Justifica AMLO haber saludado de mano a la mamá de El Chapo. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
¡Quédese en casa!, ¡Quédese en casa!, ¡Quédese en casa Sr. Presidente!
Estuvo circulando un video en el que se observa que el Presidente López Obrador es conducido por un empleado de la mamá de El Chapo Guzmán hacia la camioneta de ella, donde don Andrés le extiende la mano para saludarla, mientras la anciana permanece sentada en el vehículo. A pregunta expresa sobre quién era ese personaje que lo lleva a saludar a la madre del principal narco del mundo, el Presidente dice que no lo sabe y que supone que es un empleado de la familia, la misma que lo puso en ridículo en octubre del año pasado, cuando su administración dejó libre a Ovidio Guzmán, “para evitar un baño de sangre” luego de ser capturado el día de su cumpleaños.
Ante el cuestionamiento de la excelente reportera Dalila Escobar, corresponsal de ATiempo.tv, dice el mandatario que él no es ortodoxo, que es heterodoxo, y que volvería a saludar de mano a la señora, o a cualquier otra anciana que se lo solicitara, porque “sería una falta de respeto dejarla con la mano extendida” (cuando el que extendió la mano fue él), o saludarla siguiendo los protocolos de “sana distancia” que el vocero de Salud, Hugo López-Gatell, no se ha cansado de promover.
Tacha López Obrador de hipócritas a quienes se escandalizan de que haya saludado de mano a alguien en plena campaña sanitaria y peor tratándose de una anciana que no tiene que ver con los delitos de sus hijos, cuando esos mismos hipócritas no decían nada de las complicidades de los gobiernos conservadores con los narcos.
Finalmente, aprovecha el mandatario las preguntas de la reportera para arremeter nuevamente contra el periódico Reforma por el acoso sufrido por cuenta de uno de sus reporteros (a quien acusa de “provocador”), cuando don Andrés no aceptó tomarse la temperatura, por segunda vez en el aeropuerto, antes de abordar un avión.
Lo que más llama la atención de esta narrativa presidencial salpicada de anécdotas desconcertantes, es que el mandatario cree sinceramente que “la conducción política del país” es sinónimo de aparecer en medios digitales realizando giras y respondiendo a la corte periodística que lo acompaña a diario en La Mañanera. Como si gobernar fuera lo mismo que andar en campaña. Como si gobernar y predicar fueran la misma cosa.
Quienes desearíamos sinceramente que un hombre de la tercera edad, con presión arterial alta y antecedentes de infarto, se recluyera para evitar un inminente contagio de la pandemia que azota en estos momentos al mundo entero, o un atentado por la investidura que representa y ejerce, ciertamente, en forma heterodoxa (lo que como el mismo admite le ha generado muchos enemigos poderosos) no necesariamente lo hacemos porque pensamos que con ello se crearía un vacío político en el país que sería llenado por los “conservadores al acecho”.
Muchos deseamos que el Presidente de México se cuide porque, precisamente, nos preocupa la posibilidad de que se lo cargue el crimen organizado o el coronavirus, con lo que sí se crearía un vacío político que, en plena contingencia económica y sanitaria, sería tremendamente riesgoso para el presente y el futuro del país. Es todo lo contrario de lo que piensa don Andrés al confundir a quienes se preocupan por su salud e integridad física con aquéllos que, efectivamente, lo detestan y aprovechan cualquier oportunidad para criticarlo como parte de una estrategia política opositora, por lo demás legítima.
Es muy injusto que el Presidente ponga en la misma categoría de “conservadores” a quienes se preocupan realmente por su salud y seguridad -y tienen el valor de expresarlo-, junto con quienes promueven una asonada mediática en su contra para retomar el poder corrupto del que fueron desplazados.
Es evidente que hay grupos de poder muy interesados en hacer fracasar a don Andrés porque quieren reconquistar la Presidencia para continuar con el saqueo inmisericorde de tres décadas. Pero identificar con ese grupo nefasto a todo aquél que se atreva a criticar sus temerarias aventuras populacheras, porque somos sus amigos y queremos que triunfe, constituye un grave error que su equipo cercano no se atreve a señalarle.
López-Gatell podría coronar su espléndida actuación como vocero de Salud si se animara a decirle a López Obrador en tono enérgico: ¡Quédese en casa!, ¡Quédese en casa!, ¡Quédese en casa Sr. Presidente!
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