viernes, abril 19

Tres ajenas “buenas noticias”. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Primero los pobres, después los ricos… ¿y la clase media, apá?

Anuncia el Presidente López Obrador “4 buenas noticias” en su conferencia mañanera. Tres de ellas no provienen del Gobierno que él encabeza: La primera, la sustenta el Gobierno de los Estados Unidos que (probablemente saboteando a Cuba) decide incrementar en forma importante las compras de azúcar a México, lo que beneficia a un gran número de personas involucradas en ese negocio, dice el Presidente, excepto, claro, a los cortadores de caña que siguen y seguirán siendo (desde el fallido “Plan Cañero” de Luis Echeverría) los peones más explotados del campo mexicano.

La segunda es la única “buena noticia” derivada de una decisión del Gobierno que la cacarea: se le concede a los medianos y grandes productores de maíz el mismo precio de garantía que se le había otorgado a los pequeños productores. ¿Y eso en qué beneficia a la gente pobre?

La tercera proviene del Senado (¿por órdenes del Ejecutivo?) que aprobó ayer elevar a rango constitucional “las dádivas” (término manejado por Reforma que irritó mucho al Presidente) que el Gobierno le da a la gente pobre y a los adultos mayores. Aunque falta que los congresos estatales ratifiquen esa medida legal que podría quedar en letra muerta por falta futura de recursos, a pesar de los “candados” explicados por Julio Scherer Junior quien, dicho sea de paso, cometió un gravísimo error en la lectura, pues en vez de 65, dijo 75 años de edad para el rango de la pensión de adultos mayores indígenas, lo que podría dar lugar a una mala interpretación de esa ley, expuesta, por el error de Scherer, como discriminatoria y hasta racista.

La cuarta proviene de empresarios ultramillonarios como Carlos Slim, quien donó un pelo de gato de mil millones de pesos para la contingencia sanitaria, y Germán Larrea, quien intenta lavar sus culpas ambientales donando un hospital para Juchitán, Oaxaca.

Todo mundo esperaba que el Presidente anunciara grandes apoyos de su administración para ayudar a la gente (pobres y clase media) a superar la crisis: apoyos financiero directos, más allá de adelantarle sus raquíticas bimensualidades a los adultos mayores, o continuar con el plan de préstamos sin intereses ni garantías para los pobres.

Medidas fiscales importantes, la condonación de impuestos para personas físicas con ingresos inferiores, por ejemplo. Pero no. Mejor los banqueros están planeando congelar pagos de intereses a sus acreedores, lo que beneficiaría enormemente a la clase media ahogada con préstamos personales y deudas impagables en sus tarjetas de crédito.

Pero la clase media perece estar muy fuera del radar de las preocupaciones presidenciales. Es a partir de esta contingencia por la pandemia del “virus chino” (como le dice Trump al Covid-19) que va quedando cada vez más claro que la 4T trata de ayudar a los más pobres y mantener contentos a los más ricos, pero a costa del sacrificio de la clase media, sin tocar los interese esenciales de los megaricos, y apenas conminándolos a abandonar sus habituales prácticas de corrupción.

López Obrador y muchos de sus seguidores de Morena parecen odiar a la clase media mexicana, a la que asocian invariable e indiscriminadamente con “los conservadores”.

Tienen muy claro que hay millones de mexicanos en situación de extrema pobreza que deben ser rescatados sin demagogias ni limosnas, como hacían los neoliberales. Hasta ahí, de acuerdo. Pero los recursos rescatados del combate, selectivo, a la corrupción no alcanzan. De ahí que se arrase con multitud de organismos no gubernamentales acusados, indiscriminadamente, de corruptos, afectando a la clase media que se quedó sin guarderías y sin centros de atención a mujeres maltratadas, por ejemplo. O se agreda a la autonomía de varias universidades, en lugar de castigar a los funcionarios específicos que participaron en la Estafa Maestra.

El Presidente tiene perfectamente claro que echársele encima a los megamillonarios mexicanos con gravámenes fiscales suficientes para financiar el rescate de los pobres, podría provocar una fuga de capitales masiva y otros de los horrores (reales o ficticios) que los megaricos esgrimen contra gobiernos populares que los amenazan con tocar sus privilegios.

La clase media mexicana, compuesta fundamentalmente por burócratas -públicos y privados- que aspiran a subir en la escala de la tremenda estratificación socioeconómica del México piramidal, está siendo depauperizada poco a poco en este Gobierno, con el fin “altruista” de aliviar un poco la insoportable situación de los más pobres, mientras se controla, relativamente, a los megaricos beneficiarios de la gigantesca corrupción gubernamental del pasado inmediato, pero sin tocarlos con el pétalo de una
persecución judicial, salvo excepciones expiatorias que confirman la regla.

La clase media así agredida, se defiende y ataca a López Obrador a través de sus voceros, muchos de los cuales forman parte de la grotesca corte mediática enriquecida por Peña y sus secuaces hasta la ignominia. Amenazada con la depauperación creciente, esa clase media observa con horror cómo, “a sus costillas, se regala dinero a los pobres“, en vez de crear proyectos productivos que los incorporen a la actividad económica.

Dentro de esa clase media se encuentran también millones de empresarios pequeños y medianos, muchos de los cuales simpatizaron con el proyecto de la 4T, hartos del saqueo y enriquecimiento fastuoso de unos cuantos, pero que poco a poco se van decepcionando y abandonando un proyecto que muchos pensaban acabaría con los privilegios de los menos, para construir una sociedad más justa e igualitaria, estratificada en clases separadas y confrontadas hoy por el abismo de una de las desigualdades sociales más escandalosas del mundo, donde cohabitan algunos seres humanos en situación de extrema riqueza, con decenas de millones de muertos de hambre.

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