Sheinbaum manda iniciativa constitucional para “blindaje” soberano. AL GRANO. Por Jesús López
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Pretende también castigar más el tráfico de armas que su uso para cometer crímenes horrendos
La presidenta Claudia Sheinbaum desarrolla una nueva bandera para su gobierno: la “soberanía nacional“. En respuesta a la decisión del gobierno de Estados Unidos de designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, la mandataria anunció el envío de dos reformas constitucionales al Congreso. ¿El objetivo? Según su narrativa, impedir cualquier “injerencia extranjera” en territorio mexicano. Sin embargo, el discurso huele a nacionalismo trasnochado y, peor aún, a un pretexto para disfrazar de patriotismo una reacción defensiva que evita abordar el problema de raíz.
En su conferencia matutina del 20 de febrero de 2025, Sheinbaum recitó el guion clásico de la victimización soberanista: “Nosotros no negociamos la soberanía, esta no puede ser una oportunidad para invadirla. Nunca injerencismo y menos invasión”. Pero, ¿quién habló de invasión? Washington ha señalado la obviedad: los cárteles mexicanos no solo han desangrado al país, sino que también exportan violencia y fentanilo a su vecino del norte. ¿Acaso Sheinbaum se preocupa más por salvaguardar un presunto “orgullo nacional” que por combatir a los grupos criminales con la fuerza que realmente se necesita?
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Cárteles mexicanos invaden EE. UU. con fentanilo, violencia y muerte
Las reformas propuestas buscan modificar los artículos 39 y 40 de la Constitución, con frases de barricada como: “El pueblo de México bajo ninguna circunstancia aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier otro acto desde el extranjero que sea lesivo de la integridad, independencia y soberanía de la nación”. En otras palabras, el gobierno mexicano se blinda ante cualquier crítica o acción externa, incluso en materia electoral, aunque los cárteles sigan operando con total impunidad.
Además, Sheinbaum quiere imponer penas más severas y prisión preventiva oficiosa a cualquier extranjero involucrado en el tráfico de armas, lo cual nos parece bien, pero no hay una sola línea en la iniciativa que refuerce el combate interno a los criminales que reciben y usan esas mismas armas. Es más fácil señalar a los de afuera que limpiar la casa propia.
El trasfondo de esta propuesta deja un tufo preocupante: en lugar de asumir la corresponsabilidad en la crisis de seguridad, Sheinbaum opta por el viejo truco del enemigo externo. Y lo hace con un lenguaje que, aunque disfrazado de defensa nacional, no es más que una maniobra para exacerbar sentimientos xenófobos y consolidar el discurso de que cualquier señalamiento desde el extranjero es, por definición, un ataque contra la patria.
Al final, la pregunta es inevitable: ¿Sheinbaum está realmente protegiendo a México o solo protege a su gobierno del escrutinio internacional? O peor aún: ¿Se rasga las vestiduras para proteger a cárteles “terroristas” y funcionarios corruptos?