todo contacto con la realidad en miles de actos de invernadero, donde le montaban auditorios a modo para recibir aplausos falsos que él llegó a creer, en su futilidad esquizoide, provenían del pueblo al que decía gobernar pero que en realidad despreciaba al punto de engañarlo, saquearlo y masacrarlo con sus estúpidas tácticas de guerra que su antecesor había demostrado eran no sólo inútiles, sino contraproducentes.
Repentinamente, de un día para otro, se le vino encima a Peña Nieto la realidad, la verdadera condición de su nefasto mandato. En su último acto protocolario se le exhibía ante el mundo entero como lo que es: Te voy a perdonar, pero no te salvarás de enfrentar el juicio de la historia como el jefe de una pandilla de ladrones y saqueadores del erario público, parecía decirle con la elegancia y sutileza inmisericorde de quien tiene la conciencia tranquila y se siente capaz de perdonar, pero no sin señalar puntualmente cuáles son los pecados que se perdonan.
Muy refrescante resultó este inédito acto para un pueblo agraviado por la mentira y el abuso de autoridad de un grupo político que nos ha lastimado en lo más profundo de nuestro ser nacional. Que ha concentrado la riqueza de una nación tan generosa, en unas cuantas manos, depauperando a la inmensa mayoría. Que ha permitido que proliferen los asesinatos, secuestros y violaciones con el mayor desparpajo. Nunca escuchamos una disculpa de quien pretende seguir viviendo entre nosotros por haber perpetuado la pesadilla espantosa inaugurada por Calderón.
A los saqueos de Salinas y Fox, Calderón y Peña añadieron el agravio de la violencia incontenible y eso no puede perdonarse…
Entiendo la preocupación de don Andrés de cortejar a las fuerzas armadas. Quizá sea la única forma de evitar una asonada militar ante el descontento de la pandilla de neoliberales que harán cuanto esté a su alcance para derrocar al nuevo régimen. Ya estuvo Ciro Gómez Leyva esta mañana regañando al senador priista Manuel Añorve por no haber defendido en el Congreso “el legado del ex Presidente Peña, ante los insultos del nuevo presidente.”
Sólo me permito hacer una respetuosa propuesta: Perdón, sí, a los ladrones de cuello blanco (nunca a los asesinos) siempre y cuando devuelvan lo que se robaron. Un perdón condicionado que nos ayude a recuperar la riqueza de la que fuimos despojados. El incentivo sería evadir la cárcel para todos aquéllos dispuestos a soltar la sopa de lo que saben. Que ya no vivan a expensas de los demás. Que trabajen y demuestren que están arrepentidos de participar en, mayor o menor escala, dentro de un sistema generalizado de corrupción impuesto desde arriba.
El perdón que esgrime don Andrés es una forma de impunidad inadmisible con su propio discurso y probablemente obedece a la misma causa que el cortejo hacia los militares: Una forma de consolidarse en el poder antes de instaurar un régimen absolutamente congruente con el discurso revolucionario de la Cuarta Transformación. Ya veremos.
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