viernes, julio 26

“Perdón sí, pero no olvido”: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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Quienes usaron y sacrificaron a Elba Esther, la liberan hoy “por falta de elementos”

 

La liberación de Elba Esther Gordillo, a unas horas del ungimiento oficial de Andrés Manuel López Obrador como presidente electo, pone en evidencia un acuerdo político previo entre los presidentes entrante y saliente. Una negociación en la que Peña se habría comprometido a liberar a “La Maestra” antes del reconocimiento oficial del triunfo electoral del tabasqueño.

El repentino anuncio, de madrugada, por cuenta del abogado de la Gordillo, no deja lugar a dudas. Las ansias del peñismo por corregir un proceso judicial lleno de vacíos y contradicciones, al cuarto para las doce (literalmente) revela una prisa inusitada para reconocer que siempre no, que luego de 5 años de cómoda prisión hospitalaria y domiciliar, no hubo pruebas que sustentaran las temerarias acusaciones contra su defendida por lavado de dinero u “operaciones con recursos de procedencia ilícita” -para que no se oiga tan feo- y delincuencia organizada.

Con ello no quiero decir que la maestra sea inocente. Es evidentemente una ladrona a gran escala de los recursos del magisterio nacional -como otros líderes sindicales charros lo son en Pemex y la CFE, entre otros, sin que se les sigan procesos-. El punto que orilló a la dupla PeñaChuayffet a encarcelar a la Gordillo se cuece aparte y tiene que ver con su papel fundamental como operadora política de los fraudes electorales desde Salinas, hasta la fecha de su encarcelamiento.

El mensaje no puede ser más claro. López Obrador no quiere cargar con el peso de haber liberado él a un personaje ostensiblemente corrupto, como dijo de Elba, con todas sus letras, en una entrevista En Tercer Grado durante la campaña. Carlos Loret le preguntó si consideraba corrupta a la maestra -en obvia alusión a su alianza con algunos de sus parientes- y López Obrador respondió de bote pronto que sí, pero explicó que no le agrada que quienes la usaron, terminaran sacrificándola como “chivo expiatorio”.

En esa declaración de AMLO radica el meollo de lo que considera obsesivamente -aunque ha sido, hasta ahora, incapaz de explicar bien en términos mediáticos- una de sus máximas de gobierno: “Perdón sí, pero no olvido“, piedra de toque de su proyecto de pacificación que fue a restregarles en la cara a los familiares de víctimas de desaparición forzada que acudieron en Ciudad Juárez a exigirle que castigue a sus desalmados verdugos, a quienes no parecen estar muy dispuestos a perdonar.

López Obrador ha jugado con parábolas de corte cristiano, hasta ahora, de acuerdo con su bien ganado prestigio de líder carismático mesiánico. Las metáforas que emplea para hablar de la reconciliación nacional, mediante el perdón, tuvieron un efecto arrasador durante la campaña y le ganaron la simpatía de una población cansada, harta de las fanfarronadas de los rumbos bananeros que prometieron acabar con el tráfico de drogas mediante el uso “legítimo” de la violencia, durante dos sexenios al hilo, y lo único que trajeron fue tragedia y desolación.

Pero ha llegado para AMLO el momento de traducir, en términos administrativos, es decir, de políticas concretas y precisas, pero también mediáticamente comprensibles y claras, esas vagas promesas de reconciliación nacional “para la paz y el amor entre los mexicanos”. Y ciertamente no se va a conseguir esa proeza ofendiendo a los dolidos familiares de las víctimas, al pedirles que se sacrifiquen una vez más, perdonando a los causantes de su desgracia. Ni Jesucristo, con todo su divino poder de persuasión, habría sido capaz de obrar semejante milagro.

Si algo está fallando gravemente en el lopezobradorismo triunfador, es el área de comunicación, que funcionó de maravilla durante la campaña, porque su práctica inexistencia dio pie a los excesos de la comunicación oficial, convertida en una cruzada mediática de linchamiento contra López, que finalmente se les revirtió.

