viernes, julio 26

La interpretación de las cifras del Covid-19 está al revés. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Los países ricos reportan mejor la realidad de los contagios; los pobres la ocultan

A pocos o nadie de los analistas que por millares se avientan al ruedo de las interpretaciones sobre la pandemia de Wuhan se les ha ocurrido una interpretación elemental de las cifras, la cual presento a continuación.

Cuando leemos que “los primeros lugares en contagios” los encabezan países como (en ese orden): Estados Unidos, Italia, España, China, Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Korea del Sur, Austria, Portugal e Israel, comenzamos a creer las barbosadas impertinentes del Gobernador poblano, quien asegura, con aire doctoral basado en esa interpretación errónea de las estadísticas, que el Covid-19 discrimina la situación socioeconómica de sus víctimas, y goza de una bien sustentada ideología obradorista que le permite pegarle más fuerte a los neoliberales ricos y perdonar a los pobres.

El mismo cuadro que seguimos a diario con la evolución de la pandemia revela que los países “con menos contagios” en el mundo son, en orden creciente: Sierra Leona, Timor Oriental, San Vicente, Papúa Nueva Guinea, Islas Guadianas del Norte, Islas Vírgenes Británicas, Belice y Somalia. Descubrir eso ensancha las expectativas de los pobres, convencidos del compromiso ideológico de un virus “humanista” y “justiciero”.

Lo primero que un estudiante de sociología de primer semestre diría es que más bien esas listas lo que reflejan es la capacidad de los países desarrollados y ricos para detectar y reportar el número de sus habitantes contagiados, porque cuenta con suficientes pruebas y la organización institucional necesaria para aplicarlas con rigurosa eficiencia, mientras que los países menos desarrollados y pobres no tienen esa capacidad de detectar y reportar estadísticamente a sus enfermos.

Todo el mundo parece irse con la finta de que los pobres somos muy resistentes a la enfermedad. En este sentido el Gobierno mexicano se lleva las palmas de la comedia ranchera, echadora y machona, de que el virus nos hace lo que el viento a Juárez porque los mexicanos somos muy solidarios y nuestras familias son de las más integradas y funcionales del mundo, además de contar con un as sanitario bajo la manga: las milagrosas estampitas religiosas que, como a nuestro amado Presidente, nos libran de todo mal.

El título del cuadro que todo el mundo interpreta como se le da la gana es muy claro: “Casos registrados hasta la fecha…” lo que significa simple y llanamente que mientras más rico es un país, mayor capacidad tiene de “registrar sus casos”.

Los ricos, con Estados Unidos a la cabeza, no son, entonces, los países que más contagios tienen, como se interpreta incorrectamente, sino los que mejor exponen sus estadísticas reales.

Y los pobres, como México, son los que mejor fanfarronean que la llevamos de maravilla y nuestra gráfica de contagios es la envidia de Estados Unidos, Italia, España, China, Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Korea del Sur, Austria, Portugal e Israel, entre otros muchos que revelan tener más contagios y defunciones registradas que nosotros, lo cual, insisto, sólo refleja nuestra escandalosa incapcidad de llevar registros correctos, como lo revela el hecho, denunciado hoy en la revista Proceso, de que un cantinero muerto por coronavirus, podría haber contagiado a 2 mil 400 personas, pero el IMSS simplemente lo ocultó.

El hecho de que esta pandemia ataque principalmente a ancianos, enfermos crónicos, mujeres embarazadas y niños, como si estuviera dirigido específica, intencionalmente a grupos de pensionados y pequeños improductivos, hace pensar maliciosamente en que alguna  cofradía secreta de super poderosos neoliberales salvajes, aliados con un grupo selecto de científicos nazis, diseñaron esta enfermedad para rescatar las finanzas internacionales -luego del saqueo de 3 décadas seguidas-, fumigando a “gente improductiva”.

Pero el párrafo anterior entra en el campo de la ciencia ficción, muy alejado del tema fundamental de estas breves reflexiones, a saber, ofrecer una interpretación adecuada de cifras estadísticas evidentes, pero leídas en el mundo entero con una perversión política inaudita y potencialmente genocida.

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