La mejor campaña en favor de AMLO la realizaron los Ciros Gómez y sus émulos mediocres que, al atacarlo de manera abierta, provocaban en el electorado el efecto contrario que le vendieron a sus millonarios patrocinadores. Un régimen que desató, sin consultar a nadie, una guerra contra el narco más costosa en términos de vidas humanas -en once escasos años- que la guerra colombiana ¡de seis décadas!, no puede ser tan estúpido de pensar que vencerá a sus contrincantes hablando mal de ellos y, sin embargo, Aurelio Nuño tuvo la osadía de convencer a Peña y a Meade de lo contrario.

Y hablando del olvidado -y ojalá que nunca perdonado- Nuño, la liberación de la maestra nos da pie para una última reflexión en este apasionante tema.

El pecado de Elba Esther Gordillo fue haber traicionado a quienes, desde el PRI, la convirtieron en la operadora política estelar de los fraudes electorales “in situ”, es decir, los que se concretaban mediante operaciones de campo, como “el ratón loco, las urnas embarazadas” y toda esa gama de artimañas de la picaresca priista que se efectuaban, desde el salinato, para prevaricar el voto metiendo mano directa, físicamente en las urnas -no como en el fraude posterior de laboratorio, “in vitro”- y que requería, por tanto, huestes de operadores políticos a quienes decidieron pagarles incrustándolos en la abultadísima nómina del magisterio, donde serían muy difíciles de detectar mediante auditorías o cualquier iniciativa anticorrupción, porque ni siquiera existía un censo magisterial confiable.

Cuando Elba -junto con Jorge Castañeda– se alió con Fox y puso esa poderosa maquinaria de prevaricación del voto al servicio de su causa electoral y luego peleó con uñas y dientes contra Emilio Chuayffet en la Cámara de Diputados para imponer la consigna del guanajuatense del IVA en medicinas y alimentos, empezó a sellar su destino.

A Elba se le hizo fácil trabajar arduamente para el triunfo electoral de Calderón cuando sus servicios fueron rechazados por un López Obrador mucho más aséptico que ahora para mezclarse con la chusma de corruptos que campean en el ámbito burocrático y sindical de la nación.

La Reforma Educativa de Chuayffet tenía la intención -luego pervertida por Aurelio Nuño– de limpiar de mapaches electorales la nómina de maestros, arrebatar el control del magisterio a la mafia sindical y levantar un censo confiable para ofrecer capacitación -no coercitiva- a los docentes.

Se garantizaba este propósito positivo para la educación en México, encarcelando a la profesora.

Pero los mapaches que cobraban como maestros organizaron la revuelta nacional que puso en vilo la estabilidad del país en los primeros años del peñato, con una violencia callejera que ni Osorio Chong -aspirante presidencial del Grupo Hidalgo– ni Luis Miranda -el primer compadre de Peña enemigo del grupo mexiquense encabezado por Chuayffet– quisieron resolver jamás, lo que dio pie a la llegada del nefasto Aurelio Nuño a la SEP y con él, el enfoque represivo contra el magisterio que agudizó la crisis de una reforma abortada por su propia incapacidad de reconocer que se trataba simplemente de limpiar la nómina magisterial de los mapaches elbistas que terminaron engrosando las filas del Partido Nueva Alianza.

Muerto el perro, se acabó la rabia, y con el neoliberalismo salvaje pasado a retiro, el encarcelamiento de Elba se vuelve obsoleto e inútil -puesto que el fraude electoral a la nueva usanza, se inspira en otros mecanismos- y la violencia desatada contra la población, con el pretexto de la guerra contra los narcos, a fin de facilitar el saqueo de las finanzas públicas típico de la dictadura neoliberal que en México duró 3 décadas, también pasará a retiro temporal hasta que la resistencia de la nueva derecha mexicana, que se reagrupa y reestructura lastimosamente con los restos del prianperredismo, vuelva -esperemos que electoralmente y no a la mala- por sus devaluados fueros.

López Obrador debe dejar claro su mensaje de que la reconciliación nacional pasa necesariamente por el perdón de todos los delincuentes menores, cooptados por la mafia, pero también por el castigo implacable para quienes hayan cometido delitos graves, tanto en el área de la delincuencia organizada y común, como en el de los delitos de cuello blanco y de los políticos corruptos.

Afortunadamente, el presidente electo ha empezado a tomar el toro discursivo por los cuernos en su extraordinario y emotivo discurso en el Tribunal Electoral que, por fin, le entregó su constancia de mayoría. ¡Enhorabuena!

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